Capítulo 10

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Sus ojos se centran en la oscuridad de la habitación, aferrándose a su oso de peluche que le regalo Bruce en su último cumpleaños.

Baja con cuidado de la cama, se dirige a la ventana apresiando la fría noche decorada de tristeza y de decepciones.

Junta sus manos, en modo de rezo, y empieza hablar.

—Hola señor dios, —comenzó — se que no hablo mucho con usted pero esta vez necesito un amigo.

Soltó un suspiro, se pone en una mejor posición y le habla al cielo.

—Solo te pido, de corazón, que los problemas de mis padres se resuelvan, que todo vuelva a la normalidad, y que papá Bruce me vuelva a abrazar y mimar como lo hacía antes —para ser tan solo un niño, pero ya sintió punzadas en su inocente corazón —. Qué papá Tony me reciba con los brazos abiertos, y me lleve a comer helado... Solo te pido eso, prometo que me portare bien, pero... Por favor, no hagas que mi familia se destruya, no quiero estar de vuelta solo —le pidió con lágrimas el niño de ojos claros al cielo y la voz rota. El solo quiere una familia, ¿es tan difícil cumplir ese deseo?.

Le sollozo a la noche, rogándole entre lágrimas a Dios que se cumpliera su deseo. Pero parece que Dios estuvo sordo aquella fría noche donde el retoño le suplicó con lágrimas.

O quizás.

Solo le habló a la noche, y le rogó a lo imposible, por que Dios, jamás hizo acto de presencia en los rezos del pequeño.

Mientras Tony se pierde en el alcohol.
Mientras Bruce busca placer en el cuerpo de otra persona.

El pequeño Pet ruega que sus rezos sean escuchados.

~×~

—Entonces, Bruce —llama su atención con una sonrisa —.¿Estas soltero?.

Sonriente, toma su vaso de vodka, la mira unos segundos y contesta.

—Por supuesto —responde.

—Me sorprende que un hombre como tú esté libre —su tono seductor se hace presente.

—Bueno, digamos que, aún no encuentro a alguien quién se monte en mi por las mañanas —dice coqueto.

Parece que el trago a ayudado, ambos dejaron atrás la incomodidad, para pasar a coqueteo subidos de tono.

—¿Y quién sería el indicado para darte un mañanero? — se inclinó para llegar a escasos centímetros del rizado.

—¿Quieres averiguarlo? —susurró sintiendo su aliento chocar con su mejilla.

—Será para otro momento —se alejó de golpe, ganándose una mala mirada del joven empresario.

—¿Te gusta jugar? —habló con su voz tornándose grave.

—Solo si en el juego mis propias reglas puedo inventar —jugó con un mechón de sus rojizos cabellos.

—¿Cuál sería las reglas? —se atrevió a preguntar, sintió el calor invadir en el al ver que Natasha “inconscientemente” cruzó sus piernas dejando ver un poco más sus muslos.

La joven periodista posó una de sus manos en las piernas de Bruce, subiendo y bajando, sin recibir un gesto de desaprobación por parte del rizado.

Los ojos del joven empresario sueltan chispas de lujuria al ver la mano de Natasha subir y bajar de su muslo encima del pantalón, imaginando como se sentiría que sus manos estén en otro lugar de su cuerpo que no sea sus piernas.

—Solo sostén mi cuerpo cuando llegue a mi orgasmo, luego libera mi alma cuando todo haya terminado —le susurra levantándose de la barra, dirigiéndose a pasos seductores hacia la salida, y claro, Bruce siguiéndole con la mirada.

Una difícil decisión © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora