Capítulo 4. ¿Que haras conmigo?

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-¿Que.....piensas hacer conmigo?- cuestione.

- quien sabe - se limito a decir.

¿Ahora que querrá este loco?......¿Que acaso no me iba a matar?. Admito que por cierta parte me siento aliviado de no haber muerto.
Creo que todos los humanos tenemos miedo,y el solo hecho de pensar que yo también lo poseo me provoca asco hacia mi mismo. todos tenemos miedo al hecho de dejar de existir en este mundo y dirigirse hacia la nada,¿Que habrá después de la muerte? ¿Dios en verdad existe?¿El infierno en verdad existe? ¿Dios enviara a los engendros que se comportan de una forma macabra a quemarse enteramente al infierno? ¿Si yo muero....adónde iré? ¿Podré tener el perdón de ese Dios que tanto dicen que existe? ¿Mis padres y Mikasa se encuentran allí? En el lugar lleno de luz, paz y alegría al que llaman....cielo.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el azabache de baja estatura que se levantó de donde se encontraba y se dirigió escaleras arriba. Tal parece que esto es un sótano o algo por el estilo.
Podía escuchar sus pisadas por todo el piso de madera que se encontraba varias metros por encima de mi.
¿Que estará haciendo?
El hecho de estar esperando a que ese tonto secuestrador "terminará de afilar el hacha" me aburrió y comencé a recordar lo que había hecho hasta el punto en el que me encuentro ahora.
Tan solo me limitaba de ir al trabajo a la casa y de la casa al trabajo, enserio que tomaba la vida como basura haciendo que no me importará nada, pero siquiera reflexionar acerca de ese hecho me importaba, tan solo quería dejarme ser, si alguien toma las decisiones por mí no me importa, si miento no me importa, si me mienten no me importa, si robo no me importa, si me roban no me importa, si me quieren no me importa, si no me quieren no me importa, si me secuestran no me importa, si me matan simplemente no me importa.

Admito que la vida me había perdonado algunos de mis pecados y me había dado unos buenos amigos como Armin y el estúpido cara de caballo que a pesar de discutir bastante aún así nos apoyamos el uno al otro. Pero con este enano no se qué pasará. es tan misterioso que nisiquiera puedo adivinar que rayos está pensando, siempre mantiene el ceño fruncido y no cambia esa expresión por nada, lo único a lo que se le ve vida son esos ojos color azul eléctrico que dejan sin habla a cualquiera y el solo hecho de sostenerle la mirada hace que tiembles y titubees bajando la mirada de inmediato, sientes que esa mirada te comerá lentamente, que te ahogará en ese mar azul profundo y que no podrás salir a tomar una bocanada de aire.

...Son hermosos...

Aún pensando en esos ojos que me dejan sin habla, fui cerrando los ojos lentamente hasta que me quede dormido en el frío suelo de la cabaña en donde vivía mi psicópata secuestrador.

Levi.

- Al ver al chico que había secuestrado observando a un punto cualquiera con esa mirada verdosa con toques color miel que solían brillar pero que ahora solo son un pedazo de basura color verde sin ningún brillo, me sentí asqueado y decepcionado al saber que no sería divertido en lo absoluto matarlo y que no podría pasar un buen rato con este chico.

Me levanté de el suelo y me dirigí hacia arriba para poder asear un poco ya que últimamente solo había pasado matando a un par de personas y había dejado totalmente descuidada la cabaña, el tan solo verla en ese fatal estado y ver a todos los objetos cubiertos por una capa de polvo que me causaba un terrible asco y las ganas de vomitar e irme de esta cabaña para jamás volver a pisarla no faltaban, pero ya que no tenía adónde ir me dispuse a limpiarla, saque todos los utensilios de limpieza que me había comprado con el dinero de los ineptos a los que mataba y me coloque guantes y un tapaboca para tener el menor contacto con las asquerosa mugre, barrí adecuadamente la cabaña y trapie mil veces la madera hasta casi poder ver mi reflejo en ella y sacudí totalmente todo el polvo, sacudí y lave las cortinas, lave las sábanas de la cama, lave todos los platos y vacijas de la cocina, limpie la mesa y coloque unos jarrones que la "decoraban", salí al patio y rastrille todo el patio y metí las hojas a una gran bolsa negra que iría a dejar al basurero en cuanto fuera al pueblo, me adentre de nuevo a la casa y baje las escaleras para verlo.

- Oye mocoso - dije mientras bajaba las escaleras pero no recibí respuestas. - Oye - volví a repetir pero no respondió.

Al haber bajado totalmente las escaleras y observar hacia donde había dejado al mocoso me di cuenta de que estaba profundamente dormido y un hilo de saliva salía de su boca y bajaba por su mejilla "qué asco" dí un suspiro y me arrodillé junto a él.

- ¿ Pero qué mierda haré contigo, eh mocoso?

Continuará...

Los psicópatas también se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora