XXIV

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Para sorpresa de ambos no fue necesario que ninguno saliera por la puerta. Al abrirla Isabella entró a la casa. Mis ojos se abrieron tanto que temí que se me salieran, y Marcus... Bueno... Marcus por poco se muere... De nuevo.

- Hola, hola. -canturrea Isabella al entrar.

Camina hacia el sofá y lanza en él al menos una decena de bolsas de compras que trae en las manos.

Luce distinta. El cabello le creció al menos unas tres pulgadas, y está más ondeando, más brillante. Su rostro pálido tan perfecto y hermoso, como las estatuas de mármol de ángeles de los cementerios. Los ojos se tornaron de un color muy extraño, entre marrones y rojizos. Será un problema ocultarlos a los humanos. Y muy llena de energía, de vitalidad. La que antes debido a su enfermedad no tenía. Las ojeras y las marcas en la piel también desaparecieron. Se ve tan bella que incluso para alguien perfecto como yo, le causa envidia.

- ¿Me veo hermosa cierto? -inquiete retóricamente al notarnos embobados mirándola- no tengo nada que envidiar a tu perfecto físico angelical ¿cierto Vee?

- No Isa. Eres muy hermosa. También lo eras cuando estabas viva.

Isabella no muestra interés o nostalgia por mi comentario. Marcus no dice nada. La mira anonadado. Sin poder expresar palabra. Está como si lo hubieran congelado.

- Bueno, bueno. Pero ya no lo estoy ¿cierto? Ahora soy eterna como vosotros, mucho más hermosa y fuerte que antes. Debo aprovecharlo.

- ¿Por qué regresaste? -finalmente Marcus contribuye a la plática.

Isabella finge un mohín.

- ¿Acaso no querías que regresara? Pensé que me amabas -se ríe- por cierto que pasa con tus ropas están llenas de sangre ¿asesinaste a alguien?

- ¡Isabella! -Marcus la reprende.

Ella rueda los ojos.

- Grítame y átame al sol cuanto quieras. No te tengo miedo. Y sí, hice unas compras, que el vendedor muy majo me lo dejó gratis -dice sarcástica, evidentemente lo hipnotizó- y luego decidí volver a mi casa. Pensé "mi pobre marido ha de estar tan preocupado por mí" -se hecha a reír a carcajadas.

- Te desconozco. Tú no eres la Isabella amo. -susurra Marcus tristemente.

Pero a ella no parece afectarle ya nada. Tiene mucho odio y rencor en su corazón. Se acerca a él y lo agarra del cuello, clavando sus uñas de modo superficial en su carne, pero dejando ver una pequeña hilera de la sangre de Marcus.

- No. Esa Isabella sólo quería morir. Solo quería paz, huir de esta vida tan miserable -lo empuja al sofa con fuerza, esta vez su rostro si muestra emociones, está desolada- ¿pero qué recibí a cambio? Una vida eterna que no pedí, que odio. Y el hombre al que amaba intenta asesinarme, -ahora se ríe, pero de un modo irónico- y ni siquiera el sol puede contra mí. Así que no me culpes si no soy la misma Isabella a la que no pudiste proteger. Tú, Marcus, vas a sufrir mi existencia durante toda la eternidad. Si eso responde tu pregunta de por qué volví.

Ella al parecer no tiene nada más que decir. Toma sus bolsas y se va a su cuarto. Luego de gritarle a Patrick que le preparara una habitación más grande que tuviera jacuzzi.

Estoy impactada. Triste, feliz, asombrada. Muchísimas emociones encontradas que no sé definir.

- Al menos no tuve que ir a buscarla. -Marcus intenta parecer de humor, pero en verdad está roto por dentro.

- ¿qué pasará ahora? -pregunto, sinceramente sin saber que hacer.

Él se encoge de hombros.

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