II

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Al entrar en la gran mansión me siento incómoda, demasiado extraña. Al menos una docena de empleados nos esperan perfectamente formados en dos filas de a seis, cuyas cabezas bajan en una ridícula reverencia al momento que Isabella y yo entramos.

Durante todos mis años de existencia terrestre he sido aborigen, huérfana, descendiente de un gran linaje, criada, princesa, plebella, campesina, millonaria, duquesa, vagabunda, asesina, actriz, en fin, el caso es que siempre me sentí más cómoda como una ciudadana común, alguien en el anonimato, estar ante la vista de todos, ser amada y criticada por ellos y tener que aceptar sus absurdas costumbres y tradiciones solo para fingir que encajo en el sistema de vida autoesclavista que han creado por el simple hecho de ser una figura pública me molesta.

¿Autoesclavista? Pues sí, autoesclavista. He visto chicas gordas morir en salones de cirugía porque sufren bullying, por favor acaso se creen que por ser delgados tienen derecho de juzgar a alguien solo por su apariencia física, son tan idiotas esos que lo creen.

Y ¿qué me dicen de los raritos? Los he visto suicidarse saltando delante de todos de la asotea del instituto por las burlas y las risas ¿Acaso que todos seáis iguales, aburridos y estúpidos no les da derecho a otros a ser diferentes? O sea amemos la diversidad, chicos.

Y por solo mencionar crueldades de la humanidad contra ellos mismos, que desgraciadamente han estado durante todo el proceso, durante milenios y milenios.

¿Y el sistema? ¿Alguien puede explicarme quien fue el idiota que dijo: "al nacer irán a la escuela, luego a la universidad (los que pueden), luego trabajarán, se casarán, tendrán hijos y morirán, ese es vuestro plan de vida"? ¿No les parece aburrido? Digo, pasar toda tu juventud estudiando para tener un gran trabajo, luego te pasas la otra gran parte de la adultez trabajando para tener dinero y asegurar una buena vejez, ¿es en serio? En qué momento viven el presente si toda la vida la pasan creando un futuro en el que lo único seguro es que moriréis, que vuestra vida es tan solo una y que no dura nada, porque seamos sinceros, ¿cuánto es máximo el tiempo terrestre de un humano? 70 años o 100 como mucho, ¿les parece desperdiciar semejante miseria de tiempo en algo como aparentar lo que no son, en cambiar lo que os gusta solo para encajar?

¿Y saben lo peor de todo esto? Que gracias a "padre" estoy condenada a vivir fingiendo todo eso que odio, adaptada a esa tonta rutina que os imponéis vosotros mismos.

- Cambia esa cara, vamos no es tan malo. -Isabella me propina un codazo en las costillas, es el único humano que me cae bien, o al menos al que no odio irremediablemente.

- ¿Alguien puede decirme en dónde está mi cuarto? -protesto y enseguida sale de la exageradamente organizada fila un empleado, viste diferente a todos, completamente de negro, tez perfectamente bronceada y semblante jovial pero serio, aparenta unos 40 o tal vez 45 años.

No humano. Decido rápidamente luego de estudiarlo unos segundos.

- Soy vuestro mayordomo, mi señora. Será un placer servidle. -el hombre baja la cabeza hacia mí.

- ¿Cómo te llamas? -inquiero intentando una plática más informal, pero por su disciplina y educación deduzco que estoy ante alguien muy muy antiguo.

- Soy Patrick. Mi señora. -de nuevo la reverencia. ¿habría sido orden de Marcus tantas formalidades?

Patrick me guía hacia mi dormitorio, una vez allí sale de él en silencio y cierra las inmensas puertas doble de corredera. Me pregunto cuántos años tendría, y qué sería. Me quedo unos segundos pensándolo, lleva demasiada colonia, ha de ser un hombre lobo, el bronceado de su piel también lo pone al descubierto.

La habitación es tan grande que siento ganas de vomitar, tanto dinero despilfarrado en un solo dormitorio...

Una cama imperial con columnas en las esquinas y sábanas seguramente de seda o una tela muy cara se levanta imponente frente a mi, sobre una elevación en el suelo con pequeños escalones contorneando el círculo.

La pared a su derecha está ocupada en su mayoría por una ventana abatible gigantesca, de cristal, con apertura exterior, con vista hacia el jardin delantero y la majestuosa fuente situada justo en medio, ladeada por dos calles que llegan desde la entrada para los autos. Y un sofá color crema en forma de media luna justo delante.

Dudé antes de entrar en el armario, la gran puerta doble de madera oscura advertía a gritos lo que encontraría dentro, hasta me llegué a preguntar como iba a llenarlo de ropa.

Cuando entré en él, por un momento vino a mi mente la imagen de una tienda de ropa, Marcus se había encargado ya de quitarme esa preocupación de encima, aquella cosa ridículamente grande era casi del tamaño de mi apartamento en New York. Los dos pasillos largaban unos seis metros de profundidad, todo perfectamente ordenado en percheros por color, temporada, y etiqueta (todo ropa de buena chica, nada de sudaderas, vaqueros desgastados) Los zapatos correspondientes justo debajo, delicadamente alineados. Y en una vidriera justo al final todo lo necesario en joyas, bolsos, y otros accesorios. ¡Rayos! Parece el armado de Barbie.

Nota mental: odio a Marcus.

Por último quise inspeccionar el baño, o mejor dicho mi propia piscina individual por si a eso le llamaban bañera. ¿Y que pasa con el espejo? Ocupa toda la pared.

Bajo las inmensas escaleras hacia el salón principal, si pude adaptarme al Palacio de Versalles podré con esto, pero... ¿en serio era necesario? Tal vez fue la forma que mi "niñera" encontró para obligarme a ser buena.

En fin, si bien la gran mansión tiene un estilo barroco por fuera la decoración interna es muy moderna, elegante y hasta... Fría. Largo un sonoro suspiro y me dejo caer sobre uno de los sillones, y buscando tranquilidad encontré todo lo contrario, un Marcus con mirada penetrante justo en el otro sillón.

- Ah, tú. Hola. -bufo entornando los ojos, a lo que él responde con un gruñido.

- Hola ¿qué? -espeta.

- Hola papá, que tal tu día. -suspiro y él esboza una sonrisa ladeada.

- Mejor será que vayas a dormir. Mañana te espera un largo día.

Mis vellos de la nuca se erizaron al escucharlo, por dios llevo casi mil años escuchando eso y reaccionando de la misma forma. Él me asusta. Creo que la única cosa que me asusta después de Lucifer. Ese maldito.

Trago saliva con fuerza.

- ¿Eso significa...

- Eso significa que vas a la universidad, ¿no leíste tus documentos?

Mierda.

- Si lo leí, estudio Historia del Arte. Solo no pensé que sería tan pronto.

Marcus ríe abiertamente antes de mirarme completamente serio.

- El decano es un vampiro, nos conocimos durante la primera guerra mundial, somos... Viejos amigos. Sabe tu situación.

Suspiro derrotada.

- Bien, mañana iré a la maldita universidad entonces.

Tengo un currículum envidiable, licenciada en leyes, literatura, doctorado en medicina, Economía, periodismo, geografía, una veterinaria reconocida, incluso he estudiado el espacio, y hablo 33 idiomas. ¿genial, no? Solo que... Ahora mismo solo soy una chica de primero de Historia del Arte... Que empieza mañana. Incluso luego de haberme graduado tres veces.

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