Capítulo 25 (La manera más bonita de autodestruirse) EDITAR

1.2K 117 6
                                    

AIDEN
—¿Cómo están familia?

Ella sonreía como si el mundo fuera suyo, como si todo lo tuviera bajo control.

Miraba a todos, excepto a mí.

Se sentó y cruzó las piernas, y luego la siguió Thiago.

Thiago y yo tuvimos una batalla de miradas. No despegó sus ojos de mí hasta que alguien habló.

—Hola, mi niña, ¿Dónde habías estado? —su madre intentó no sonar tan preocupada.

Se encogió de hombros.

—Me la pasé con Thiago —respondió sin más.

Bruno seguía tenso a mi lado. Subía y bajaba las caricias en la pierna de Lila, intranquilo.

—Hicimos mucha comida, vamos, vamos, fue con mucho amor —dijo mi madre, emocionada.

—Que bueno, tengo mucha hambre —empezó a servirse.

—Venus, mañana es el cumpleaños de Bruno, ¿Vendrás cierto? —Lila preguntó con curiosidad.

Ella alzó la mirada y se quedó mirándola, pensativa.

—Puede ser —siguió comiendo.

—Thiago, ¿No vas a comer, hijo? —la madre de Venus tenía una mirada de preocupación y Thiago solo negó lentamente.

Vestía de negro entero. Su piel pálida hacía contraste con esos tatuajes que saltaban a la vista.

—No tengo apetito, pero gracias —no se preocupó en regalarle una sonrisa, solo... respondió.

Sé que todos están acostumbrados a su forma indiferente.

Intenté seguir comiendo sin mirarlos en absoluto.

No me di cuenta en la fuerza que ejercía en el cubierto hasta que Bruno miró mi mano y noté donde se dirigía su mirada.

—No tienes que ir si no quieres, Venus —sé que intentaba librarse de ella con ese simple comentario para que yo no me sintiera como me estaba sintiendo ahora mismo.

Ella le regaló una sonrisa que no logré interpretar.

—No me lo perdería —juntó sus manos encima de la mesa —pero, supongo que deberías darme permiso, me gustaría ir acompañada. Tengo otro compromiso y de allí me dirijo al restaurante.

Noté el sutil gesto de Vicky, llevándose la copa a los labios lentamente mientras mirada por encima del objeto, atenta a todo movimiento.

—¿A dónde iras? —le preguntó su madre, al instante.

Me recuesté de la silla con total tranquilidad, mientras por dentro sentía como me iba subiendo la irritación cada que abría su boca.

—Saldré con Thiago —respondió llevándose un trozo de carne a la boca.

Esa no fue una respuesta. La evadió totalmente.

Cada quien siguió en lo suyo, uno que otro comentario de algunos, pero nada raro, o molesto.

Yo seguía callado, no había dicho ni una palabra en todo el rato desde que ella llegó.

Vicky me miraba de reojo por tiempos, como si ya supiera lo que está pasando.

—Y... Aiden, ¿Tienes novia? —pregunta Lila de pronto.

No me digno a mirarla. Conozco la razón por la que lo hace y aunque por un lado lo agradezco, este no era el momento.

Pensé en decirle que sí, de mentir totalmente solo para poner en equilibrio la balanza. Una ola de enojo, rabia, impotencia me arrasó completamente. Me sentía airado.

Carraspeé, pensando en soltar aquellas palabras. El impulso de jugar su mismo juego me llevaba hasta el límite.

Pero como si de una pared fuera, me estrellé, dando de frente con que... ese no era yo.

No, no actuaría como ella.

No, no respondería algo que no es verdad solo por lastimarla.

Me negaba a comportarme de esa manera impropia de mi persona, de ser infiel a mi mismo, a mi corazón.

No podía hacerle daño...

No a ella.

Me relamí los labios antes de responder.

Escuché una pequeña risa salir de aquellos labios, pero lo ignoré.

Soy mejor que esto.

—La verdad es que no —levanté la mirada, para clavarla en Lila —pero sí me atrae alguien.

Venus siguió comiendo como si no me escuchara en absoluto, pero la conocía, moría por saber quién carajos era.

Todos estuvieron esperando, atento a lo que dijera, así que lo hice.

—Es un poco difícil de explicar —le sonreí de lado.

Ella asintió con el ceño medio fruncido.

—Pero... ¿Llegarán a algo?

Sin pretenderlo la miré.

Me delaté, pero no pude contenerme, lo hice por inercia.

Me acomodé en la silla.

—Si nos ponemos de acuerdo, quizás, pero no creo que sea por ahora —noté como Thiago me observaba.

Su rostro estaba frívolo, pero su mente maquinaba de forma sorprendente, eso lo sabía. Si hay algo que nos conocemos el y yo, son nuestras mañas, la forma en que pensamos ante una amenaza.

Para sorpresa mía, fue él quien habló:

—No estés tan seguro —su tono no era serio, pero tampoco a la ligera.

Me arreglé el traje y lo miré luego de darle un sorbo a mi bebida.

—¿Tienes experiencia?

Frunció el ceño ligeramente, casi inexpresable.

—¿Disculpa?

—Digo que, al parecer tienes experiencia, por eso me aconsejas. Alguna vez estuviste seguro de conseguir algo, y luego, se esfumó —mi tono sutil de decirlo no era tan evidente como la burla que se escondía detrás de mis palabras.

Movía su rostro hacia un lado, como si estuviera preparándose.

—Soy buen perdedor, aprendo, y luego consigo lo que quiero, así que sí —soltó con orgullo y un destello de diversión —de los errores se aprende, los corriges y obtienes un mejor resultado —una sonrisa cínica se asomó por su rostro.

Venus dejó de comer, y se quedó mirando a la mesa. Tragó fuerte sabiendo por donde iba la conversación.

—Vaya, de los errores se aprende —asentí, dándole la razón —se supone que no deberías cometerlos de nuevo, si fueron errores. Nunca llamaría error a algo que me hizo crecer como persona —todos se quedaron callados.

—No respondas —le susurró Venus, pero su voz fue perceptible para mí.

—Aiden —mi madre habla entonces, cortando el mal ambiente.

La miro despreocupado.

—Deja de asustarlo —le sonríe a Thiago —él es así, ya sabes, empresarios —rueda los ojos con diversión, una que no me trago —les gusta pelear por todo y tener la razón. —obviamente mi madre intentaba aligerar todo.

—¿Quieres algo de beber por lo menos?

—Yo me despido, que tengan una buena noche, gracias por invitarme —me levanto abruptamente.

No estoy para este teatro.

—Pero, si apenas...—mi madre refuta pero la interrumpo.

—Tengo cosas importantes que hacer, me disculparán —me inclino un poco, despidiéndome de forma formal.

—¿A dónde te vas? —pregunta Vicky.

—A mi casa —saco las llaves de mi bolsillo.

—¿Me llevas por favor? Tengo que irme temprano.

—Claro, vamos.

—¿Tú también, Vicky? —se queja Lila, decepcionada.

—Sí, tengo algo en casa que hacer —se disculpa. —gracias por todo, espero volvernos a juntar —da una pequeña sonrisa que no llega a la altura de los ojos y se acerca a mí. Su mirada suplicante lo decía todo.

—¿Llevarás a Lila, Bruno?

Él asiente.

—Quédense un poco más, ¿Sí?

—Claro, no tengo problema —les regala una sonrisa amable.

—Igual tú, Thiago —les dice la madre de Venus.

—Thiago dormirá aquí hoy, ma —le responde ella y siento como me congelo.

—Ah, que bueno, pues déjame alistar tu habitación desde ya —se para, dispuesta a hacerlo, pero Venus la interrumpe diciendo:

—No, no te preocupes, dormirá en mi habitación —le informa con detenimiento.

Todos se quedaron callados, ¿Siquiera respiraban?

Hice puño mis manos.

¿Esto es apropósito?

La molestia era visible en mí. Sentía como la ira me salía por todo el cuerpo.

Ponía todo mi autocontrol para no opinar al respecto e irme, pero aún no podía, aún no. ¿Cómo la iba a dejar sola con él? Mi paciencia estaba yéndose al límite.

—Lo siento por decirlo ahora, pero quería buscar el momento adecuado. Thiago y yo a partir de hoy somos pareja —una sonrisa complaciente salió de aquellos labios rojos.

Todo eso me cayó como un balde de agua fría.

Tragué fuerte.

Su madre y la mía abrieron los ojos de más.

Luego, todas las miradas se dirigieron hacia mí, como si estuvieran sincronizadas.

—¿Qué? —preguntó en un tono molesto al ver hacia donde se dirigían sus miradas.

—No, nada, cariño, es que... me tomaste desprevenida —su madre fruncía el ceño mientras contestaba —Y... bueno, creo que, mejor lo hablamos mañana con la cabeza preparada, fría, ¿Te parece bien? —su madre me miró rápidamente.

Yo solo estaba ahí, sin decir ni una palabra, ni moverme. No porque no quisiera, sino porque no podía.

Thiago me daba la espalda y mi mirada se clavó en ella.

—Estoy de acuerdo —respondió mirándola.

Venus lo miró y se lo pensó antes de asentir.

—De acuerdo —respondió.

—Pero hoy si les pido que duermas en otra habitación —contestó su madre con un poco más de seriedad.

—No tiene porqué.

—Sí, porque es mi techo y aquí hay reglas, quieras o no —dijo de repente —y me escucharás antes de cualquier cosa.

Me dirigí a la salida sin despedirme.

Necesitaba aire, necesitaba salir de ahí cuanto antes.

Respiré profundo y boté el aire lentamente. Continué haciéndolo una y otra vez.

Quería romper algo, me sentía impotente, rabioso. Esa chica solo me lo hacía cada vez más difícil.

¿Acaso esto siempre era así con ella?

Esto es incluso, estúpido.

¿Cómo es posible que tenga que poner toda mi fuerza de voluntad a cada segundo para no perder el control?

Ella y yo somos el vivo ejemplo de que hay personas que nunca podrían permanecer, aunque se intentara.

Cerré los ojos con fuerza, llevando mis manos al cabello con frustración.

¿Qué carajos iba a hacer ahora?

No puedo irla a buscar, porque de seguro me mandará al mismo demonio, me estaría metiéndo en problemas con Thiago, peleas diarias. Él no la soltaría, no la dejará ahora que la tiene.

No... él ni la tiene.

Puede tener su cuerpo de una manera fugaz, pero hay algo más que eso, hay otras cosas más importantes que él nunca tendrá por más que lo intente, y aunque quiera sacar esa idea de su cabeza, sabe que tengo razón, siempre la he tenido.

No me iba a rendir.

Tengo el poder para hacer y deshacer, y tengo el poder para recuperar aquella parte del rompecabezas.

Lo haría, eso lo daba por hecho.

Ese algo que solo ella y yo sabíamos, aunque nos matáramos.

"Pronto" Volvió a decirme mi mente.

Aún me preguntaba si quería o no, pero mientras tanto, estaré a su lado, porque a estas alturas, escapar no era una opción.

—Aiden —la voz de Vicky retumbó en mi mente como un intruso. No me giré.

—Ya te llevo —le dije.

—Puedo irme en un taxi, descuida.

—No —esta vez me volví a ella.

—Estaré bien —asiente, dándome a entender, que no era necesario.

—Ya dije que te iba a llevar, no tengo problema alguno —soné más frío de la cuenta.

—Andando —la impulsé un poco, posando mi mano en su espalda baja hasta llegar al auto.

En cuanto llegamos, nos sumimos en un silencio.

—Disculpa, Ella no sabe bien lo que hace —se refirió a Lila.

—Sé sus razones, quizás, yo haría lo mismo por Bruno en su lugar como mejor amiga —sí, la entendía en cierto punto.

—Pero ella tenía que respetar tu opinión y no entrometerse.

—Disculpa por dañarte la noche —fue lo único que dije.

—Está bien, al menos algo interesante pasó —se rio un poco.

—No me gustaría que pasaran cosas interesantes en mi vida con esa definición que tienes —niego apretando el volante. Ella lo notó.

—Todo a su tiempo, Aiden —dice en un tono apenas perceptible.

No respondo.

Ya eso lo sé, odiaba recordarlo, porque el tiempo parecía extenderse cada vez más.

—Estoy perdiendo la cabeza —susurré más para mí.

—Te entiendo, pero, ¿Qué más podemos hacer?

Negué lentamente.

—Ciertamente, dejarla con él no estaba en mis planes —dije con fastidio.

Ella clavó su mirada en mí.

—Thiago siempre estará, lo sabes —dijo seria.

—Ni me lo recuerdes, es lo que más odio de todo esto —giré en U, haciendo que nos moviéramos un poco hacia la derecha al girar.

—A los dos los conoce desde pequeños, solo que ella —respiró profundo antes de responder —Sabes que en su niñez, Thiago fue el que estuvo todo el tiempo, todos los días, junto a Esteban —fue sincera.

—Lo sé.

—La cuidaron —recalcó para que quedara claro —así que no pienso que él sea lo peor, muchas veces fue su salvación cuando se sentía apunto de desmayarse.

—¿Podemos dejar de hablar de cómo ella se olvida de mí? Sé que no estuve a cada segundo con ella, pero estuve lo que pude, lo que se me permitió. No es necesario que me recuerdes que él fue su paño mientras yo solo podía verla cada dos años —solté molesto, pero intenté no desquitarme con ella.

Respiré hondo.

—¿Qué sugieres?

—Dejarla —dijo como si fuera la única opción.

Me río de manera cruda.

—Voy a repetir la pregunta, esperando que no vuelvas a repetir eso, me haré como el que no escuché.

—Ella sabe el camino a ti —me agarró una mano, apretándola —Deja que vuelva sola.

Su apoyo fue suficiente para poder abrir un espacio en mi mente donde poder encajar mis ideas.

Respiré hondo, tratando de aclararme lo más posible.

—No creo poder hacerlo —le fui sincero.

—Lo harás —me dio una vaga sonrisa.

—¿Cómo estás tan segura? —mi tono sonó con desilusión, como si me encontrara en un abismo oscuro, del que no podía salir. Su mano seguía agarrando la mía con firmeza.

—Porque la amas —me sonrió de lado, amable, fresca.

Tragué fuerte.

Para mí, Amar era la manera más bonita de autodestruirse.

VENUS

En cuanto todos se fueron, Thiago se quedó un buen tiempo conmigo, mi madre dio una larga charla de las razones por las cuales debería hoy dormir en otra habitación y me irrité, pero, es madre, lo entendía.

Thiago se la pasó callado, escuchándola, o simplemente viéndola.

Mi madre por otra parte se veía nerviosa, y no entendía en sí porqué, pero esa plática sería para otro día.

Nos quedamos acostados, él leyendo un libro de los que tenía en mi librero y yo, viendo los mensajes de Lila quejándose.

Bufé cansada.

Capté la atención de Thiago sin pretenderlo.

—¿Qué pasa? —se acercó a mí, sentándose a mi lado.

Me perdí en su mirada fija en mí.

Me encantaba tanto tener su total atención.

—Lila está quejándose y Vicky no habla por el grupo. Tengo muchas tareas que no he hecho, ni siquiera sé cuales son para ser más específicas —me llevé la mano a la frente, frotándola para aliviar el dolor de cabeza.

—¿Algo más?

Levanté la mirada.

—¿Debería haber algo más?

—No, no debería —sonó en forma de "no debería, pero la hay"

—Ya dime qué pasa —solté exhausta.

Se acercó a mí, y me acarició la barbilla. Su tacto era remedio para mí. Me podría quedar todo el día con él de esa forma.

—Me preocupas, es todo —susurró. Su voz ronca era música para mis oídos.

Le dediqué una media sonrisa.

Me acerqué a él, plantándole un piquito.

—Oye, creo que el primero que debió de saberlo era Esteban, me siento un poco mal —le digo a regañadientes —aunque sabes que no estamos bien.

—Cuando estamos bien tú y yo, se te ocurre estar mal con él —levanta una ceja.

Me encojo de hombros.

—¿Qué te digo? —suelto tierna y él sonríe —No sonríes a menudo —le digo. Su mano seguía acariciándome.

Suspira antes de responder.

—¿Qué te digo? —se le veía relajado. Era bastante notorio para mí cuando estaba fastidiado aunque siempre se mantenía frívolo.

—Mañana iremos a juntarnos con la rubita, entonces —intento afirmar.

—Te cae mal, ¿Cierto? —deja de acariciarme y me siento un poco incompleta.

—¿Te parece? —le pregunto con sarcasmo, mirándolo seria.

—No, presiento que te encanta —se burla.

—No te quiero cerca de ella —digo lo obvio, por si no lo entendió.

—Pues no me tendrás cerca de ella —responde dándole punto final.

—Estoy cansada, deberíamos irnos a dormir ya —bostezo.

—Sabes que no suelo dormir mucho.

—Sé que tienes problemas para eso, perdón por no acompañarte.

—Está bien —concluye sin más.

A veces me estresa sus monosílabos o las respuestas tan cortas y simples que da.

—¿Qué? —pregunta sin ninguna expresión en su rostro.

—Eres muy misterioso, tipo novelas —me río —te pareces a un personaje que me gusta.

—Ah, ¿Sí? —inquirió.

Asentí.

Me acercó a él al instante, llevándome a su regazo.

—Debería sentirme halagado, pero, insistiré en que soy mejor —me mira con un brillo que no sé como interpretar.

Le acaricio su suave cabello negro y luego los tatuajes que lleva.

—Me sé cada uno de tus tatuajes —digo más para mí misma.

—Sí, porque siempre estabas ahí cuando me los hacía.

—Igual que tú —contesto con un sentimiento de calor en el corazón.

—¿Sabes cuándo te hiciste este? —preguntó frunciendo el ceño.

Me extrañé al instante.

Sentía que sí, pero a la vez no.

—Recuerdo que fui a hacérmelo donde siempre —digo con vagos recuerdos —sabes que fue hace mucho —intento restarle importancia.

Él asiente, degustando mis palabras.

—¿Qué tanto piensas?

Se toma un tiempo para responder.

—En que quisiera tenerte para mí, toda la vida —su rostro era inexpresivo, pero aún así, yo sabia descifrarlo.

Me reí y lo besé suavemente.

Él me siguió el ritmo, abrazándome más fuerte, de manera lenta, pero precisa.

Me encantaba, él me encantaba.

"Pero no tanto como él" una vocecilla en mi cabeza soltó aquellas duras palabras y corté el beso al instante.

¿Qué diablos fue eso?

—¿Qué?

—Hmm... —me quedé sin palabras.

Mi mente estaba jugando en mi contra.

Me odié por ello, no debería de pensar en otro, y menos de esa manera.

Me negaba rotundamente a permitir que un tercero me jodiera la existencia con él.

—Te amo —le dije de manera suave, directa.

Él me miró fijamente, estudiando mis palabras, como si quisiera cerciorarse de que estaba diciéndolo, de que era real o de que lo decía en enserio.

Pensé que no me respondería, pero lo hizo.

—Yo también —fue lo único que dijo, no "te amo" o "yo más" y no sé porqué, pero mi mente empezó a jugar conmigo de mala manera.

Él no debía de decirlo por obligación, pero me hubiera gustado escucharlo, porque no lo dice, nunca lo dice. Amaba y odiaba al mismo tiempo su parte reservada.

Dormí sola, con todo los recuerdos rondando como si se burlaran de mí.

Esa fue la noche más larga, me torturé como nunca pensé que mi mente se rompería, así, lenta y explosivamente. No quería aferrarme a los recuerdos, pero para mí, eso estaba siendo imposible. Por otro lado, pensaba en las cosas que pudimos hacer bien, ya saben, esas que te vives imaginando cuando apenas puedes dormir. Aquellas cosas que te hubiera gustado hacer junto a su lado. porque ahí era el único lugar donde podría pasar...

En tu mente.

Él no se estaba convirtiendo en algo imposible, sino, nosotros.

Que mala costumbre esa de nosotros por tener afán de autodestruirnos creando ilusiones en el corazón que nunca se harán realidad.

Nuestro pequeño accidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora