Sechs.

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Días después a ambos hermanos llegaban de regreso a Central, ya con el pequeño problema arreglado, Ed debía ir con urgencia a las oficinas ya que temía por un regaño o algo parecido.

Al le seguía de cerca, pero esta el hermano mayor no tenía puesto su uniforme militar, simplemente fué a presentarse. A lo largo de los pasillos hombres y mujeres de diferentes rangos saludaban al pequeño superior que pasaba a paso rápido para llegar a la oficina del Führer.

De cierta manera le hacía sentir bien el que ahora casi todo central le tenía respeto, un respeto absurdo, que no tiene merecido, que es por simple capricho. O así lo pensaba el, después de todo solo tiene los conocimientos más básicos sobre el ejército y los códigos que se usan en el mismo.

Una vez más estaba frente a ese par de grandes puertas adornadas de detalles plateados y dorados, con dos emblemas del ejército de Amestris. No era necesario el permiso o la revisión para pasar, simplemente entró. Su mirada viajó hacia el asiento del Führer que estaba vacío.
De inmediato giró la mirada en dirección al gran ventanal que dejaba ver gran parte de la cuidad y de las oficinas, ahí se encontraba parado. Con los brazos hacia atrás.

-¿Por qué no traes tú uniforme?- preguntó bastante serio el azabache, quizá enojado.

-Ah, es que. No, yo no, no me dió tiempo. Vine en cuanto regresé.- explicó extrañamente nervioso el rubio mirando la espalda de Roy.

-¿Por qué tienes que ser tan rebelde?- se cuestionó en voz alta Roy mientras se daba la vuelta exageradamente lento hacia el rubio.

-U-una disculpa.- alcanzó a decir antes de ser sometido contra la pared contraria al ventanal, con los ojos de Roy directamente clavados en los de Ed. El rubio al notar que no le lastimaría se quedó firme con la espalda en la pared, aunque acorralado. -¿Qué hace?- preguntó entre confundido y enojado.

Sin embargo Roy no contesto, solo analizaba a Ed, mirándole fijamente al punto de comenzar a intimidarlo. Sin hacer ningún movimiento brusco deslizó su diestra hasta la cintura del rubio que aún confundido no se movía, Roy se pegó un poco más el cuerpo de Ed, al tener bastante diferencia de estatura miró hacia abajo acercándose lentamente al oído izquierdo del rubio.

-Ed...- hizo una pequeña pausa al divisar al menor sonrojado ligeramente. -Te quiero.- soltó sinceramente mientras intentaba retenerlo por unos segundos más así, ya que se comenzó a tornar agresivo.

-¡Deje de hacer esas malditas bromas estúpidas! ¡Usted no tiene nada de sentido del humor! ¡Eso no es gracioso!- exclamó con furia y confusión el rubio evitando darle un golpe con su mano derecha. Entonces le empujó con fuerza hasta estar un par de metros separados. Dispuesto a irse dió unos cuantos pasos hasta la puerta principal. Pero Roy le impidió el paso poniéndose frente de el.

-No es una broma.- afirmó con seguridad el azabache. Ed lo miraba bastante confundido, con algunos escalofríos recorriendo su cuerpo. Sin saber que hacer o como escapar de ese ambiente incómodo.

Ed no dijo nada, solo frunció el ceño dejando claro su enojo. Mientras mentalmente preparaba su discurso para Roy.

-¡No juegues conmigo, Roy!- advirtió rojo, pero esta vez de coraje, Roy le miraba impresionado ¿Se había enojado tanto simplemente por eso?

-Yo no estoy jugando, Edward.- afirmó una vez más con seguridad. De inmediato la cara de Ed cambió a una de entera confusión, quizá de tristeza​, y si. De cariño. Todas esas emociones raras, en su joven cuerpo. No podía ni comprender sus propias emociones.

-C-como sea... No me molestes así...- dijo un poco más calmado mientras ahora la confusión estaba en su mente y corazón. Su pensamiento aseguraba que era una broma de muy mal gusto, pero sus sentimientos simplemente indicaban un: Quizá si. Sutil.

Y entonces de un momento a otro su corazón palpitaba de nervios, de nervios puros, seguramente podía escucharlo en sus orejas, sus orejas rojas por el bochorno, así como sus mejillas e inevitablemente a la vista del azabache era aún más atractivo.

-Y-Yo soy un hombre, y tú también... Sólo estás diciendo estupideces.- halló por fin la excusa mientras miraba al azabache que parecía un poco decepcionado.

-Edward, no son estupideces. Estoy seguro... Y si, eres un hombre... ¡Eres un hombre que me tiene loco desde hace semanas! ¿¡Contento!?- contestó histérico Roy mientras daba unos pasos adelante, tomó por los hombros al jovencito y le sonrió apenas, esperando una respuesta, una mínima esperanza.

-Tú estás loco. ¡Estás loco! ¿Cómo puedo decir eso así tan tranquilo?- ahora se notaba triste quizá al darse cuenta que todo ese pequeño escenario pudiera ser una simple broma y sus pequeños sentimientos de adolescente fueran rechazados.

-¿De qué manera esperabas que te lo dijera? Me gustas, me atraes, te quiero. No tengo más formas.- ya un poco molesto se acercó amenazante.

-P-pero es que yo... T-tu.- tembló un poco y se alejó nuevamente bastante confundido. -Bueno... Yo me voy de aquí.- nuevamente lo esquivó y se quedó parado unos segundos frente a la puerta.

-¿Vas a pensarlo? Quiero decir... ¿Vas a aceptarme? Ya sé que es raro... Y que eres joven pero... No estoy mintiendo.- explicó Roy sin seguirlo esta vez, Ed lo miró de soslayo.

-Mas te vale.- respondió de manera infinitiva, sin afirmar o negar nada. Salió de la oficina muy nervioso con la mente hecha un desastre.

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A caray. uwu Espero que les guste. A mi me gusta.
Gracias por leer. <3

El esposo del Führer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora