La mujer de la entrada, identificada como Sift, dudó unos instantes antes de mostrarme el camino. Fuego azul se encendió en varias antorchas que habían permanecido ocultas de la vista. Era un largo, largo camino, subiendo una tenebrosa montaña. Me tomaría horas subir hasta allí, pero no podía echarme para atrás a estas alturas.
Al parecer, no era lo más usual del mundo exigir una reunión, pero Sift dijo que solo por ser la hija de Eleonor tenía ese privilegio. También me advirtió que era posible que algunos brujos no estuvieran felices con mi entrada a la comunidad. Fue amable, aunque un poco cautelosa al hablarme. Se encargó de iluminar el camino durante toda la noche, caminando junto a mí en silencio.
A un corto tramo de alcanzar la cima, se despidió con una pequeña reverencia.
—Te deseo la mejor de las suertes, hija de Eleonor.
—Gracias, Sift.
Escalar fue más sencillo de lo que esperaba, aunque tomó más tiempo del que creía. Cuando logré llegar a la cima, el sol estaba apareciendo, dándome la bienvenida a un lugar similar a una villa. Lo primero que noté fue un gran arco que daba la entrada al lugar, que estaba rodeado de murallas. Sentí la magia al primer instante, supuse que se encargaba de repeler a cualquier humano que intentara llegar, o incluso a las otras especies. Las casas eran elegantes, aunque pequeñas. Algo me decía que eran más grande por dentro que por fuera, pero no quise investigarlo.
Las personas caminaban a gran velocidad, cada uno en su propio mundo. Algunos conversando entre sí. No había mucha diferencia al ambiente en la manada, solo que aquí había muchísimas personas. Las personas caminaban por las calles con la cabeza en las nubes. Otros, hablaban ruidosamente, ignorando todo a su alrededor. Me quedé un segundo en la entrada, absorbiendo toda la información que era capaz.
Contrario a lo que esperaba, todos ignoraron mi presencia. De hecho, jamás en mi vida había sido tan ignorada.
Así que en este lugar crecieron mi madre y Elliot... Era lindo. Una combinación entre lo moderno y lo antiguo. Los brujos en este lugar se veían un poco más animados de lo que esperaba.
—¿Quieres quitarte? —sentí un ligero empujón en el hombro. Miré ceñuda hacia el chico que me había empujado, encontrándome con una mirada amargada que de seguro haría temblar a más de uno.
Pero no a mí.
—No, no quiero —sonreí, retándolo.
—¡Kyo! Deja de meterte en problemas —lo reprendió el chico a su lado.
Ambos eran... diferentes.
Kyo, el amargado que me había empujado, tenía el cabello negro cual carbón, al igual que sus ojos. Mientras que su amigo era de un rubio casi albino, con ojos azules. Tan diferentes y a la vez tan iguales. Quizás fuera algo en su aura, transmitían lo mismo. De hecho, sino fuera por las diferencias físicas más notorias, diría que eran la misma persona.
—Ya lo escuchaste... Kyo —alcé una ceja, cruzándome de brazos.
—Mira, pequeñaja —Intentó acercarse, sin embargo, no pudo dar más de dos pasos.
La magia a mi alrededor estaba alterada. Como si una nube blanca estuviera envolviéndome. Extraño. Podía verla dando vueltas sobre mí, a mi alrededor. Como si estuviera preparada para ser usada.
Atenta.
Incluso mi loba estaba en guardia.
—Deberías controlar tu magia, aquí está prohibida —me instruyó el amigo del amargado—. Soy Kaos y él es Kyo, somos hermanos.

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Los sacrificios de la luna
WerewolfEleanna es una humana criada entre hombres lobos. ¿El problema? Está enamorada de un imbécil. ¿El mayor problema? Ese imbécil es su mejor amigo y el futuro alfa de la manada. Como si enamorarse no fuera lo suficientemente complicado, Eleanna desar...