Capítulo 28 (Polo a tierra) EDITAR

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Su mirada era penetrante, y a la vez, llena de emociones, las cuales me transmitian tanta intensidad de una manera abrumadora que sentí mi piel calentarse.

Estaba ahí, encerrada en un maldito baño de un restaurante, como si no hubiera nadie alrededor, más aún, nuestras parejas.

Cabe resaltar que al parecer, a él le importaba una mierda.

—Escúchame —fueron sus primeras palabras.

—Te escucho —respondo medio en broma y él frunce el ceño.

—Sé que las cosas...

—Te escuché lo suficiente —llevé mi mano a la manilla de la puerta y al instante sentí su tacto en mi piel y me alejé como si me quemara.

—No me toques —pronuncié aquellas palabras con suma delicadeza.

—Venus...

—Venus nada —mi cara se descompuso un poco al pronunciar. Sentía cada latido al decirlas —Quieres tenerme cuando te dé la gana. La cagas, vuelves, te acepto en mí de nuevo y, ¡oh! Sorpresa, vuelves a cagarla. Lo tuyo no es nada más que turismo emocional y bastante cansada de viajes que estoy, así que apártate —solté brusca.

Su mirada me transmitía cierto temor en ese momento. Se contenía, ¿Estaba molesto? A ver, a ver, yo soy la que tengo el derecho de estarlo.

Respiró profundo tratando de calmarse.

—Nunca vas a entender como es en realidad que pasan las cosas, solo permíteme...

—Permitirte y un culo —me alejé.

—Entiendo que te molestaras, ¿De acuerdo? Pero...

—Si lo entendieras no estuvieras aquí.

—¿Qué? ¿Tratando de arreglar las cosas? Disculpa, pero eso es lo que se hace cuando alguien te importa. Dejas tu orgullo al lado, deberías hacerlo lo mismo, aunque sea un mínimo de esfuerzo, te lo agradecería.

Lo había soltado como si no quisiera haber dicho aquello, como si no quisiera recorrer ese camino.

Solté una risa carente de gracia.

—Oh, perdóname, señor correcto. ¿Cuando te darás cuenta que esto —nos señalo —no va ni para la esquina? ¡Deja de buscar en mí algo que no tengo!

—Déjame entrar en tí —a sus palabras le siguió un silencio que cortaba más que un filo.

Sabía lo que quería decir. Nada morboso, desde luego, pero esas palabras tenían mucha profundidad, incluso, más de lo que yo sabría interpretar.

Tragué fuerte y no me di cuenta cuanto se había acercado hasta que estuvo tocando la punta de mis pies.

—¿Sabes cuántas veces nos vamos a fallar? —tomó mi barbilla, obligándome a verlo —Y aún así, yo te prometo, por lo que más quieras, que nunca te dejaría... yo no.

Yo no...

Me quedó un gran vacío al grabarme esas últimas palabras.

Mi mente empezó a dolerme de una manera poco natural e intenté evitarlo a toda costa.

Esas dos últimas palabras rezonaban en mi mente como eco, extrañamente.

—¿Y qué es lo que más quieres? —lo reté con el pulso a mil.

Su mirada se suavizó. Acarició mi mejilla como si mi piel fuera de porcelana, tan delicada. Su tacto fue tan suave, tan cautivador, que me quedé perdida en ello.

Me arrepentí al instante. No debía incitarlo a decir cosas que tuvieran que ver con nosotros, porque no hay un "nosotros". Estaba con alguien más y él también.

—Estoy con Thiago ahora.

—¿Ahora? —respondió con altanería —¿Hasta cuando? —se ríe.

—Tengo todo lo que necesito, y solo para que quede claro, tú no estás en la lista.

—Quizás tienes lo que necesitas —sonrió de lado —pero no lo que quieres.

Lo miré furiosa.

—Tienes muchos pretendientes, pero te hace falta un hombre sincero.

Noté cuando resaltó la palabra "Hombre" . Apreté mis puños hasta más no poder para contenerme.

¿Pero qué diablos le pasaba?

Se acercó hacia mí, tanto así que retrocedí por inercia para no permitirlo, para no arriesgarme ni dejarme llevar por él, tal cuál él pensaba.

Me arrastra hacia él al instante en que doy unos pasos hacia atrás y empiezo a sentir su respiración mezclarse con la mía.

Mi mirada es de furia, odio, intensa, y la de él me penetra hasta los huesos, no permitiéndome alejar mis ojos de los de él.

Coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja lentamente y me remuevo incómoda hasta que se acerca aún más a mí, despacio, apropósito, para poner esto aún peor.

—Y tú siempre te vas, y yo siempre me quedo, y siempre volvemos.

Su aliento en mi oído hizo que se me erizara la piel. Sus palabras, con ese toque tan provocador, tentándome, retándome a que sea la primera en tomar la decisión de lo que iba a pasar después.

Lo miré con una sonrísa tunante.

—Creo que te equivocaste de chica —negué lentamente, saboreando el momento —no estoy buscando una mitad, soy suficiente —alcé mi rostro —estoy completa, cariño —sonreí de lado y me liberé de sus brazos con decisión —no necesito de tí para ser yo.

—Estás tratando de encontrar en otra persona lo que sentiste conmigo —me susurra, levantándome la barbilla —. Y no sabes lo equivocada que estás. No tiene la táctica adecuada para tenerte por completo, para hacer que lo ames con esa intesidad, con la que solo tú y yo sabemos.

Mi ira creció en aquel momento al escucharlo hablar con tanta seguridad. Quería destrozarle en ese momento.

—Puedes sacar toda la labia que quieras, me seguirá valiendo verg...

Me haló hacia él con poca delicadeza.

—Puedes seguir dándome el mismo libreto de que te no te importa, y yo seguiré sin creerte —reformula lo que iba a decir.

—No me toques —le susurré con irritación.

Me molestaba el hecho de que reaccionaba a cada tacto suyo en mi piel.

—No te atribuyas cosas que no te pertenecen.

—Ah, no, es que no me las estoy atribuyendo, estoy defendiéndome. Quieres trapear el suelo conmigo, pero yo no soy tu perro faldero —acercó su rostro levemente hacia mí y yo me arriesgué, quedándome plantada en el mismo lugar.

Su nariz empezó a rozar mis mejillas, descender por mi cuello, hasta cortarme la respiración.

Iba lentamente, como si supiera lo que hacía, la tortura que era estar así.

Ascendió por el mismo camino hasta llegar a mis labios. Nuestras respiraciones chocaban y yo solo pude reaccionar de la mejor manera posible. Cagándola.

Lo empujé fuertemente, hasta mantener la supuesta distancia que necesitabamos.

—Vete a la mierda. A mi no me vas a tener cuando te de la puta gana, ¿Me entendiste? No me trates como una más del montón.

Se rio agriamente.

—Tu siempre has sido mi plan A, B, C, hasta la maldita Z —sus ojos se anclaron a los míos. Su mirada era tan penetrante, que no pude desviarla.

Era como una guerra entre nosotros.

—Aléjate de mí —le dije con la voz fría.

—No puedo —se encogió de hombros, así no más.

—Te toca acostumbrarte, macho —me reí de forma amarga —. Que sea la última vez que te atrevas a tocarme —solté abruptamente con tanta frialdad para que le quedara claro.

—No puedes comportarte de esta manera —. soltó entre molesto e herido.

Me reí.

—Obsérvame —lo reté

Al instante lo que fue un dolor extraño, se convirtió en algo más fuerte. Me llevé las manos a la cabeza por inercia.

Todo empezó a darme vueltas y volví a tener aquel pánico.

Esto no estaba bien, para nada bien.

No logré articular ni ver nada a mi alrededor, todo estaba confuso.

Las palabras de Aiden eran las únicas que rezonaban en mi cabeza.

No sé si era producto de mi imaginación, pero sentí caer al suelo de rodillas y a alguien abrazarme, pero era algo irreal, y a la vez, lo sentía. Aquello era tan extraño.

Fui respirando poco a poco con el cuerpo adolorido. Intentaba hacerlo moderadamente, hasta poder sentir como todo se iba agudizando, pero no podía.

Por un intervalo de segundo conecté con la realidad y me di cuenta que estaba de rodillas, sobre mi estómago, respirando como si me ahogara.

Escuché como Aiden gritaba algo que todavía no era claro para mí. Lo que sí pude descrifrar fueron sus brazos al rodearme y alzarme como si no fuera peso para él.

Entendí que lo que para mí fueron dos minutos, para Aiden fue más tiempo. Al parecer me había quedado suspendida.

Era como estar dentro de mi cabeza, de forma literal.

Di una larga bocanada de aire y al mirarlo, esa cara de preocupación al cien, quise sonreir, por más raro que fuese, se sentía bien ver cuanto se preocupaba el señor perfecto, el que nunca pierde la compostura.

Luego vi a Thiago llegar junto a Bruno, al parecer, Aiden los había llamado y yo todavía estaba medio perdida.

Sí, podía identificarlos, pero era como si no entendiera el idioma en que hablaban.

Un escenario distinto se instaló como por arte de magia, era Aiden, bajo la lluvia frente a mí, con las manos hecha puños y el semblante serio. Pestañé y volví hacia el ahora, o al menos eso creía.

Estaba mal, yo estaba muy mal.

Al sentir que Aiden se apartaba de mí, lo agarré con fuerza sin pretenderlo, como si mi cerebro diera una respuesta al instante a mi cuerpo ante su lejanía.

—Aiden —lo nombré al punto del llanto.

No sabía porqué, pero unas inmensas ganas de llorar se me acumularon. No podía articular palabra alguna. Lo único que sabía era que Aiden debía estar junto a mí.

—Venus, yo te llevaré —pero no era la voz que quería escuchar. Ese era Thiago, susurrándome.

Empecé a respirar más rapido.

—Amor, tranquila, tranquila. Respira conmigo —sonó la voz de Aiden tan cerca de mí, que su aliento chocaba contra mi piel.

Empecé a buscarlo sin saber bien donde estaba, porque volví a aquel escenario, todo oscuro, solo las luces de la calle, dándole un toque más dramático al momento.

Aiden volvía a decirme aquellas últimas palabras...

Yo no.

Y de pronto, éramos niños.

Unos pequeños frente a una casa que conocía muy bien, era la mía.

Me tomaba de la mano, tan serio y volvía a repetir esas dos palabras.

Volví un instante cuando sentía como me tomaba la mano. Su tacto era caliente, justo lo que necesitaba.

Tragué fuerte.

—Lento, eso es —volvió a susurrarme.

—Aiden —escuché a Thiago, tenso.

Luego de unos momentos él respondió.

—Lo sé...

Y todo para mí, fue total oscuridad.

***

Me sentía dentro de un sueño.

Todo estaba oscuro. Tenía un mareo que no me dejaba ni moverme hacia un lado. Solo sabía que no querí abrir los ojos, no aún.

Solo una cosa era causante de mi cordura. Sentía un calor diferente en mi mano, algo que me mantenía en el aquí y en el ahora.

Quise quedarme así, con aquella sensación tan envolvente, pero a lo lejos, logré escuchar aquella voz, que me hacía despertar.

Era como si estuviera hablando solo, lo sentía cerca, conmigo.

Parpadeé, sintiendo aún los ojos pesados, tanto, que dolían. Fue una sorpresa darme cuenta donde estaba, y con quien.

Aiden sostenía mi mano, y se mantenía con la cabeza agachada, murmurando cosas para sí mismo, intentaba aclarar mi cabeza, establecerme bien aquí, saber qué pasaba.

—No te vayas, aún te amo, aún te necesito conmigo. Esta vez... —suspiró entrecortadamente y mis sentidos se agudizaron en ese momento — juro por Dios que intentaré hacerlo bien, prometo amarte todos los días —su mirada nunca se levantó. Miraba el suelo, con los ojos cerrados.

Ese momento me rompió el corazón.

—Solo dime que estaremos juntos en esto.

Apretó mi mano y una corriente llegó a mi al instante.

Solo recuerdo haber estado peleando con él, en aquel salón, y eso es todo, solo... negrura. Algo que no he descartado fueron esos momentos, cuando éramos niños, él agarrando mi mano, dándome fuerzas, contagiándome de su valor.

Daba gracia estar así ahora, cuando era como un juego entre serpientes, enredando al otro.

Él a pesar de todo, me demostraba que iba a estar conmigo, pasara lo que pasara. Sentía que el mundo podía terminarse en este preciso momento, y el me acobijaría.

Aclaré un poco mi garganta y él levantó su mirada atenta, tenía un miedo indescifrable en esos ojos que me caló hasta el alma.

Sentía la garganta seca.

Él siempre me protegía y yo todavía no entendía el porqué. De un momento a otro todo cambió, cada día era peor que el anterior, pero a igual manera, nos seguíamos hasta en los sueños. Era como un imán. Una fuerza nos atraía de una manera que no entendí, y que creo nunca entender. Me pregunto si esto que llevo por dentro es amor, y si no lo es, no sé que carajos podría ser, eso era algo que me desquiciaba, el no saber exactamente lo que pasaba, lo que sentía...

Y aún con todo esto, yo a él lo sentía mío.

Apreté su mano, después de un largo rato, viéndonos sin articular palabra alguna.

Y con el corazón lleno de emociones, logré decírselo, porque así lo sentía, porque era como si debiera hacerlo.

Porque quería.

Mi mente empezaba a soltar aquellas palabras como si quisiera sacárselas, no tenerlas tan grabadas en el corazón como si el suyo estuviera pidiéndome a gritos eso.

—Eres mi polo a tierra.

Y aunque mis palabras eran cortas y me salieran roncas al pronunciarlas, supe en su rostro que era justo lo que necesitaba en esos momentos

Además de los tantos significados que se le podría dar , sentía muy dentro de mí que era una señal, queriéndole decir: Aún estoy aquí.

Mi corazón gritaba con salvajismo por él en esos momentos y me asusté.

Pero Aiden...

Él se veía tan perfecto, aun de esa forma tan derrotada, con uno que otro mechón cayendo sobre su rostro, con aquella mirada que me encerraba y me llevaba a un mundo donde no quería salir.

Aiden era para mí ese polo a tierra.

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