Capítulo 30 ( Denisse )

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Tiré las llaves de la casa en una de las mesas de la sala con descuido. Caminar se me hacía pesado, respirar era doloroso. Me encontraba en un momento de la vida en donde resultaba totalmente agotador mantenerme al margen, seguir, tratando de agarrar lo inalcanzable. No quería rendirme, pero las circunstancias podían conmigo. Todo estaba a oscuras, excepto la cocina y yo dejo siempre todo prendido, eso fue lo primero que noté y me acerqué lentamente.

No había nadie. Me quedé parado intentando darle lógica, pensando si de casualidad, hubiera sido yo el responsable de aquello.

Mi celular sonó, provocando que mi corazón acelerada desmedidamente al no esperarmelo.

Era Abril.

No tenía nada en contra de ella, pero este no era el momento. Simplemente no estaba en mis cincos sentidos, no quería a nadie a mi lado...

Que no fuera ella.

Un breve lapzo de tiempo pasó hasta que dejó de timbrar, al empezar a tomarme un minuto y rememorar lo que pasó con ella. Solo recuerdo lo monótono que era aquella relación, la razón por la que acabó. Me pregunto si en algún momento sentí amor por ella.

Volvió a timbrar y lo cogí.

—¿Qué pasa?

—Wao, suenas fatal.

Me senté, tapando mi rostro con la mano, intentando despertarme un poco, razonar, pensar con rectitud.

—He tenido mejores días —respondí, y era verdad.

—Quería pedirte un favor, pero no creo que estás en condición —se rio con un poco de verguenza.

—Abril, si necesitas algo, yo iré, ¿Qué pasó? —volví a preguntar con más seguridad y cambiando un poco el tono de voz para que no pensara que fastidiaba.

Solo interrumpió mi crisis nerviosa, no es nada que no se tolere... creo.

—Sabes, ¿Qué te parece si voy a tu casa? estoy a una cuadra.

No, no, aquí no.

—Hm, sabes que... prefiero que sea en tu casa, o si quieres un restaurante, pero no me siento cómodo aquí, ya iba de salida.

En cuanto cuadré con ella vernos al siguiente día, la voz de aquella mujer vino a mí como fantasma, atormentándome...

"Solo yo puedo venir aquí  nadie más, ninguna chica, ¿Me escuchaste? "

Ella estaba en mis piernas, acariciándome el pelo como siempre le gustaba hacer.

Sus ojos eran libertad, lo eran todo.

Solo pensaba "por el amor de Dios, que esto sea eterno" y le juraba en mi mente mil veces que la amaría hasta que solo quedara mi alma.

Su tacto era embriagador, era específicamente esa dosis de locura que mi vida necesitaba.

Y la amé.

Me llevé las manos al rostro con desesperación, no pude evitar desordenar mi cabello. Quería deshacerme de ese hueco en el pecho.

No pude evitar recordar el último día que vi a Denisse, la última vez que pude decirle te amo, la última vez que la escuché susurrar mi nombre.

Estaba desesperado, era desgarrador. La impotencia me embargaba y sus recuerdos me embriagaban.

Pero ella murió.

No noté cuando empecé a temblar, tratando de  aferrarme a la poca cordura que me quedaba.

Nuestro pequeño accidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora