37. Buen viaje.

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37. Buen viaje.

Cuando Sadie se subió al avión, se sintió extraña. Hacia bastante tiempo de que no veía a su familia y a sus amigos de España. Y, aunque hablaba mucho frecuentemente con sus padres, por culpa de los horarios solo eran rápidas llamadas. Tenía un ligero temor de que se iba a encontrar al aterrizar ahí, como estaría su familia, como sería el novio de su amiga. Sin embargo, a la vez sentía una inmensa alegría, porque necesitaba un descanso de Corea, y de Jimin. Necesitaba pensar y olvidar. Aparte, su familia le estaba esperando. Por dios, ¡era la boda de su amiga!

Quien lo hubiera pensado hace unos años, la amiga que decía que no se iba a casar fuese de las primeras en hacerlo. No sabía quién iba a ser su futuro esposo, pero tenía la corazonada de que ella habría escogido bien, ya que era una de las más exigentes para enamorarse de un chico que por lo menos le entrase por los ojos.

Había conocido a Lucia en la secundaria, coincidieron en clases y empezaron a llevarse estupendamente, tanto que fueron mejores amigas, pero al irse Sadie a Corea para conseguir su sueño de trabajar como una exitosa psicóloga, su amistad enfrió. No era como que ellas ya no hablasen, sin embargo, no era como antes. Y es que... ¿Cómo se puede comparar una amistad a distancia por una que está a un kilómetro de ti? Era triste, pero cierto. Recordaba a su amiga como alguien con una personalidad muy original, que le encantaba hacer todo tipo de cosas que tuviesen que tuviesen que ver con felicidad, siempre le veía lo bueno a las situaciones y contagiaba su alegría por donde pasase. Era un poco diferente a la pelinegra, pero no tanto. Ya que las dos estaban enamoradas de la música en ese entonces. Se intercambiaban recomendaciones de canciones y artistas, además de cantar por los pasillos del instituto casi al pleno pulmón.

Sadie se cuestionaba si todo eso había cambiado, si Lucía había cambiado. Si todavía seguía siendo su amiga llena de alegría y de amor.

-Por favor, abróchense los cinturones de seguridad y apaguen los dispositivos móviles. El avión despegará en cinco minutos – se escuchó una voz casi robótica de una de las azafatas. La pelinegra hizo caso a las indicaciones y luego miró a la ventana. Por suerte, viajaba al lado de alguien amable y que apenas hacía ruido, ya que a la media hora se había dormido en un santiamén, dejándola sola en sus pensamientos. Pero eso duró poco, porque al cabo de una hora quedó rendida en los brazos de Morfeo.

Sintió una mano tocarle el hombro, y cuando se levantó, vio al pasajero de al lado sonreírle. Ella sonrió por educación.

-Han dicho que el avión aterriza en diez minutos y pensé que sería mejor despertarla – dijo el chico rubio con educación, ella asintió.

-Muchas gracias – él dijo un ¨de nada¨ y volvió a fijar su atención en una revista que tenía en las manos. Ella miró por la ventana viendo un hermoso amanecer.

-¿A dónde se dirige usted? - preguntó el chico y ella lo miró adormilada.

- Andalucía ¿y usted? - él sonrió mostrando unos hoyuelos marcados.

- A Murcia – se quedó en silencio, pero Sadie sabía que iba a decir algo más, así que no dijo nada – vengo a ver a un amigo.

- Yo también vengo a ver a mi amiga casarse – él sonrió.

- Tienes suerte, yo no pude ir a su boda por cuestiones de trabajo.

Empezaron a hablar los últimos minutos antes de separar caminos e ir rumbo a su casa. El Mark (el chico rubio) fue demasiado agradable con ella, y le cayó bien. Sus nervios de volver a ver a su familia se esfumaron al hablar con este chico del tema, ya que le pasaba prácticamente lo mismo. Sadie pidió un taxi y al despedirse de Mark, intercambiaron números. No estaba de más tener un amigo más.

Mi Psicóloga (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora