Capítulo 18: Sangre.

52.3K 5.4K 1K
                                    

—¡Elliot! —grité, corriendo hacia él sin pensarlo dos veces.

Podía estar lastimado. Sólo pensaba y rezaba a los dioses porque estuviera bien. Mi hermano no podía solo lastimarte con su propia magia. ¿O sí?

Quería pensar que no era un brujo tan torpe.

Me permitió acercarme a él, más no quiso que viera su rostro. Sus brazos lo cubrían y aunque no intentó alejarme, tampoco se acercó a mí. Estaba tan mortificada por él, que no tenía tiempo ni de pensar cómo había detenido su ataque. ¿Había usado magia? ¿De nuevo?

Dejé mi mente en blanco al escucharlo sorber por la nariz y notar lo que ocurría.

Elliot estaba llorando.

—No pude salvarlos —se lamentó, bajito—. Estaba allí, siendo curado por mamá. Y él entró.

¿Él? Probablemente se refería a uno de los vampiros... Incluso puede que se tratase del mismísimo padre de Donovan.

No sabía cómo sentirme al respecto. Quería detenerlo, que parara de llorar. Sin embargo, algo en mí me dijo que era mejor dejarlo desahogarse. Seguramente era la primera vez que mostraba cómo se sentía respecto a la muerte de nuestros padres.

Su dolor se convirtió en el mío. Sí, ambos quedamos por nuestra cuenta siendo demasiado jóvenes.

—Elliot...

—¡La asesinó frente a mis ojos! —Gritó con dolor.

Lo abracé con fuerza, pues era lo único que podía hacer. No podía entender su dolor, pasé años sin recordar sobre mi familia y no había sido testigo de nada tan atroz. Sí, había huido la mayor parte de mi infancia, pero no tenía tanto dolor en mi espalda como él, a pesar de ser mi madre de quien hablaba. Para mí, era una desconocida, un rostro en unos recuerdos que ni siquiera sentía como propios.

Dolía, por supuesto que dolía. Posiblemente nunca dejaría de doler.

La ausencia de un ser querido era dura, amarga y cruel. Se quedaba apegada a ti, como una sombra molesta. Pero conforme el tiempo pasaba, esa sombra poco a poco se volvía mas tenue, más sencilla de lidiar.

Y solo entonces dejaría de lamentarme por los recuerdos que por un tiempo perdí. Comenzaría a apreciar los recuerdos de una infancia dorada en la que tuve un hogar y una familia que me amaba.

—Ni siquiera sabía si estabas viva —siguió—. Te busqué todos estos años, mientras todos insistían en que no habías sobrevivido. Me obsesioné con la idea de la venganza, Ellie. No puedes pretender que te vea con un vampiro y me quede de brazos cruzados.

—No es lo que pretendo —murmuré, con la voz cortada—. No pretendo que te quedes brazos cruzados, Elliot. No voy a tomar venganza, pero no te obligo a que tu tomes la misma decisión que yo.

Me miró con sorpresa, como si no pudiera reconocerme. Ahora había sido reconocida como una luna, yo no podía involucrar a toda la manada por una venganza absurda. Eso solo traería muerte y dolor, además, mi obligación era protegerlos a todos. No hacerlos correr hacia el peligro.

Tenía que proteger a mi familia, a mi manada. No olvidaría jamás lo que habían hecho con nosotros, pero no perseguiría una venganza, mucho menos cuando ni siquiera sabía por quién empezar.

Donovan fue muy claro al decir que su padre murió. ¿Entonces? ¿A quién debía señalar como culpable de aquel ataque? No tenía sentido. Aun no me quedaban claras las razones por la que los vampiros decidieron atacarnos, no tenía idea de qué pudo provocar su ira.

Los sacrificios de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora