Vierundzwanzig.

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Edward.

Y pensar que casi le boto por lo distante que se había vuelto. ¡Cómo lo olvidé! Es algo importante, es importante y por ende no debería de olvidarlo tan fácil, y resulta extraño que me moleste más mi mente olvidadiza, que el terrible dolor que ahora siento en la espalda baja, en los muslos y en el tracero.

No sé cuál de las dos cosas es peor.

Más bien, las tres cosas. Porque ahora; ver su cara de total satisfacción y serenidad, adormilado y despeinado. Me ponía los nervios de punta.

Estuve decidido a permanecer más tiempo en la cama, mi cuerpo lo pidió a gritos.

Él se levantó normalmente y sin vergüenza de mostrar su total desnudez. Así mismo comenzó a hacer su rutina de aseo personal y de perdió un buen rato en el baño. ¡Qué bien!

—¿Aún sigues acostado?— me habló recién salido el baño, con una toalla en la cintura y otra entre las manos mientras secaba su cabello.

—Claro que si, imbécil. ¡Cómo a ti no te la meten!— y me dí vuelta envolviéndome como oruga en las sábanas, quería quedarme ahí un rato más.

Risas de su parte fué todo lo que recibí, pronto salió y no me molestó más, dormí otro rato. Al despertar por segunda vez, todo el dolor de había esfumado y mi mal humor se había disipado, me sentía alegre, bastante optimista. Repetí la misma rutina y salí, mi estómago clamaba por comida y pronto. Había un nota en la barra que se encontraba en la cocina, la tomé y leí.

"Ed. Bebé, Fuimos al centro. Espero no tardar mucho. No quisimos despertarte. Tu desayuno está listo, tan solo calientalo.
—Roy."

"¿Bebé?" ¿Qué pasa con ese tipo? No importa, tengo hambre. Aunque comer a solar no es agradable, siempre he estado acompañado desde siempre al comer, es una mala costumbre.


Tercera persona.

El timbre de la casa sonó, el sonido no era muy fuerte, más bien era relajante y calmado, aún así logró que el rubio pegara un bote en su asiento, estaba muy concentrado comiendo la deliciosa comida que le habían preparado. Se levantó rápido entre la corta taquicardia y fué a abrir, imaginando que sería el adulto no preguntó de quién de trataba. Tan solo abrió.

—¡Hermano!— dijieron ambos rubios al unisono y de inmediato se abrazaron efusivamente, ahora de mejor humor y ya más calmado le dejó pasar ayudando con la pequeña maleta que portaba.

—¡Cuánto tiempo! Debiste avisarme que vendrías, así hubiera preparado algo.— sin embargo Alphonse negó, alegando que quería darle una buena sorpresa, esperando no ser inoportuno.

—¿Estás solo, hermano?— Edward asintió con ánimo, ofreció a su hermano, alguna bebida que desde luego aceptó, tratándose de el.

—Si Al, Roy salió junto con Selim y honestamente no se a que hora regresarán, aunque supongo que no deben tardar.— y después de eso, tuvieron una larga conversación, sobre lo que había pasado, lo que habían hecho, el cómo se sentían separados el uno del otro. Recordando algunas cosas cómicas que en su niñez ocurrieron y cosas cercanas a eso.

El esposo del Führer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora