El encanto de la novedad había empezado a desaparecer. Todo el invierno estuvo plagado de encuentros amorosos y, al principio, ella disfrutaba de cada minuto. En cambio, ahora que el invierno tocaba a su fin y se acercaba poco a poco la primavera, el hastío se adueñaba de ella. Para ser sincera, apenas se explicaba qué había visto en él, qué le había resultado tan atractivo. Cierto que era guapo, eso no podía negarlo, pero hablaba como un campesino ignorante y siempre exhalaba un leve olor a sudor. Además, cada vez resultaba más difícil llegar a su casa sin ser vista, ahora que la oscuridad empezaba a retirar su manto protector. No, aquello tenía que acabar, resolvió ante el espejo de su dormitorio.
Le dio el último toque a su vestimenta y bajó a desayunar con su padre. Había visitado a Anders el día anterior y aún estaba cansada. Se sentó a la mesa después de besar a su padre y empezó a partir la cáscara de un huevo. Se sentía tan agotada que el olor le revolvió el estómago.
-¿Qué pasa, querida? -preguntó August preocupado, observándola atento desde el otro extremo de la gran mesa.
-Nada, que estoy un poco cansada -respondió Agnes en tono lastimero-. Anoche me costó conciliar el sueño.
-¡Pobrecilla! -se lamentó él compasivo-. Come un poco y sube a descansar un rato. Quizá deberíamos llevarte a la consulta del doctor Fern para que te haga un chequeo. Yo te he visto un poco desganada todo el invierno.
Agnes dejó escapar una sonrisa que tuvo que apresurarse a esconder tras la servilleta. Bajando la mirada, respondió:
-Sí, no he estado muy animada, pero yo creo que ha sido a causa de la oscuridad invernal. Ya verás, cuando llegue la primavera recobraré la energía.
-Mmmm…, bueno, ya veremos. Pero piensa si no sería una buena idea que el doctor te echase un vistazo.
-De acuerdo, papá -respondió obligándose a tomar una cucharada de huevo.
Pero no debería haberlo hecho pues, en el mismo instante en que el trozo de clara cocida entró en contacto con su boca, sintió que el estómago entero se le revolvía y una bola ascendió hasta la garganta. Se levantó enseguida de la mesa y, tapándose la boca con la mano, echó a correr al baño que tenían en la planta baja. Apenas había levantado la tapa cuando una cascada con la cena de la noche anterior mezclada con bilis estalló contra el retrete y sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Vomitó varias veces y, cuando dejó pasar un rato y sintió que cesaban las arcadas, se limpió la boca, asqueada, y salió del baño con paso inseguro. Al otro lado de la puerta aguardaba su padre muy preocupado.
-¡Querida mía! ¿Cómo estás?
Ella meneó la cabeza sin decir nada y tragó saliva para eliminar el repugnante sabor a bilis.
August la rodeó con su brazo y la acompañó al salón, donde le ayudó a sentarse en uno de los sofás. Le puso la mano en la frente.
-Pero, Agnes, estás totalmente destemplada. Mira, voy a llamar ahora mismo al doctor Fern para que venga y te examine.
La joven sólo tuvo fuerzas para asentir antes de tumbarse en el sofá y cerrar los ojos. La habitación daba vueltas debajo de sus párpados cerrados.
Era como vivir en un mundo de sombras sin conexión con la realidad. No tenía otra opción y, aun así, la embargaban las dudas y se preguntaba si de verdad había obrado bien. Anna sabía que nadie la comprendería. ¿Por qué, cuando por fin había logrado romper con Lucas, volvía con él? ¿Por qué, después de que hiciese lo que hizo con Emma? La respuesta era muy sencilla: volvió con Lucas porque creía que ella y los niños no tenían otra posibilidad de sobrevivir. Lucas siempre había sido peligroso, pero sabía contenerse. Ahora, en cambio, se diría que algo se había quebrado en su interior y que el control de sí mismo había cedido ante una suerte de sorda locura. No se le ocurría otra denominación: locura. Siempre había estado presente, ella siempre la había intuido. Tal vez fuese aquella corriente subterránea de peligro potencial lo que al principio la atrajo de él.
ESTÁS LEYENDO
Las hijas del frio
HorrorUn terrible caso en que una mano secreta busca venganza desde un pasado lejano. La escritora Erica y su pareja el comisario Patrik acaban de tener una hija, y aún se están adaptando a los cambios en su hogar, cuando un pescador encuentra el cadáver...