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La varita de Harry había sido la autora de todos esos asesinatos. Draco lo había visto, la imperdonable más horrible contra todos los que alguna vez había llamado amigos. 
Estaba huyendo, corriendo entre los pasillos del colegio que él había dado por casi olvidado.

Hogwarts reaccionaba para protegerlo y cubrirlo de los constantes ataques que estaba recibiendo. 
El elegido estaba detrás de él, siguiéndole los pasos y eso, junto a la deplorable condición física de Malfoy, era un problema. 

Estúpidamente, el rubio acabó tropezando contra un escombro y terminó por girarse para encarar al chico que había perdido por completo su razón de ser. 
Los ojos de Potter brillaban con odio y malicia...pero no eran sus ojos, no. No eran los bellos ojos verdes que él recordaba...sus ojos ahora eran rojos y serpenteantes. Su sonrisa era macabra y su aura era completamente oscura. 

Habían asesinado por completo al bonachón de Harry Potter y todo porque el idiota se había enamorado de él. 

—¡Avada Kedavra! — Y Draco cerró sus ojos ante su indiscutible destino. 


—¡Señor Malfoy! 

El rubio se incorporó de un brinco, con la respiración agitada y todas las articulaciones temblorosas. Le costó enfocar a su alrededor, debido a lo borrosa que estaba su mirada a causa de lo húmedos que estaban sus ojos. 
Su corazón galopaba con tanta fuerza contra su esternón, que incluso llegaba a ser un poco doloroso. 

Notó que estaba en la habitación de San Mungo y que, quizá, todo había sido un sueño - o una profecía - Malfoy sacudió la cabeza con violencia mientras llevaba sus manos hasta sus cabellos. No podía ser, Harry no podía convertirse en aquel monstruo que él había visto. 

—Señor Malfoy yo...

—Necesito ver a mi madre. 

—Señor Malfoy... — Trataba de explicar el Doctor Price, pero él no quería escucharlo. 

—Draco Malfoy. 

Una voz firme y ajena sacó a Draco de su penosa muestra de debilidad. El rubio miró hacia el picaporte de la puerta y allí se encontraba un Auror que recordaba del escuadrón de Harry. ¿Qué querían ahora? 

—¿Qué? 

—Se encuentra usted detenido, por el momento, en esta habitación, mientras se recupera antes de ser trasladado al ministerio para su debido juicio. 

—¿Disculpe? — Preguntó completamente desencajado. 

—Se informó que se le vio llegar con el sujeto Flint al ministerio y algunos testigos dicen que usted y Flint tenían planeado el intercambio con Harry Potter. 

—No pero, yo no...

—Será mejor que guarde silencio, todo lo que diga podría ser usado en su contra. 

—¡Me estaban buscando, imbécil! ¿¡Cómo pueden acusarme ahora!? — Draco se había salido de los cabales y Price se encontraba también algo consternado por las acusaciones que ya le habían informado. 

—Usted se encuentra bajo libertad condicional y, al parecer, a quebrantado la ley en contra de Harry Potter. 

— Así que es eso, quieren encontrar culpables. 

—El Wizengamot deliberará sobre su situación. Por el momento, queda prohibida cualquier visita fuera de la de Price. 

La puerta tras el auror se cerró y Draco miró hacia la misma con los puños completamente apretados. Aquello vendría siendo un problema, porque se negaba a que lo encerraran mientras Potter estaba corriendo tanto peligro. 
Era verdad que había estado aparentemente aliado con Flint, pero él mismo había sido engañado y drogado...

Always / HarcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora