Muy temprano por la mañana el mayor de los hermanos Elric terminaba de vestirse, el no ers de levantarse temprano, pero por las órdenes del Führer, tendría que hacerlo, su hermano solo le miraba la espalda.
—Te veo más alto.— dijo en un tono serio el menor de ambos.
—No te burles, son las botas.— suspiró resignado, estaba consciente que era pequeño para su edad.
—No me burlaba.— incluyó Al y guardó silencio por el resto de los minutos en la habitación.
Una vez salieron, se dirigieron al comedor, ya que cómo sabemos. El apetito del hermano mayor es demasiado, más por la mañana.
—Sigo pensando que te queda bien el azúl.— algo nervioso habló Al, mientras miraba cada detalle del uniforme. —Ojalá algún día pueda ocupar uno.— murmuró con un deje de tristeza, que notó su hermano. Le hizo ganar más determinación y se levantó de la mesa suspirando.
—Ya casi es hora, vamos. O el Führer se enojará.— caminó por delante hasta le habían citado, no había mucha gente, quizá cien personas, aunque pensó que sólo sería en presencia del Führer. Der manera muy molesta se acercó a Roy dejando de lado su mal gesto saludó poniendo su mano en su frente firmemente. No era obligado, pero a la vista de todos, era necesario.
La pequeña ceremonia empezó, Edward no ponía mucha atención a las palabrerías del Führer, solo estaba atento para cuando mencionara su nombre. Aunque fue bastante tardado.
—Hoy, doy el puesto a una persona que se merece bastante por todo su esfuerzo...— y blah blah blah.
El pequeño alquimista estaba impaciente, no por ser mencionado, si no por ya irse. Dió un paso al frente cuando se le indicó y se quedó mirando fijamente hacia alguna parte.
—General de brigada, la segunda persona al mando después de mi: Edward Elric.— no encontraba la razón de haber echo la ceremonia tan grande, sólo era un gasto de tiempo innecesario. —El alquimista de Acero.— dijo por fin del Führer y suspiró aliviado, los siguientes minutos fueron de felicitaciones solamente, aunque no lo entendía bien, ¿Segundo al mando después del Führer? Sonaba raro, pero eso le daba mucho más autoridad de lo que se podía imaginar. Qué cambio tan repentino.
El Führer no le quitaba la mirada de encima a su ahora General. Y era bastante raro sentirse enojado porque no sé acercó a él en primer lugar, si no a todas las personas presentes.
Finalmente el ahora General se dirigió hacia donde estaba Roy y le saludó, de manera muy amable. Entendía, claro. Que su ascenso sólo era para cubrir el puesto de la teniente, pero aún no se sentía capaz de desarrollarlo.
—Señor... Führer... Ah, Como sea, ¿Tiene algún trabajo para mí ahora?— habló nervioso frente al Führer y caminó detrás de él unos pasos, de igual manera tras de él venía su hermano.
—Creciste.— se burló el azabache volteando a ver al mayor de los hermanos y le tomó de los hombro para mirarle fijamente.
—Son las botas, señor.— por dentro ardía del coraje pero simplemente suspiró y quedó firme frente a el.
—Ya veo, pues te tengo trabajo.— soltó mordaz. —Acompañenme a la oficina y te lo daré, junto con algunos informes al respecto.— caminaron con prisa. Era de esperarse, su trabajo ahora sería más estricto.
Una vez llegaron el Führer se sentó en su gran silla de roble oscuro y le quedó mirando fijamente al nuevo coronel.
—Sientate por favor.— ordenó señalando la silla frente su escritorio, sacó de un cajón una caja azul, y se la entregó.
—¿Y esto?—preguntó a secas y miró con curiosidad la caja cuadrada.
—Es para ti, míralo.— ordenó nuevamente mirando de reojo a su hermano menor que no apartaba la vista de la caja.
El Rubio tomó entre sus manos enguantada y abrió con cuidado la caja, se quedó mirando el interior con duda, y sin creerlo.
—¿Y eso por qué es? Yo no he hecho nada productivo para la milicia, no lo necesito.— esperó nervioso devolviendo la caja, deslizandola en el escritorio hasta que tocó la mano del Führer.
—Observa Bien, solo es un emblema. Es el que solías tener en tu gabardina roja. Supuse que era especial. Y como de ahora en adelante tendrás el uniforme en servicio, pensé en dartelo.— el rubio miró nuevamente la pequeña medalla, de no más de cinco centímetros y después miró a Roy.
—Aún así... Pienso que no es necesario.— suspiró, después de todo la pequeña medalla estaba hecha de los mejores materiales, lo que le provocaba varias dudas. Roy jamás se hubiese molestado en hacer algo significativo para su persona, más si era positivo. ¿Por qué actúa de esa manera?
—Es un regalo, Somos amigos ¿No?— insistió el azabache clavando los ojos en el menor.
—Eso creo...— murmuró nervioso, ciertamente Roy tenía la razón, así que simplemente asintió con la cabeza y volvió a tomar la caja, sacando con delicadeza la medalla mirándola más de cerca.
—Me alegra.— dijo al final Roy mientras quitaba de sus manos la medalla y la colocaba en el uniforme del menor, cerca del pecho. Sin quitarle la mirada de encima sonrió. —Ya puedes irte, por hoy, no hay trabajo para ti. Así que puedes ir a donde quieras.— dijo por última vez. El rubio entendió y se levantó haciendo una reverencia para después salir de tal oficina.
—Que raro se sintió eso... Me dan escalofríos... Ese tipo y sus bromas de mal gusto.— refunfuñó mientras caminaban uno al lado de otro.
—Creo que si, eso fue demasiado raro.— apoyó el hermano menor mientras llegaban a su habitación, que estaba en el mismo edificio de Central. —Aunque creo que fue un muy buen detalle de su parte, tiene razón. Es nuestro emblema.— murmuró Al de manera nerviosa esperando no haber hecho enojar a su hermano.
—Si... Está linda. Pero aún así sigo pensando que trama ese tipo.— molesto y confundido comenzó a quitarse el exceso de ropa, en si; el uniforme.
—No deberías decirle tipo al hombre más poderoso de Ameistris...— regañó con sutileza y se sentó en la cama.
—No lo sé, pero algo trama.— murmuró mientras miraba fijamente los engranes de su muñeca y la movía de un lado a otro.
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Ahora sí se viene no chido amikos. 7u7 Gracias por leer. <3
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El esposo del Führer.
FanfictionDespués de que Roy Mustang se ha convertido en Führer, pero ¿Algo le falta?