-Agnes, hoy sólo tengo un montón de aburridas reuniones. No tiene ningún sentido que vengas conmigo.
-Pero yo quiero ir contigo hoy. ¡Me aburro tanto! No tengo nada que hacer.
-Ya, pero tus amigas…
-Todas están ocupadas -lo interrumpió Agnes enfurruñada. Britta está preparando la boda. Laila se iba a Halden con sus padres a visitar a su hermano, y Sonja tenía que ayudar a su madre. -Y añadió, con voz tristona: ¡Quién tuviera una madre a la que ayudar!
Clavó una mirada implorante en su padre. Y sí, aquello funcionó, como de costumbre. El hombre dejó escapar un suspiro.
-Bueno, anda, vente conmigo. Pero me tienes que prometer que estarás callada y quieta, y no andarás por todas partes como un torbellino hablando con los empleados. La última vez volviste locos a esos pobres hombres y les llevó varios días recobrar la normalidad.
No pudo evitar dedicarle una sonrisa a su hija. Cierto que era difícil controlarla, pero no había muchacha más hermosa a este lado de la frontera.
Agnes rio satisfecha, pues una vez más había salido vencedora de la discusión, y premió a su padre con un abrazo y una palmadita en la prominente barriga.
-Nadie tiene un padre como el mío le dijo mimosa, provocando la carcajada complacida del hombre.
-¿Qué haría yo sin ti? -Preguntó August, medio en serio, medio en broma, atrayéndola hacia sí para abrazarla.
-¡Oh, no te preocupes por eso! No pienso irme a ningún sitio.
-No, al menos no por ahora -respondió él apenado, acariciándole la oscura cabellera-. Pero no falta mucho para que se presente un hombre que te aleje de mi lado. Si es que encuentras a alguno que valga la pena -añadió riendo-. He de decir que hasta ahora has sido muy exigente.
-Bueno, no puedo aceptar a cualquiera respondió Agnes también entre risas. Y menos con el modelo que tengo. Así, cualquier joven se vuelve exigente.
-Bueno, bueno, bonita mía, basta de adularme -atajó August orgulloso-. Date prisa, si es que vas a venirte conmigo a la oficina. El director no puede llegar tarde.
Pese a sus palabras de apremio, Agnes tardó casi una hora en estar lista para salir, pues el cabello y la vestimenta exigían mucho trabajo. Sin embargo, cuando Agnes por fin hubo terminado, August sólo pudo admitir que el resultado era excelente. Con media hora de retraso, llegaron por fin a la oficina.
-Disculpen mi tardanza -dijo August recorriendo la sala con la mirada, que fue posando en los tres hombres que lo aguardaban-. Pero espero que me perdonen en cuanto conozcan la razón de mi demora -añadió señalando con la mano a Agnes, que entraba justo detrás de él.
Llevaba un vestido rojo ceñido que resaltaba su estrecha cintura. Pese a que muchas jóvenes se habían dejado llevar por la moda de los años veinte sacrificando su cabello bajo la hoja de las tijeras, Agnes había sido lo bastante sensata como para conservar su generosa y negra melena, que ahora llevaba recogida en un moño en la nuca. Sabía bien cómo sacarle partido a su porte. El espejo de su casa se lo confirmaba siempre y ella lo utilizó al máximo en aquel momento cuando, al detenerse ante los tres señores, se quitó los guantes y les estrechó la mano uno tras otro.
Con gran satisfacción, constató que aquello surtía efecto. Allí estaban sentados uno junto a otro, con una expresión bobalicona de pez boquiabierto, y los dos primeros le retuvieron la mano un poco, sólo un poco más de lo normal. Con el tercero… fue otra cosa. Llena de asombro, Agnes comprobó que le saltaba el corazón en el pecho. Aquel hombre grande y tosco apenas la miró y le estrechó la mano sólo un instante. Las manos de los otros dos le resultaron blandas, casi femeninas; las del otro, en cambio, eran distintas. Sintió las callosidades que le rasparon la palma de la mano y sus dedos eran largos y fuertes. Por un segundo, consideró la posibilidad de no soltarlo, pero se controló y le hizo un gesto comedido con la cabeza. Sus ojos, que no se cruzaron con los de ella más que un instante, eran castaños, de lo que dedujo que por sus venas corría sangre valona.
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Las hijas del frio
HorrorUn terrible caso en que una mano secreta busca venganza desde un pasado lejano. La escritora Erica y su pareja el comisario Patrik acaban de tener una hija, y aún se están adaptando a los cambios en su hogar, cuando un pescador encuentra el cadáver...