Capítulo 37: Reconciliaciones.

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El vestido que Lily dejó en mi cama parecía tener brillo propio. Era de un azul oscuro, con decoraciones en brillaban en plateado. La tela se sentía muy suave y cómoda, con un degradado que me enamoró en el primer instante. Hacía ilusión a una noche estrellada. Llevaba un corsé, lo cual parecía algo muy complicado de colocar. Las mangas eran largas, pero dejaba al descubierto parte del pecho, con una media luna en el centro. Caía largo, por lo que sería difícil moverme una vez puesto, pero valdría la pena.

Era tan hermoso...

Me mandó a dar una ducha con voz mandona, haciéndome reír. Era tan pequeña, pero intentaba lucir intimidante. Su cabello parecía una mezcla entre castaño y rubio, mucho más claro que el de su hermano, Liam. Estaba ordenado en un moño pulcro que realzaba su belleza y sus finos rasgos. Había algo que se me hacía familiar en sus ojos azules, pero me dio un empujón cuando notó que la veía demasiado rato.

Le obedecí, sólo porque no quería llegar tarde a la fiesta. Apresurándome, me di un baño. El agua cayendo sobre mis hombros logró tener un efecto calmante en mí. Sentía nervios y ansiedad por lo que se avecinaba en la noche.

Seríamos oficialmente la luna y el alfa de la manada.

No era una responsabilidad pequeña, pero me había prometido a mí misma no torturarme con esa clase de pensamientos en este día tan especial. Sería un día único e irrepetible, luego tendría toda una vida para preocuparme por ser una buena luna.

Cuando salí del baño, envuelta en una toalla, Lily estaba mordisqueando su uña, un gesto que la había visto hacer repetidas veces. Al parecer lo hacía cuando se encontraba un poco nerviosa. ¿Por qué ella estaba agitada? Por alguna razón, supe que hizo algo más mientras yo me daba una ducha, pero no pude leer su expresión.

Al parecer, no era la única que estaba ligeramente alterada.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Lily, ayudándome a colocarme el vestido.

Se movía como toda una experta, ajustándome el corsé. Parecía que lo había hecho muchas veces antes, puesto que ni siquiera dudaba en sus movimientos.

—Lo estoy. Siempre he ayudado en todo lo que puedo en la manada, pero hoy, oficialmente soy su luna. No hay nadie más.

—¿Acaso dudabas de eso?

—Durante mucho tiempo, sí. Sabía que Nate era mi mate debido a mi magia, pero antes no sabía que tenía poderes. Era una simple humana que se enamoró de su mejor amigo.

Y por mucho tiempo creí que no sería yo su pareja predestinada, pero eso no se lo dije. Me daba un poco de vergüenza los ataques de celos de los que fui victima por solo pensar en Nathan con alguien más por el resto de su vida.

—Pero tu mejor amigo también se enamoró de ti —suspiró, sonriente—. Esa es una historia muy bonita.

Por supuesto, si ignorábamos que un brujo oscuro intentaba acabar conmigo y con la manada que me abrió las puertas. Además, ese brujo era mi tío, la persona que cuidó de mi hermano luego de la muerte de mis padres.

Respiré hondo. No, no era buena idea dejar que mi mente se fuera por esos lugares. Cambiaría de tema por el bien de mi paz mental.


—¿Tú sabes quién es tu mate? —Alcé una ceja en su dirección, conteniendo la respiración a causa del ajustado vestido.

Sabía que sería difícil ponérmelo, pero esto estaba resultando en una misión imposible. ¿Cómo las personas del pasado podían usar cosas como esta todo el tiempo? A mí me parecía imposible.

—Sí. Lo supe desde que era una bebé. Soy atemporal, la edad no tiene efecto en mí. Pero no podemos estar juntos.

—¿Por qué no?

Los sacrificios de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora