Cuando desperté, Nate estaba durmiendo a mi lado. Ver dormir a un hombre lobo era todo un halago, pues generalmente no necesitaban dormir más que unas pocas horas al día y nunca debían bajar su guardia. Sin embargo, Nate era amante de las siestas, sobre todo conmigo a su lado.
Debía arreglarme para ir al instituto, pero quería disfrutar un poco más estar entre los brazos de Nathan. Me sentía tan cómoda, con una paz que pocas veces disfrutaba.
Podía parecer algo tonto, pero yo adoraba despertar con Nate a mi lado. Era como si cualquier día pudiera ser un día espléndido y sensacional, solo porque él estaba junto a mí.
Lo sentí removerse, conocedora de que el tiempo comenzaba a correr y que debíamos prepararnos para ir al instituto. El día que se venía sobre nosotros parecía ser mucho más agitado de lo común.
Hoy tendría una seria conversación con mi gran amiga. Quizás incluso tuviera que revelarle lo que soy, y lo que era su nuevo interés amoroso. No sería sencillo, pero confiaba en ella. Carol tenía que creerme, después de todo, yo era su mejor amiga y lo único que deseaba era su bienestar.
Y si Nick resultaba ser alguien peligroso para ella, jamás permitiría que estuviera a su lado.
—Buenos días conejita —ronroneó cerca de mi oído.
—Buenos días lobito —dejé un beso en su mejilla.
Sonrió, aún con los ojos cerrados. No tenía intenciones de levantarse. A veces, y solo a veces, Nathan se permitía ser un flojo. No era muy común, aun con su manera de ser, tan idiota, tan tonto, tenía un gran sentido de la responsabilidad.
—Estos días han sido una locura —comentó, sin moverse—, pero al menos estamos juntos.
—¿Nunca sospechaste que yo era tu mate? —pregunté, acurrucándome junto a él.
Su brazo me servía de almohada, como siempre que dormíamos juntos. Mi pierna estaba sobre las suyas y lo abrazaba como si fuera un bebé koala.
Él lucía complacido de tenerme de esa manera, pues siempre buscaba más cercanía. Le gustaba tenerme pegada a él, sin distancia entre nosotros.
Ya pasamos muchos años con distancia entre nosotros. Era hora de avanzar.
Comencé a preparar mis ideas en mi mente. Si todo salía bien, podría llevarlo a un romántico picnic en el bosque. Quería tener citas con él, quería coquetear siendo conocedora de que era tan mío como yo era suya. Quería disfrutar de su presencia, de sus besos y caricias.
—Claro que sí —respondió con seriedad—. Siempre lo pensé, pero creí que no era posible.
—¿No me amabas por qué creías que era una humana?
La simple idea causó estragos en mi interior. Temí por su respuesta, pues saberlo, podía llevar a una larga discusión. Si él decía que no, entonces todo sería diferente. No podía permitirme estar con una persona que renegaba de mi naturaleza, porque durante mucho tiempo, fui una humana.
—Te amaba —me miró con seriedad—. Claro que te amaba. Por ser Elle, mi conejita. Solo creí que no sería posible que estuviéramos juntos y mira, no es posible. No puedo tocarte sin hacerte daño.
La madre Luna me había pedido no decirle a nadie y yo debía cumplir con mi promesa. Guardar el secreto era doloroso, pues lo que más quería era demostrarle que no tenía de qué preocuparse, que estaría bien. No podía decirle, pero quizás si pudiera mostrarle con acciones.
—Quizás tú no puedas tocarme —cedí. Envolví mi pierna en su cintura y con un veloz movimiento me coloqué a horcajadas sobre su cuerpo—. Pero yo sí puedo tocarte a ti.
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Los sacrificios de la luna
WerewolfEleanna es una humana criada entre hombres lobos. ¿El problema? Está enamorada de un imbécil. ¿El mayor problema? Ese imbécil es su mejor amigo y el futuro alfa de la manada. Como si enamorarse no fuera lo suficientemente complicado, Eleanna desar...