Capítulo 33 (Para amarte de mil formas)

895 78 8
                                    

El bullicio para unos podría ser insoportable, para otros llegaba ser hasta consolador, yo incluida en este último.

Sonaban los motores a todo volumen, la gente gritando con fervor, se sentía hasta la  adrenalina entre las ondas. El viento arrazaba todo a su paso. Había mucha gente, en demasía; tantas que pensé que la policía en cualquier momento llegaría. Por razones obvias los tres teníamos que estar juntos, tomar absoluto control de todo lo que nos rodeara. Era tarde, pero el sueño no era permitido en esos momentos.

Los buggies fueron el centro de atención, algo que no pasaba todos los días. No había visto a Abril —gracias a Diosito, hermoso— Bruno había llegado, y por la cara de Lila, todo había salido como lo había planeado. Les había dejado la sala de reuniones solo para ellos, como buena persona que soy, pero cuando le di alrededor de una hora entré sin avisar y los saqué para que no asqueran el lugar, que quizás haya sido muy tardo, quién sabe.

Esteban tenía una sonrisa de par en par en todo momento, pero no se atrevía a quedarse conmigo por cuenta propia, nomás si la situación la ameritaba.

Corrí en una ronda. Sentí la sangre hirviendo de la adrenalina, descargando las cosas más enterradas que llevaba por dentro, como un nudo. A todo el mundo le encantaba ver cómo los tres corríamos, algunos por la simple curiosidad de saber por qué somos los dueños del centro, otros por rivalidad. Hasta el día de hoy, se hablaba de Aiden, por desgracia.  Podía escuchar su nombre susurrado en mi oído, podía notar como mis ojos sin pretenderlo miraban de un lado a otro, esperándolo, pero era un simple deseo, no iba a pasar.

La noche pasaba y solo me tocaba ocuparme de las cosas que había por hacer, luego, ya cuando todo el mundo tenía que volver a su cotidiana vida, tuvimos el chance de estar juntos en la misma sala. Tomamos un poco, pero estábamos bien. Todo había salido perfecto. Abril había enviado a alguien en su nombre para encargarse de los buggies, según ella, tenía una emergencia, una que no dio a conocer y eso no me sonaba nada bien.

Me quedé fija mirando un punto en el suelo hasta que sentía el calor del cuerpo de Thiago detrás de mí.

—¿Quieres llegar a casa? —su voz era apenas un susurro.

Me giré para verlo.

Asentí, sin querer decir alguna palabra más.

—Creí que estabas mejor después de todo lo que pasó en la noche —me mira preocupado y empieza a analizarme.

Abro la boca con la intención de responder, pero no salen las palabras. Por alguna extraña razón seguía sintiendo un nudo en la garganta, y un hueco en el pecho.

—No tengo energía suficiente —intenté contestar con algo coherente, pero no creía que se lo creyera.

—Nunca te cansas de estas cosas, eres la que más energía tiene siempre —se recuesta de la mesa detrás de él.

Trago lentamente y empiezo a caminar lentamente.

—¿Nos vamos? —él no se mueve, solo se queda escudriñándome con la mirada. Me mira de piez a cabeza y se acerca como un cazador con su presa. Empiezo a sentirme tentada a decirle que no de un paso más, que no me encuentro bien, pero sería darle el placer, darle lo que estaba buscando. Quería que respondiera para así saber la pregunta exacta que quería hacerme.

Me acarició la cintura, y lo dejé.

Dile que no te encuentras bien. No seas orgullosa.

Empezó a besarme con cautela, presionándome.

Lo está haciendo a propósito. Lo puedes parar, no tiene ningún problema que no tengas ganas.

Pero es tu novio, y si lo paras, le darás motivos para preguntarse. Te preguntará cosas que no estás segura de lograr responder.

Nuestro pequeño accidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora