Asuntos pendientes.

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Después de la visita de Eric, nadie volvió a interrogar a Rose, Eric se fué después de aconsejarle a Rose sobre su propuesta, la esposaron detrás de la espalda y la dejaron sola; Aún así, no fué hasta unas horas después que comenzó a pensar que iba a volverse loca. Y para evitarlo, comenzó a contar los azulejos que alcanzaba a ver, caminó en circulos alrededor de la mesa, regresó a su asiento para ver una polilla chocar contra las lámparas, se acostó en el piso, logró quedarse dormida un buen rato, y regresó a su asiento, para contar en retroceso desde el mil.

—Ochocientos cincuenta y ocho… Ochocientos cincuenta y siete… Ochocientos cincuenta y seis… Ochocientos cincuenta y–

El sonido de una cerradura abriendose la sacó de su pausada cuenta, y de nuevo, arrastró la mirada hasta ver al oficial que se acercaba. Ó al menos eso es lo que sus, ahora amigos, querían aparentar ser.

Al principio, cuando el oficial entró, uno podría pensar hasta que el oficial estaba borracho, al menos hasta que Rose escuchó más de tres voces provenir del oficial.

—¡Butters, no te tambalees tanto!—

—¡Es que ustedes están pesados!—

—Ash, americanos, ¿Por qué dejaste al debilucho cargarnos?—

—¡Pero si tú estás hasta arriba!—

—¡Callate! ¡Es tú culpa que hayamos llegado tan tarde!—

—¡Chicos, estamos aqui para rescatar a Rose! ¿Recuerdan?—

Rose, sin embargo, se quedó en su lugar, y sonrió con una especie de burla y alivio.

—¿Ustedes?—

Y el extraño oficial cayó al suelo. Con prisa, Butters, Kyle, Stan y Christophe se levantaron; Butters corrió hacia Rose y la abrazó (Cosa que la tomó totalmente desprevenida).

—Gracias chicos— Agradeció después de que Butters la soltara.

—Ya, ya. Sentimentalismos después, no creo que el idiota de batman y sus secuaces logre entretener a los demás oficiales por mucho tiempo— Dijo Christophe mientras se volvía a acomodar un bigote falso para encender un cigarrillo.

—¿Batman?— Preguntó Rose con ironía.

—¡Si! ¡Mysterion! Él dijo que le debías una…— Stan respondió, sin entender mucho la ironía de Rose, ni la última parte de su diálogo.

—¡Chicos! ¡Tenemos que apresurarnos!— Dijo Kyle, y los tres chicos volvieron a intentar ser el oficial ebrio que acababa de entrar.

—Oigan, ¿No pueden quitarme las esposas?— Pidió Rose, desde hace rato que había perdido sensibilidad en sus brazos.

—Cuando salgamos de aquí, se supone que vamos a llevarte a otro lugar para terminar de interrogarte— Comenzó a Explicar Christophe, mientras trepaba en los hombros de Kyle para subir hasta los de Stan —Actúa como si fueramos Javert y tu fueras Valjean, luego salimos de aquí— Terminó de explicar, acomodandose la gran gabardina que lograba cubrir a los 4 chicos.

—¡Me robé un pedazo de pan! ¡Dejenme libre!— Dijo con sarcasmo, y para sorpresa de todos, hizo reír a Christophe; pero el objetivo no cambió, el oficial ebrio volvió a andar y Rose puso la mejor cara de coraje que pudo. Los demás oficiales la miraban a ella y al oficial falso como si fuesen el bicho raro del circo, algunos murmuraban cosas entre ellos, acompañandolos de sonrisas burlonas ó movimientos de cabeza negativos, pero eran distraidos nuevamente por más niños, con disfraces graciosos y cascos de papel periódico.

Pero todo iba saliendo perfectamente bien;

Si algo Rose había aprendido perfectamente bien gracias a sus años como auto–renegada, es que si algo va saliendo perfectamente bien, uno se encuentra en peligro, por que eso era la vida real. Sí, a veces pasaban cosas increíbles dentro de la realidad, pero la realidad traicionaba fácilmente a la gente y la empujaba en cualquier dirección. A veces, empujaba a las personas al fondo de la desesperación. Era cruel y violenta, incluso absurda. No se podía confiar en ella por que en cualquier momento podría pasar algo; como en el instante en los que iban saliendo de la comisaría, cuando se encontraron con varios agentes especiales en chalecos antibalas, apuntandoles con todas esas cosas que Rose nunca se tomó la molestía de aprender sus nombres.

Atrapada en South Park.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora