Cap. 43

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Narra ______.

Después de limpiar toda la cocina para olvidarme del bajón de esta mañana, cojo mi taza de café con las dos manos y me dejo caer en una de las sillas. No tiene nada que ver con el Starbucks, pero por primera vez este año, no tengo la energía necesaria para caminar dos manzanas hasta la cafetería más cercana.

Oigo crujir el suelo del piso de arriba y pocos segundos después papá entra en la cocina. Ya está vestido, supongo que bloqueé todos mis sentidos mientras limpiaba.

—Buenos días, ______. —Me da un beso en la cabeza y se queda quieto mirando a su alrededor. —La cocina está muy limpia.

Encojo un hombro. —Necesitaba hacer algo.

Me mira mientras se sirve un café. Coge cuatro pastillas de los frascos alineados detrás de la tetera y se las mete en la boca para tragárselas de un sorbo. Papá se acerca a la mesa y se sienta delante de mí para estudiarme con sus ojos gris azulado.

—¿Y qué? —le digo para romper el hielo. —¿Siempre duermes hasta tan tarde?

Él carraspea. —Ya te he dicho que las malditas pastillas me provocan insomnio. Así que últimamente duermo hasta tarde, sí.

Asiento.

—¿El médico no te ha dicho cuánto tardarán en desaparecer los efectos
secundarios? —Algunas semanas. Lo normal. Sé que este tema es delicado para papá. Por mucho que odie vivir sin mamá, todavía le molesta más parecer débil. Para él la depresión es una señal de debilidad. Pero no lo es. La depresión es un signo de fortaleza, significa que no importa lo débil que te parezca tu mente porque tu corazón sigue siendo lo bastante fuerte como para sentir.

—Pues entonces no es para tanto. Con suerte volverás a la normalidad dentro de algunas semanas.

Alargo el brazo y le doy una palmada en la mano. Ya empieza a tenerlas un poco arrugadas. Cuando me mira veo las pequeñas arrugas que le envuelven los ojos y las imprecisas líneas que le rodean la boca; en vez de arrugas deberían ser líneas de expresión.

—Estaré todo lo normal que puedo estar, ______. —me contesta con tristeza, volviendo la mano bajo la mía para estrecharme los dedos. Yo asiento con suavidad; sé que sus palabras son ciertas. Sin ella, él jamás volverá a ser la persona que era cuando estaba viva.

—Bueno, ayer no llegaste a explicarme por qué habías vuelto. —me acorrala papá.

Yo esbozo una pequeña mueca. —Ya te he dicho que te echaba de menos. Debes de sentirte muy solo.

—Puede que esté solo, ______, pero estar solo no significa que me sienta solo. —Le da un sorbo al café. —En realidad nunca estoy solo. Tu madre vive en mi corazón. Ella siempre está conmigo.

Parpadeo para contener las lágrimas que asoman a mis ojos.

—Pero buen intento, peque. —Me guiña un ojo. —Ya lo he entendido. No quieres hablar de eso ahora. Pero ______, antes de que vuelvas a Berkeley, hablaremos del tema.

Suspiro y deslizo el dedo por el borde de la taza. —Claro, papá. ¿Sabes algo de Doyoung?

Papá asiente con sequedad. —Hace un par de días. Lo arrestaron por posesión de drogas cuando volvía. Estaba en el centro de Brooklyn a punto de parar un taxi y un policía olió lo que fuera que estuviera fumando. Ya sabes que no es su primer delito, ______, así que está esperando a salir bajo fianza siempre que consigaque alguien se la pague. Me llamó para pedirme que la pagara yo, pero me negué. Ya va siendo hora de que dejemos de ir detrás de él.

Me lanza una mirada penetrante. —Lo siento, papá. —le digo con tristeza. —No quería que siguiera haciéndole daño a Yoohyeon, ¿sabes? Por eso estaba en California, quería dinero para pagar sus deudas. Ya le mandé bastante dinero pensando que era para ti y me engañó una vez más.

El Juego del Amor |Jaehyun NCT & Tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora