Cap. 47

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Narra _____.

Ya han pasado dos días desde que hablé con Jaehyun después de la clase de Literatura y aún no me he recuperado. ¿Dónde diablos se ha metido mi capacidad de recuperación? Supongo que se le habrán roto los muelles. La he utilizado tantas veces que se ha cansado de levantar mi culo del suelo cada vez que me caigo. Esta vez lo tendré que hacer sola. Esta vez tendré que recomponerme yo sola y salir de este pozo emocional en el que parezco haber caído. También necesito lograr que me crezcan un par de narices para poder ir a la casa de la fraternidad a buscar los libros que dejé allí, porque mirar la casa con tristeza desde la ventana de mi habitación no me los va a devolver. Pero ver a Jaehyun en una clase es una cosa y verle en la casa de la fraternidad, en su casa, en su habitación… ¿Podré enfrentarme a eso?
Si fuera, ¿volvería más herida de lo que estoy ahora? No, no, no estoy herida. Soy fuerte, como él dijo. Y puedo ir hasta allí. Puedo hacerlo.

Me pongo las deportivas, me paso los dedos por el pelo con nerviosismo y cierro la puerta de la habitación. El sonido de mis pasos parece retumbar en el pasillo vacío mientras voy bajando lentamente las escaleras. Me estremezco a pesar del cálido aire de la tarde y me rodeo el cuerpo con los brazos.

Me paro un momento en la acera junto a la casa de la fraternidad y se abre
la puerta. Es Mingyu.

—¿_______?

Frunce el ceño y me vuelve a mirar para asegurarse de que soy yo.

—Yo, hum… ¿Está Jaehyun? —pregunto en voz baja.

—Sí. Pensaba que…

—No. Es que me dejé unos libros. —Bajo la mirada. —Los necesito.

—Claro. Dame un minuto y te los bajo.

Asiento y oigo como se cierra la puerta. Me muevo incómoda flexionando las rodillas y estudio las grietas de la acera. Hubo un día en que fue perfecta y estuvo libre de imperfecciones, pero ahora está agrietada y rota. Igual que yo.

—¿________? —La voz de Jaehyun es vacilante. Es un tono que jamás le había oído emplear.

—Hola.

Levanto la mirada y finjo una sonrisa. Disimulo el ritmo acelerado de mi corazón y el temblor de mis manos. —Te he bajado los libros. —Da un paso adelante y me los alcanza. Yo aprieto los dientes y alargo el brazo maldiciendo el temblor de mis manos. —¿Tienes frío?

—Un poco. Creo que el cambio de clima me ha puesto enferma. —miento. —Debería volver.

Me pego los libros al pecho y hago ademán de marcharme. —¿Estás bien? Tu padre… ¿Está bien?

Preferiría que no le importara. —Sí, estoy bien. Papá está bien. —Esboza una pequeña sonrisa y cometo el error de mirarle a los ojos. —¿Qué?

Suspira. —Estás mintiendo.

—¿Por qué te iba a mentir? Estoy bien, Jaehyun. Igual que tú. —Las palabras suenan vacías incluso a mis propios oídos. —Necesitaba irme y ahora he vuelto. Estoy bien. Estoy segura de que tu vida vuelve a ser igual que era antes de que los dos empezáramos estos juegos.

—Te equivocas.

Da un portazo y baja los escalones. Yo doy un paso atrás.

—Jaehyun…

—No es como era antes de ti, ______. En absoluto. Es posible que esté igual de solo y sea igual de patético, pero no es lo mismo porque jamás volverá a haber nadie como tú. Es imposible. —Se detiene delante de mí y baja la mirada. Tiene los puños apretados a ambos lados del cuerpo. —Tú eres la única. No hay nadie más. Y sin ti nada tiene sentido. Sin ti…

Se le escapa un rugido y me toca la cabeza enterrándome los dedos en el pelo. Yo me trago el nudo que se me ha hecho en la garganta y reprimo las
lágrimas.

—Sin mí tu vida es mejor. —espeto y doy un paso atrás dando media vuelta y echando a correr por la carretera.

—¡Sin ti todo es una mierda, cielo! —grita en mi dirección. —Tú le das sentido a todo. Tú haces que cada día valga la pena, ¡así que te equivocas! Mi vida anterior fue lo que viví antes de que fueras mía. ¡Pero ahora que has sido mía y te he perdido, nada volverá a ser comparable a eso, _______!

Niego con la cabeza, acelero y lo dejo allí parado. Las lágrimas resbalan libremente por mis mejillas e hipo y sorbo tapándome la boca con las manos. Tecleo el código de entrada a la residencia y subo las escaleras de dos en dos. Cuando llego arriba se abre la puerta de mi habitación y Yoobin extiende los brazos hacia mí. Yo dejo caer los libros al suelo y me dejo engullir por su reconfortante abrazo.

—¡Estoy harta! —grita Lisa lanzando el bolígrafo contra la pared que
tengo detrás. —¡Estoy harta!

—¡Cállate! —Rosé le hace una peineta. Murmura para sí mientras garabatea algo en el libro que tiene delante. —De acuerdo, ya puedes seguir.

—Muy amable —espeta Lisa. Luego vuelve los ojos hacia mí. —Tú,
¡estoy harta!

—¿De mí? ¿Y yo qué he hecho? —Miro a Rosé y ella se encoge de hombros.

—¡Convertirte en una arrastrada! —exclama Lisa. —Estoy muy harta. Ya
no lo aguanto más. ¡Voy a conseguir poner una sonrisa en esa cara aunque sea forzada!

—Estoy bien, Lisa. —Vuelvo a concentrarme en el portátil que tengo delante. —De verdad. No hace falta que me claves los dedos en las comisuras de la boca y tires de ellas hacia arriba.

—Mentirosa. Y será mejor que no me tientes, Kim _______, porque lo haré —me amenaza.

—No me cabe ninguna duda —le contesto con sequedad. Rosé se ríe.

—Mañana por la noche hay una fiesta en la casa de la fraternidad. Y tú vas a ir.

—De eso nada.

—Ya lo creo que sí.

—No pienso ir, Lisa. Y no es por Jaehyun ni por tener que verle. Sencillamente no quiero ir, ¿entendido? Me tengo que espabilar con todo el trabajo que me perdí la semana pasada. Tengo que ponerme al día.

—¡Tonterías! —grita Rosé lanzando el bolígrafo desde la otra punta de la habitación. —¡No me lo trago! Ya te has puesto al día. Lo que peor llevabas era lo de Literatura y ya lo tienes controlado. ¡Solo son excusas!

—No son excusas. —me defiendo sin convicción.

—Solo porque no quieras verlo no… —empieza a decir Lisa.

—Esta semana ya le he visto cuatro veces y he hablado con él en dos
ocasiones. —Alzo las cejas. —No me importa ver a Jung Jaehyun.

Aprieto los dientes. Lisa niega con la cabeza.

—Sigues sin querer verle.

Suspiro.

—Sí que quiero verle. —Aparto la mirada de ellas. —Pero después de lo que pasó en la puerta de la casa de la fraternidad, tengo miedo de que cuando le vea me den ganas de besarle en lugar de darle una patada en los huevos como me gustaría.

Encojo un hombro y Rosé se ríe.

—Entonces tienes que venir, porque las dos opciones pueden ser muy divertidas.

—Me van a obligar a ir, ¿verdad?

Las miro alternativamente.

—_______, cariño —empieza a decir Lisa con un tono más dulce. —Yo te quiero, pero ya han pasado tres semanas. No pienso dejar que sigas deprimida. Vas a venir.

Y supongo que eso pone punto final a la discusión.

El Juego del Amor |Jaehyun NCT & Tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora