—Aparta tus manos de ella —ordenó la severa voz de mi mate y mejor amigo.
El desconocido pareció notar entonces dónde nos encontrábamos. Se apartó ligeramente, permitiéndome observar unos hermosos ojos color miel. Sus facciones eran suaves, su nariz era pequeña y respingona, tenía una mirada tierna, como si estuviera viendo la cosa más hermosa de todo el universo.
¿Por qué se negaba a soltarme y cómo es que podía ignorar a Nate con tanta confianza?
Me sonrojé ante la vergüenza. Todos los estudiantes seguían ahí, intentando comprender la escena frente a sus ojos. Ni yo misma lograba comprenderla.
El desconocido me miraba solo a mí, ignorando a todos los demás. Incluyendo a Nathan. Eso no lo hizo feliz. Terminó por acercarse, con un rostro mortalmente serio.
—¿No me has escuchado? —insistió.
—Te escuché, pero no me importa lo que digas —respondió sin voltear a verlo.
Era valiente, eso debía aceptarlo.
Noté el gesto impaciente de Nathan, por lo que decidí intervenir. El desconocido era un hombre extraño, pero no parecía tener malas intenciones.
De hecho, confiaba tanto en él como en Nathan.
Tal revelación me dejó sin aire, a lo que él me miró con preocupación.
—¿Ellie? —preguntó—. ¿Estás bien?
—¿Ellie? —repetí, arrugando el ceño—. ¿Quién eres?
El desconocido me miró con dolor por un momento, justo antes de sonreír. Fue como si el dolor hubiera sido solo un espejismo creado por mi mente. Su mirada era suave, cariñosa. No me encontraba incomoda con su presencia, al contrario. Su cabello caía sobre sus ojos, quizás demasiado largo. Llevaba puesta una chaqueta negra, junto a una camisa blanca. Sus pantalones desgastados se ensuciaron con la caída, pero no parecía interesarle en lo más mínimo.
—Soy Elliot —susurró solo para mí.
Algo hizo clic en mi mente en ese instante, trayendo consigo miles de recuerdos. Mi cabeza palpitó dolorosamente, sin embargo, estaba concentrada en la información que venía a mí.
Sí, yo sabía bien quién era Elliot.
Elliot, mi mellizo, la persona que salvó mi vida y a quién creí muerto. Elliot, quien estuvo conmigo a cada segundo de mi infancia. Elliot, el brujo más poderoso, según decía mi abuelo.
Mi hermano.
No podía creerlo, pero una parte de mí, mi loba, tomó el control de mi cuerpo por un instante y lo envolvió en un apretado abrazo que él correspondió con la misma intensidad. No nos importó que todo el instituto nos veía, no nos importó estar en el suelo, ni nada a nuestro alrededor.
Estaba completa.
Era increíble como siempre había sentido que algo me faltaba, sin saber que se trataba de mi mellizo, mi otra mitad.
Lloré en sus brazos, incapaz de controlarme. Elliot me sostuvo con fuerza contra su pecho. Escuchar los latidos de su corazón tuvo un efecto calmante en mí, como si solo eso necesitara para calmar cualquier tempestad.
Lloraba por lo que sentí perdido, por la magia de nuestro reencuentro. No me importaba cómo sucedió, solo me interesaba que estaba con vida.
Y conmigo, a mi lado.
—¡Suéltala! —sentí el fuerte agarre de Nate sobre mi brazo, por lo que gemí del dolor. No pareció escucharme.
Me levantó del suelo con fuerza, poniéndome a su lado.
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Los sacrificios de la luna
WerewolfEleanna es una humana criada entre hombres lobos. ¿El problema? Está enamorada de un imbécil. ¿El mayor problema? Ese imbécil es su mejor amigo y el futuro alfa de la manada. Como si enamorarse no fuera lo suficientemente complicado, Eleanna desar...