Capítulo 32: Tiempo.

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—Te enfrentarás a algo tan difícil, lamento no ser más de ayuda para ti, Ellie. Quisiera darte todas las herramientas, mostrarte el camino, pero ni yo misma sé cómo solventar todo esto.

El lamento de mi madre me dolió en el corazón, por esa razón, decidí darle algo de tranquilidad. Mi madre ya me había ayudado, tantas veces que no sería capaz de contarlas.

—Me has ayudado mucho ya —Saqué la daga de mi bota, mostrándola—. No sólo me defiende de ataques, sino que además hace escudos con magia. Es increíble.

Mi madre frunció el ceño, ladeando un poco la cabeza. Se veía confundida y fascinada en partes iguales. Era tan hermosa. Tan inefable. Tan increíble. Desbordaba luz, como si fuera un ser celestial.

Y supe, que de alguna forma lo era. La reencarnación de Lucy, la hija favorita de la madre luna. Una bruja tan excepcional que incluso los dioses bajaban la cabeza hacia ella.

Si Lucy lo hubiera deseado, el mundo entero sería suyo. Creí que solo eran especulaciones, pero mirando a mi madre, supe que era cierto. Su magia era cálida, tan poderosa y tan brillante.

—Querida, yo no encanté la daga contra la magia —explicó, pensando con cuidado sus palabras.

¿Qué?

¿Entonces cómo había logrado sobrevivir todo este tiempo en la comunidad? Me habían atacado más veces que en toda mi vida. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.

¿De dónde había salido el escudo de magia? ¿Alguien había utilizado la daga para protegerme de alguna forma?

Mi madre me miró con atención, antes de sonreír con orgullo. No supe lo que estaba sucediendo, no hasta que la escuché hablar.

—¿Aún tu magia está bloqueada? Déjame ayudarte con eso.

Colocó su mano en mi corazón. Algo brilló con intensidad, causando que cerrara con fuerza mis ojos. Sentí como algo se liberaba dentro de mí, como la magia fluía intensamente por mis venas. Pude percibir el cambio desde el primer instante. Al abrir los ojos, fue como si otra persona estuviera ocupando mi lugar, alguien más fuerte.

Me sentí renovada, poderosa. Podía notar toda la energía que la magia emanaba por todo el lugar. Todo se veía más brillante, lleno de vida. Nunca creí que podría ser capaz de ver la magia tan claramente, a mi alrededor, a la espera de ser utilizada.

Si tuviera que comparar la magia, solo podría compararla con el oxígeno. Estaba en todas partes, alimentando, dando vida a todo a su alcance. Podías utilizarla, pero no te pertenecía.

—¿Cómo? —pregunté, asombrada.

Estaba que saltaba en mi lugar, llena de felicidad. Mi magia estaba revoloteando, feliz de poder ser utilizada. Miré a mi madre, sonriendo con fascinación, pero la sonrisa se me borró cuando noté su expresión.

Mi madre me miró con lágrimas en sus ojos y supe que se acercaba nuestra despedida.

—Debo irme... Escúchame con atención, Ellie —pidió, tomándome de los hombros—. Eres fuerte y eres increíble. Estoy junto a ti, no estás sola. Confía en ti y confía en tu hermano. Ambos son mi más grande orgullo.

—Te amo —hice un esfuerzo por sonreírle, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas—. Gracias por todo, mami.

—Te amo más —dejó un beso en mi frente, justo antes de desaparecer frente a mis ojos.

Su ausencia dolió. Ver aquel lugar vacío en el que antes estaba mi madre quemó en mi pecho. Me permití quedarme ahí, captando toda su esencia hasta que no quedó rastro alguno de ella.

Los sacrificios de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora