Capítulo 7: Despertar.

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Despierta.

¿Quién habla?

¡Despierta, Eleanna!

No pude hacer nada más que obedecer a aquella insistente voz en mi cabeza. Abrí los ojos repentinamente, sintiendo un dolor de cabeza que me dejó desorientada por unos momentos. Volví a cerrarlos a causa de la luz, siseando por lo bajo. ¿Por qué todo el cuerpo me dolía?

Alguien estaba abrazándome. ¿Quién era? ¿Por qué me abrazaba con tanta fuerza y desesperación? ¿Estaba llorando? ¿Por qué alguien lloraría con tanto ahínco sobre mí?

Algo estaba pasando.

Espabila, niña.

Escuché de nuevo aquella voz, aunque no tenía idea de donde provenía. Parpadeé un par de veces, antes de asimilar lo que estaba pasando.

—¿Nathan? ¿Qué pasa? —pregunté con preocupación.

¿Cómo sabía que era él? Bastante fácil, reconocería su presencia en cualquier lugar, en cualquier momento. Era inevitable para mí reconocerlo, todo mi cuerpo reaccionaba solo al sentir su presencia.

Él se quedó quieto, aún con sus brazos alrededor de mi cuerpo. Parecía impactado, como si no esperara que yo hablara. ¿Qué le estaba ocurriendo?

—¿Nate? —insistí.

—Estás viva —susurró, mientras las lágrimas seguían bajando por su rostro, el cual estaba enterrado en mi pecho. Sentía la humedad en mi ropa, como si hubiera estado ahí, llorando por largo rato.

¿Viva? ¿Había dicho viva? ¿Qué demonios estaba ocurriendo? Las dudas y la preocupación me embargaron, no sabía que pasaba y no me sentía cómoda ante la situación. Noté que gran parte de la manada se había reunido en la puerta del ático, alias mi habitación, sin atreverse a ingresar, pero sin marcharse.

Incluso el alfa estaba ahí. Se veía tenso, con una seriedad que yo nunca había visto. Tenía tomado al doctor de la manada por la ropa, amenazante. Incluso pude ver que sus garras y colmillos habían aumentado de tamaño. El alfa me devolvió la mirada, mostrándose repentinamente aliviado.

Fruncí el ceño, confundida.

—Claro que estoy viva, lobo tonto.

Me sacó el aire por la manera en que me abrazó, con tanta fuerza y desesperación. No me quejé, estar entre sus brazos era lo mejor del mundo, quería quedarme allí para siempre.

Concéntrate, Eleanna.

De nuevo esa extraña voz. Miré a mi alrededor, buscando señales de que alguien más había escuchado algo. Nada, todos se veían desconcertados, aliviados e incluso uno que otro se veía frustrado. Iba a preguntar cuando Nate me distrajo al apretarme con más fuerza contra él.

—¡Estás viva! —exclamó eufórico.

—¿Se supone que debería estar muerta? —pregunté con confusión, ladeando la cabeza hacia un lado.

—La haré pagar —prometió.

—¿A quién? —tomé su rostro entre mis manos, haciéndolo verme a la cara—. ¿Qué es lo que sucede, Nate?

El alfa comenzó a retirarse, llevando consigo al doctor y a los integrantes de la manada. Me dedicó una seria mirada antes de abandonar mi habitación, como si quisiera asegurarse, aunque fuera a la distancia, de que estaba bien, que no había nada malo conmigo.

¿Había algo malo conmigo? Seguramente algo sucedió, algo que hizo angustiar al alfa. Tendría que pedirle disculpas por angustiarlo. Siempre evitaba distraerlo de sus responsabilidades como alfa.

Los sacrificios de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora