Un mensaje para el Rey

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Una paloma mensajera regresó volando con sumo esfuerzo a "su casa" ubicada en las alturas de las montañas y se paró en la orilla de una de las ventanas de las grandes torres del castillo, el viejo entrenador de aves Alistair la recibió dándole alimento y agua, éste se dio cuenta que había un pequeño tubo sujeto a una de las patas del ave, Alistair desató con cuidado el tubo y al momento de observarlo se dio cuenta que no era un tubo cualquiera, se trataba de un tubo con tres pequeñas estrellas rojas marcadas en él como seña que se trataba de un mensaje "urgente", en ese momento llamó en dos o tres ocasiones a Milo, un niño de unos diez años de edad quien está al servicio de Alistair como su ayudante o mensajero, cuando Milo llegó, Alistair le dijo que llevara el pequeño tubo con el rey lo más rápido posible, Milo salió corriendo por los pasillos y escaleras del castillo gritando en repetidas ocasiones "Mensaje urgente para el rey".

Odo, el rey de Oxzorm se encontraba desayunando en el comedor principal de su castillo, con su magnífico atuendo de sedas y lino en colores negro brillante y negro mate, la extraña combinación de negros hacen un perfecto contraste con las relucientes hebillas y botones de plata que tiene su indumentaria, del mismo color de su vestimenta unos guantes de piel delgada cubren sus manos los cuales usa para no ensuciarlas mientras come una pieza grande de pollo perfectamente preparada, en su espalda una capa negra con visibles costuras de hilo de plata adornan con elegancia la prenda oscura que va desde sus hombros hasta llegar al suelo, y una brillante corona del mismo material que las hebillas e hilos de su capa adorna su entrecana cabellera al hombro con detalles en oro e incrustaciones de piedras preciosas.

Cuando Milo llegó a las afueras de la puerta del comedor...

— ¿A dónde crees que vas? — Le dijo uno de los dos guardias que custodia el salón.

Agitado por la corrida el niño contestó. — Traigo un mensaje urgente para el rey.

— No puedes pasar... — Dijo el Guardia. — Dámelo, yo lo entregaré.

El niño levantó su brazo para entregar el pequeño tubo con el mensaje pero fue detenido por la mano de un caballero de armadura gris clara, los acabados de dicha armadura son tan finos y hermosos que la luz que entra por los ventanales hace que ésta resplandezca con cada movimiento, el muchacho sorprendido volteó a ver al caballero y sin opción alguna le entregó el mensaje que el ave había traído.

— Un mensaje que va dirigido al rey jamás deberá ser entregado a cualquier persona, debes entregármelo a mí directamente, ¿Entendiste? — Le dijo el General Dietrich con un regaño en tono gentil.

— Si señor — Sumisamente el niño respondió.

— Anda, ve con Alistair y regresa a tus deberes.

Nuevamente respondió Milo — Si señor — y salió corriendo para con Alistair.

— Déjenme pasar — Dijo el General Dietrich a los guardias que custodiaban la entrada al comedor.

Unas puertas grandes de madera se abrieron permitiendo ver el comedor, el cual es una habitación muy grande adornada con finas telas que caen desde la parte de arriba de la habitación hasta el suelo, objetos de plata y oro relucientes ofrecen el brillo característico de lujo y poder del rey, enormes placas pulidas de mármol gris claro se unen para embellecer el piso de esa enorme habitación.

Mientras el General Dietrich se acerca para entregar el mensaje a su rey, éste podía apreciar que del otro lado de la mesa se encontraba la esposa de Odo de nombre Lara, la reina del castillo, quien portaba un hermoso vestido blanco el cual brillaba por los diminutos diamantes blancos incrustados en la tela de éste, el blanco perfecto del vestido es interrumpido por el hermoso brillo de espinelas negras estratégicamente incrustadas, las cuales hacen juego con el oscuro cabello ondulado de la reina, mismo que cae por debajo de su corona de plata con diamantes negros.

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