Always / Harco

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— ¿En dónde estamos? — Preguntó el rubio, caminando por el vestíbulo de la gran mansión en la que se encontraban.

Luego de escapar de Azkaban, Goyle los había aparecido a las afueras de una mansión algo lúgubre, que de inmediato había hecho que los vellos de la nuca de Draco se erizaran.
Su compañero de escuela sólo había tenido que mostrar su varita para que los encantamientos de protección les dejaran avanzar.

Una vez dentro, había notado que el lugar no estaba tan bien iluminado - a comparación de Mansión Manor- pero sí contaba con inmobiliaria fina y de buen gusto a pesar de que tenía unos aires bastante fantasmagóricos.

— Es la mansión... —Había empezado a explicar el Slytherin, pero fue interrumpido enseguida por otra estridente voz.

—Flint. Bienvenido, amigo mío.

Draco se giró hacia aquella vos, con piernas algo temblorosas debido a su propia debilidad.
Bajando por las escaleras centrales del recibidor, pudo vislumbrar un hombre alto, de cabellos cortos y negros, ojos verde oscuro y piel bastante blanca.

Al rubio se le hizo conocido a pesar de que sus facciones eran más varolines y maduras, y por supuesto, los dientes al parecer se los había arreglado.

—Marcus Flint. — Mencionó con premura Draco, manteniendo un tono neutro y una mirada fría.

—Me halaga saber que me recuerdas, Draco. —Sonrió y el rubio constató que sus dientes ahora estaban perfectamente alineados y blancos.

Draco aguantó el aire, Marcus Flint era atractivo.

—¿Por qué estoy aquí?

—Es un lugar seguro, luego de la gran fuga. Mi padre ha estado encantado de servir a familias tan nobles como la tuya.

—¿Y mi madre?

Mientras hablaban, Flint había terminado de bajar las escaleras. Era un par de centímetros más alto que Draco, su mirada a pesar de tratar de ser amable, mantenía su característica hostilidad, sin embargo, debido a que las facciones de su compañero ahora eran más perfiladas, le daban un aire de chico malo que Draco no podía pasar por alto.

Era por completo el antagonista del aire bonachón que despedía Potter.

Oh, Potter.

Más bien, su alucinación del héroe del mundo mágico.

— Ella se encuentra en otra mansión de los aliados, tú fuiste uno de los últimos en salir. ¿Por qué? —Preguntó, volteando a ver a Goyle.

—No se encuentra en buen estado, creo que me creía una alucinación. —Explicó con tranquilidad el más grueso de los tres, caminando hacia uno de los elegantes sillones de la sala de estar.

— Azkaban enloquece incluso a los más templados. — Bramó Flint, acercándose a Draco.

El rubio andaba de brazos cruzados y con una expresión de indiferencia total.
No tenía muchos recuerdos de Flint más que por entrenamientos del Quidditch, y estaba más que seguro que el tipo era capaz de jugar muy sucio con tal de ganar un partido.

Más allá de eso, no sabía nada. Los Flint jamás fueron una familia muy relevante.

— No estoy loco, sólo fue algo de desvarío debido a mi debilidad y la constante exposición al cruciatus.

— Entendible.

Aquellos ojos verdes oscuros le miraron fijamente. Esos ojos no brillaban como el par de esmeraldas que poseía Potter en sus ojos.