Cap. 24

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Narra Jaehyun.

—¿Crees que soy guapa? —susurra con suavidad. Claro, y eso será lo que oiga.

—Sí. —Vuelvo su cara hacia la mía. —Claro que sí. Eres preciosa, ______. Por dentro y por fuera. Y estoy siendo completamente sincero. No solo se trata de que esté buena, sea perfecta o follable. Es preciosa, sexy y dulce.

Cierra los ojos y cuando los abre están llenos de lágrimas. Joder. —¿He dicho algo malo?

Niega con la cabeza y se da media vuelta entre mis brazos rodeándome por la cintura. Pega la mejilla a mi pecho y noto cómo inspira hondo. Yo la abrazo con fuerza.

—No. —susurra. —Para nada.

—¿Entonces por qué lloras?

Le tiemblan los hombros y me vuelve a mirar con una sonrisa en los labios a pesar de que sus ojos siguen llenos de lágrimas.

—Porque me haces feliz.

—Bien. —susurro, y le beso los ojos para llevarme sus lágrimas. —Me gusta hacerte feliz, ______.

Y por algún motivo es cierto.
Tiro de ella hacia la cama y me subo apartando las sábanas y dando unas palmaditas en el espacio libre que queda junto a mí. Ella se desliza entre las sábanas y, al hacerlo, se le levanta la camiseta. Y entonces veo un trozo de sus braguitas de seda negras. Santa madre de… Me esfuerzo todo lo que puedo por ignorar los inapropiados pensamientos que se agolpan en mi cabeza, la rodeo con los brazos y la abrazo hasta pegarla a mi cuerpo. Ella se agarra a mí e inspiro el intenso olor a manzana que despide su melena mientras su pelo me hace cosquillas en la nariz. Está encajada en mi cuerpo como si la hubieran hecho para amoldarse a mí y eso me resulta muy inquietante. En este momento no creo que nadie
pueda encajar conmigo de la forma que lo hace ella.

Le deslizo el dedo por el brazo y al rato su respiración se acompasa. Me inclino un poco para verle la cara. Está dormida. Tiene los ojos cerrados y las pestañas descansan sobre las mejillas. Tiene los labios fruncidos en un suave puchero: me encantaría besarla. Pero no lo voy a hacer.

Me vuelvo a tumbar, la abrazo con más fuerza y cierro yo también los ojos.

Me despierta el contacto de un codo en la mejilla.

—¿Qué mierda…? —murmuro y me siento recordando que ______
estaba tumbada a mi lado. — ¿______?

Abro los ojos y veo que está moviendo la cabeza en sueños. La televisión proyecta un molesto brillo sobre ella y veo cómo mueve los labios y murmura mientras duerme. ¿Qué está diciendo?

—¿______? ¿Cielo? —Le aparto el pelo de la cara y ella se despierta
sobresaltada respirando muy deprisa. No me había dado cuenta de que tiene lágrimas en la cara. —¿______?

—Solo era un sueño —susurra para sí. —Solo era un sueño.

—Cielo, ¿estás bien?

Sus ojos me ven por primera vez y asiente. —Abrázame. Por favor, Jae.

—Claro.

La estrecho entre mis brazos, esta vez de cara a mí, y me doy cuenta de que me ha llamado Jae.

—Gracias —susurra entrelazando las piernas con las mías y abrazándome con fuerza. Sigue llorando. Puedo sentir cómo las lágrimas resbalan de sus ojos para aterrizar sobre mi hombro o en la almohada. No tengo ni idea de qué debería hacer. No sé por qué está llorando. Estoy perdido.

Le susurro sonidos tranquilizadores al oído y le acaricio el pelo hasta que se relaja. Esta chica tiene más facetas de las que jamás lograré comprender, pero estoy empezando a querer entenderlas.

______ pellizca su magdalena y se come el pedacito. —¿Cómo puedes estar tan delgada? —le pregunto divertido.

—¿Por qué lo dices?

Ladea la cabeza. —Estoy convencido de que estas últimas dos semanas te he visto comer una de estas magdalenas prácticamente a diario.

—¿Solo dos semanas? Estoy segura de que me he comido una de estas todos los días desde los últimos ocho meses.

Encoge un hombro con despreocupación.

—¿Y tienes este aspecto? —Mis ojos recorren su cuerpo con descaro.

—Tengo un metabolismo rápido.

—Tampoco sería muy problemático que no lo tuvieras. Estoy seguro de que se me ocurriría una buena forma de quemar esas calorías de más.

Le guiño el ojo y ella sonríe. —Estoy segura de que se te ocurriría más de una forma —contesta. —Por desgracia a mí también se me ocurre alguna y no creo que ninguna coincida con las tuyas. Todas tienen que ver con el deporte.

—Yo no he dicho que las mías no fueran deporte.

—El sexo no cuenta como deporte. —Me mira fijamente. —Y eso incluye cualquier postura.

—Sirve para quemar calorías —argumento. —Eso cuenta como deporte.

Ella suspira y niega con la cabeza, pero sé que se está esforzando para no reírse. ¿Qué? Es un buen argumento.

—No es una forma de ejercicio físico reconocida como tal, Jaehyun.

—Ayer por la noche me llamaste Jae. Me gustó mucho.

Le aparto el pelo de la cara con los dedos. —¿Ah, sí? ¿Cuándo?

—Tuviste, mmm… Tuviste una pesadilla y te desperté. Y entonces lo dijiste.

—Oh. —Deja la magdalena. —Lo siento.

—Oye. —La obligo a mirarme. —No lo sientas. ¿Las tienes muy amenudo?

Aparta los ojos de mi cara y los posa sobre el agua cristalina que se extiende ante nosotros. —A veces. Con menos frecuencia que antes.

—¿Por qué las tienes? ¿Qué sueñas?

El silencio es revelador. Y yo sé lo que va a decir antes de que lo diga. —Sueño con el día en que murió mamá.

—______, no tenemos por qué hablar de esto si no quieres.

—A veces hablar sobre el tema ayuda. Pero nunca he tenido a nadie con quien poder hacerlo.

La cojo de la mano y entrelazo los dedos con los suyos. Le acaricio el reverso de la mano con el pulgar. —Pues si quieres hablar del tema, adelante.

Quiero que me hable de ello. Inspira hondo y en esos segundos de silencio me pregunto si hablará o no. Pero lo hace.

—Tengo pesadillas porque yo la vi morir.

Mierda.

El Juego del Amor |Jaehyun NCT & Tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora