XVIII

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Ella no responde. Tampoco la presiono, queda claro que no es humana.

Tomo una de sus piernas, la rodilla está dislocada y también la tibia y el peroné hechos trizas. La golpearon sin ninguna piedad. Enfurezco de nuevo.

La siento suspirar y llorar de nuevo. Grita cuando coloco el hueso en su sitio.

- No lo soporto. Basta. -ruega llorando.

No puedo verla así. Cuando la miro lágrimas gruesas caen de sus ojos, la herida de la cabeza no deja de sangrar y continúa ciega. Aún no puede respirar bien.

La abrazo sin pensarlo y ella se tensa unos segundos, luego la siento relajarse en mis brazos. Está helada.

- Eres fuerte. Falta poco. Solo resiste un poco más. -ruego besando su cabello- No voy a dejarte sola, nunca más permitiré que esto te suceda de nuevo.

Coloco mi cazadora sobre su cuerpo casi desnudo y sigo a la siguiente pierna. Y así sucesivamente con cada hueso roto. Muerde el pedazo de tela de mi camisa para no gritar pero es demasiado para ella está sufriendo demasiado y con ella yo. Cada grito, cada lágrima, me rompen un poco más el corazón.

Una vez todos los huesos en su sitio me doy cuenta que solo han sanado los de una de las piernas y el de la clavícula. La herida de la cabeza la coso y la vendo con gaza así como la del pulmón.

- No están sanando como deberían. -observo pero a ella no parece sorprenderle.

- Es porque estoy muy débil, he perdido mucha sangre. Requiere de mucha energía sanar tantas heridas. Pero estaré mejor mañana. -murmura en voz muy baja, sigue tosiendo pero ya no con sangre y respira un poco mejor.

- ¿Quieres comer algo? -inquiero- Debo salir a comprar algo de ropa para ti. Y a buscar leña. Estás helada.

- Solo tengo sed, -suspira- y estoy cansada.

- Duerme un poco. Cuando despiertes estaré a tu lado.

Espero a que Vee se duerma y entonces me voy. Por suerte encuentro lo que necesito en una tienda del paso a unos kilómetros.

Cuando regreso no la encuentro en su sitio por lo que me asusto y la busco como un loco por todo el lugar.

- ¡Victoria! -grito a punto de perder la cordura pero la encuentro en un sillón cerca de la chimenea y me relajo.

Me acerco y veo que está tiritando. Sus heridas aún se ven muy mal.

- Tengo m-mucho frio. -dice.

Toco su frente solo para percatarme de lo que ya sé por los labios resecos y el cabello pegado a su rostro sudado.

- Estás ardiendo en fiebre. -hago una mueca.

Ella no dice nada. Solo respira con mucho trabajo y tose sin fuerzas ya. Yo enciendo la chimenea y tibio un poco de agua que luego echo en un balde.

- Ven. -ordeno tomándola en brazos con mucho cuidado- Vamos a darte un baño.

- Eres un aprovechado. -ella a pesar de su estado logra sonreír y le devuelvo el gesto.

Limpio su cuerpo con mucho cuidado con un paño, a pesar del dolor y de que evidentemente está muy avergonzada Vee no se queja y me deja hacer mi trabajo. Incluso llena de moretones se ve tan bella. Diablos niña. ¿Qué me has hecho?

La visto con ropa limpia y la envuelvo en una manta que encontré en el auto que robé, luego cubro el suelo frente a la chimenea de cojines y la recuesto.

- Ahora voy a bajarte la fiebre. -aviso y voy en busca de agua fría.

- Anton. -toma mi mano- gracias.

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