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Al día siguiente, por la mañana temprano, Wind salió a correr por los alrededores. El paisaje lleno de árboles y flores la calmaba. Habían alquilado una casa rodeada de bosque alejada del pueblo, pero a 20 minutos de éste, así que podían relajarse. Siguió corriendo hasta llegar a un pequeño riachuelo que corría entre los árboles y allí se detuvo a descansar y estirar antes de volver.

-Los chicos han elegido un buen sitio –pensó ella en voz alta.

Se sentó junto a un tronco de un árbol que parecía haber caído hace tiempo mientras observaba el agua correr frente a ella. Silencio, sólo el canto de los pájaros lo rompía en aquel maravilloso paisaje. Cerró sus ojos para empaparse de aquel ambiente y respiró profundamente un par de veces. Se quedó así durante unos instantes hasta que de un momento a otro, el canto de los pájaros desapareció dejando aquel lugar en un completo silencio. Wind abrió los ojos sabiendo que algo andaba mal en aquel lugar. Observó el otro lado del riachuelo con detenimiento buscando aquello que silenció el canto de los pájaros, pero no vio nada. Se levantó y decidió buscar el causante de todo aquello. Cruzó el río saltando de unas rocas a otras hasta que llegó al otro lado, todo seguía tranquilo y en silencio hasta que avanzó unos pasos más adelante y pudo escuchar las voces de varios hombres que se acercaban hacia su posición. Se escondió entre unos matorrales y esperó a que parasen para ver de qué se trataba todo aquello.

-Esperad un momento –dijo el que iba primero –mirad, hay huellas.

Los hombres se pusieron tensos y miraron alrededor buscando al dueño de las pisadas. Wind, observaba todo desde su escondite, 6 hombres armados, con chaleco antibalas y la bandera de Corea del Norte cosida en el brazo del uniforme.

W: Me tienes que estar jodiendo ahora, maldito gordo cabrón. Tengo que salir de aquí y avisar a mi padre, los chicos y sus familias están en peligro.

Wind esperó a que los hombres pasaran de largo de su escondite, pero una rama crujió bajo sus pies y los hombres se giraron.

-Atentos, hay alguien aquí. Al mínimo movimiento abrimos fuego –ordenó el primero.

Los hombres se escondieron entre los árboles mientras Wind rezaba para que no la vieran.

W: Esto va a ser un poco arriesgado...pero tengo que intentarlo.

Se acercó sigilosamente a ellos rodeándolos a una distancia prudencial y se colocó detrás del soldado más alejado. Lo cogió del cuello y se lo retorció 180º rompiéndolo.

-Uno menos, quedan cinco –susurró para sí misma.

Cogió el cuchillo que el soldado llevaba en su cinto, y se acercó al siguiente. Para su mala suerte, el tipo se giró descubriendo a Wind con el cuchillo en mano justo detrás de él. Pero justo cuando iba a dispararle, ella le clavó el cuchillo en la yugular convirtiendo los gritos del hombre en extraños sonidos guturales, mientras ella veía cómo se ahogaba con su propia sangre.

El otro soldado que estaba más adelante se giró al escuchar los sonidos que hacía su compañero y al ver a Wind, empezó a dispararle.

-Joder, me ha pillado, tendría que haber rematado al otro.

-¡Es ella! ¡Está aquí! –gritó el soldado disparando hacia el árbol en el que ella se escondía.

Los otros tres se escondieron tras otros árboles no muy alejados y le dispararon también. Wind volvió atrás y cogió el arma del soldado al que había acuchillado y les empezó a disparar.

-Cómo desearía tener ahora mismo mis armas aquí, maldita sea –dijo justo un segundo antes de agacharse y esquivar una bala que había pasando rozando su rostro –uf, eso estuvo cerca.

Nuestra guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora