Capítulo 17 ( La que me interesa )

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No diré que me levanté por los hermosos rayos solares que interrumpieron mi habitación y etc. Existe algo que se llama cortina, que no lo permite, mi habitación queda en absoluta oscuridad a menos que las extienda a lo largo. Todo estaba tan callado,  que daba miedo.

Mi casa siempre es callada, lo que nunca lo es, es la calle.

¿Habrá pasado algo?

Mi celular vibró en la mesita de noche y lo cogí con pereza.

¿Qué hora era?

Solo hice un breve sonido para que la otra persona empezara a hablar.

Hubo un pequeño silencio antes de escucharlo.

—Solo quería asegurarme que te hubiera dejado en casa —la voz de Thiago, tan roca, tan nula de sentimientos, era arrebatadora.

Me senté al instante frotándome los ojos, espantando el sueño.

Suspiré.

—Estoy —el silencio siguió entre nosotros y decidí que debía aclararlo desde ahora antes de sentarme a hablar con él. Estaba esperando que siguiera, lo más seguro que le explicara lo sucedido ayer, pero fui muy cobarde y no me lo permití en ese momento —Quiero que te sientas tranquilo cuando me toque ir con él a cualquier parte, no me hará nada. — solté un suspiro rendida.

Una pequeña risa carente de gracia sonó de sus labios.

—Hablamos luego, solo quería asegurarme. —  dijo sin más y colgó. Obviamente se esperaba mi respuesta, pero no era la que quería.

Me llevé las manos a la cara con pesadez.

Tengo que hablar seriamente con él. Está molesto. Bueno, con lo que hice ayer no es para menos. Él no quiere saber de Aiden, sin siquiera conocerlo.

No pues sí, habló la que intentó hacerle la vida imposible.

Me levanté de la cama y como si lo invocara, dio unos toques en la puerta abierta anunciando su llegada y se recostó del marco.

Me puse rígida al momento. Tenía que acostumbrarme a verlo por aquí.

Me preguntaba cuanto tiempo se quedaría su madre.

—¿Sabes qué hora es? — es lo primero que dice con un semblante entre divertido y amable.

Negué lentamente y me entró un pequeño dolor de cabeza.

—Tarde — aclaró lo obvio.

—¿Mi madre te mandó a buscarme? — cogí mi toalla de la puerta del armario. Siempre la pongo ahí por vagancia.

—No, solo quería que bajaras a comer, te puede hacer daño al estómago despertar tan tarde.

—¿ Cocinaste tú ? —me reí.

Asintió cruzado de brazos.

Me acerqué a él con una sonrísa divertida plantada en el rostro.

—Tienes suerte, no más comeré por eso.

—Claro —contestó sarcástico. Se dio la vuelta para dirigirse hacia las escaleras y luego se me ocurrió preguntar.

—¿Dónde están? — no tenía ni que mencionarlas.

—En el negocio de tu madre. La está ayudando .

Niego con la cabeza.

Me arreglo lo más rápido que puedo para bajar y salir presentable y en cuanto lo hago, ese exquisito olor llega a mis fosas nasales, abriéndome el apetito.

Nuestro pequeño accidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora