Capítulo 35 : (Solos, tú y yo)

970 95 19
                                    

Empecé por quitarme una de las tiras del vestido. Su mirada estaba enfocada en cada movimiento, en cada parte que iba mostrando. Llegué a quitarme con lentitud los dos tiros y el vestido cayó, dejándome al descubierto.

No pude evitar respirar hondo.

No más notar la manera en que me observaba, cómo me comía con la mirada, era suficiente para encender mi cuerpo.

No despegó sus ojos ni un momento de mí.

—Siéntate —le ordené.

Dudó un poco, pero lo hizo.

Hasta viéndolo así sentado, deborándome con sus ojos, se veía tan malditamente sexy. Su cabello estaba desordenado, pero me encantaba, él era sin duda uno de esos hombres que no olvidas.

Se quitó la corbata y  recostó sus codos en sus piernas. No se le escapaba ningún detalle.

Me acerqué tan lento, obligándolo a desesperarse. A que no se le olvidara nada. Que me recordara siempre, completa.

Sentía mi sangre arder de deseo, sin duda, las ganas entre los dos hacían lo suyo. La habitación tenía un aire desafiante, demasiado caliente.

Llegué a él, chocando sus piernas contra las mías. Tomé sus manos y las dejé recorrer mis muslos con lentitud. Su respiración empezó a ser más profunda, más cargada, y yo no pude evitar cerrar los ojos al sentir cómo lo hacía.
Él era todo lo que yo quería.

Antes de hacer otro movimiento, me agarró la cintura, manteniéndome en mi lugar.

—Lento —su voz era apenas audible —quiero demostrarte lo que puedo hacer cuando me tomo mi tiempo —llevó sus labios a mi vientre y empezó a dejar besos húmedos.

Definitivamente, este hombre me volvía loca hasta con las cosas más mínimas. Sentía cómo empezaba a perder la cordura, cómo mi mente solo estaba enfocada en complacernos. En escucharlo cuando llegara. Dios, quería que Aiden me tomara.

Su contacto era enfebrecedor.

Empezaba a anticipar las sensaciones que me provocaría sentirlo de esa manera. Estábamos conectados, nos estábamos entendiendo en todos los sentidos. Queríamos esto, lo necesitabamos con locura, después de tantos gritos, tantas peleas, tantas tristezas, el adiós estaba al acecho y yo no me iría de su lado, no con él queriéndome así, no conmigo sintiendo todo aquello.

Solté lentamente el aire que no sabía que tenía guardado.

Me miró y lo imité, perdiendome en él. Sus ojos estaban cargados de un deseo arrebatador, consumiéndome tan solo de esa manera y dejé que se hiciera cargo de mi cuerpo, dejé que me controlara solo por un momento.

Levantó mi pierna, para que quedara en la cama y empezó a besarla con total calma. Enserio quería darse su tiempo y yo enserio quería saber qué podía darme.

Lo paré antes de que siguiera y lo empujé hasta quedar encima de él. Empecé a desabrochar su camisa y cuando tuvo su pecho al descubierto, me tomé unos segundos para apreciar su cuerpo trabajado.

Y todo eso era mío.

Me buscó, me beso con ímpetú. Me besaba con una pasión y una precisión que era de admirar y me perdí en él. Sus labios eran mi droga, su cuerpo debajo del mío... no tenía palabras para explicar todo lo que él me provocaba.

Por fin volvía a sentir esa boca, que maneobraba de una manera que me hizo perder la cordura. No me contuve y me moví solo un poco. Soltó un gruñido que provocó que mi piel se erizara. Sus manos me apretaron la cintura con decisión y me paró.

Nuestro pequeño accidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora