Neunzehn.

3.7K 373 161
                                    

Hubo un momento en que la pareja se quedó sola en el vagón del tren, ya que el hermano menor sentía la tensión a pesar de ser incapaz de sentir algo.

-Ed, realmente no te quería molestar. Y que suerte para ti... Ya lo entendí y te entendí.- el hombre pareció querer sollozar pero no lo hizo, el niño se sentía bastante mal.

-¡Roy, es que-...! Pero el adulto le interrumpió.

-Entonces creo que es mejor para ti que no dejemos de frecuentar por un tiempo. Sólo cuídate ¿Si? No me perdonaría si algo te pasara también a ti.- el adulto se cruzó de brazos y le sonrió dando por terminada su plática.

-Roy... Yo hace poco me enteré de rumores... Y no estoy muy seguro de mostrarme contigo en público, por eso me alejé.- explicó el niño con cierta tristeza, si bien el adulto ya sabía sobre la existencia de esos rumores. No pensaba que esa fuese la causa de la indiferencia del rubio.

Roy lo meditó por unos minutos, pensado si de verdad su decisión estaba bien tomada. Pronto sonrió y se acercó al Niño para abrazarlo con ternura, acariciando su suave y rubio cabello.

-¿Eso es lo que te preocupa Ed?- rió nuevamente. -Ed... En algún momento todo el país se va a enterar que su Führer tiene a un pequeño y lindo noviecito.-

-Mmh... Pero aún así siento un poco... Espera ¿¡A quién le llamaste pequeño que ni siquiera puede tocar el piso con los pies cuando se sienta!?- el rubio estaba rojo, soltó un suave golpe en el brazo del hombre y finalmente correspondió el abrazo.

-Yo no dije eso, Ed. No deberías molestarte por eso... Deja que las personas hablen lo que quieran.- tomó con ambas manos la carita del rubio, acarició con sus pulgares las rodadas mejillas del niño y finalmente le dió un pequeño beso que terminó por corroborar lo que ambos sentían por el otro.

Ed se sentó al lado del adulto que lo rodeaba con un brazo, pronto como le es costumbre se quedó profundamente dormido así mismo. Su hermanito menor lo miraba.

-A veces pienso en mi hermano como un pequeño perro, aunque suene raro. Siempre va a volver a donde pertenece, sin importar que.- mencionó el hermano menor y continuaron el viaje en silencio hasta que el rubio despertó un poco desorientado y con hambre. Bajaron en la estación de central.

-¡Tengo demasiada hambre! Necesito comer o moriré.- mencionó mientras se estiraba por estar bastante tiempo encogido en los brazos de Mustang.

-Vayamos a un restaurante que conozco, está cerca de aquí.- el adulto señaló la dirección en la cual se encontraba el supuesto restaurante​ y sonrió.

-Yo... Iré a las oficinas.-

-¿Por qué?- preguntó extrañado Edward al ver como su hermanito comenzaba a alejarse.

-¡Me necesita el sargento Fuery!-

-¿Qué?-

-¡Nos vemos hermano!- el menor de los hermanos se despidió con un ademán y de inmediato se fué de ahí, dejando a la pareja solos.

Edward aún se sentía un poco nervioso, pero aún así caminó hasta el lado del general y le sonrió tímido.

-¿Aún tienes hambre? Vamos.- de manera amable el hombre comenzó a caminar en dirección al restaurante que acomodar anteriormente mencionó, no estaba demasiado lejos de la estación, aunque era demasiado elegante para el gusto del niño.

El esposo del Führer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora