Capítulo 64

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Jaime, los hermanos Evans con sus acompañantes, estaban asentados en una pradera cerca del río Avon que estaba a unos kilómetros de Lacock. Los cuatro hermanos estaban compartiendo la sangre de un ciervo que habían visto corriendo, estaban hambrientos, Samantha no recordaba que caminar largas distancias era agotador, hace mucho tiempo solían hacerlo demasiado debido al constante cambio de vivienda y por el poco dinero que tenían.

La vida de los hermanos Evans cuando eran niños fue buena, su padre era un comerciante, eran ante los ojos de la sociedad la "familia perfecta", pero las cosas empezaron desmoronarse cuando el padre le cumplió el capricho a su esposa Elizabeth Evans de convertirse en seres sobrenaturales, implicando a los niños en su capricho.

Su padre al saber lo que había hecho, se despidió de los niños, les prometió que hallaría la solución a eso, evidentemente, no la pudo encontrar, su padre se fue a vivir a Groenlandia, y Samantha suponía que volvió a hacer su vida de nuevo allí, ya que nunca les volvió a hablar o los volvió a buscar.

Su madre Elizabeth, quien se acercaba cada vez más a ellos, los cuidó y se casó con varios hombres a lo largo de los años, ya que era necesario para poder tener dinero, hasta que trescientos años atrás asesinó a la prometida de Samantha Rose White, por ese suceso todos los hijos cortaron relaciones con su madre de cualquier tipo.

El corazón de Samantha durante los primeros años después de la muerte de Rose, era un lugar tenebroso y oscuro, que sólo deseaba la muerte de su madre y hacerla pagar por todo el dolor que había sentido.

En ese momento Samantha, se sentía igual que hace trescientos años estaba en un remolino de emociones, se sentía ansiosa, triste, enojada, emocionada, hambrienta, asqueadas y entre otras más que todavía no tenían nombre, o forma de etiquetarlas.

Ella sintió que la presencia de su madre estaba al menos de seis kilómetros del lugar en la pradera en donde estaba, que era un terreno clave, pero Samantha observó el pequeño bosque que estaba detrás suyo, donde habían varios monte de tierra de al menos cinco metros en donde podían esperarlos.

-Jaime ¿necesitas algo?.- Preguntó Samantha mientras se levantaba y quitaba el polvo de su ropa.- Tú no podrás combatir puño contra puño, ¿tienes alguna idea de cómo vas a pelear?

-Adentrarme en los árboles sería perfecto.- Jaime miró hacia el bosque.- Tengo un encantamiento que  puedo hacer para levantar cuatro soldados hechos de árbol, y no gasta tanta energía.

-Asegúrate de hacerlos ahora, para que cuando lleguen las tropas enemigas, no te lleguen a herir gravemente.- Dan le dijo.- No sabemos donde está Anne y tenemos que encontrarla entre este desastre.

Todos se levantaron de donde estaban esperando y se dirigieron a el pequeño bosque que era una especie de reserva natural, Tyler no sintió ninguna presencia y si lo llegaba a hacer, pobre de aquel humano que estuviera allí, por que sería succionado por él y sus hermanos.

Todos observaron que existía una pequeña barda que todos saltaron, como si de saltar la cuerda se tratase, Jaime fue el único que esperó un momento y recordó uno de los trucos que su abuela se había dado los primeros días, lanzar una bola de fuego mientras saltaba, y fue lo hizo y funcionó.

Él no tenía la fuerza de los Evans, de Stefan o Noa, pero tenía conocimientos y poder con los que ellos no contaban, se dispuso a tocar cuatro árboles, tomó una roca un poco afilada mientras recitaba unas palabras extrañas para todos los presentes y caminaba entre los árboles que había seleccionado, tomó la piedra y cortó la punta de su dedo índice, con este tocó a los cuatro árboles.

El suelo comenzó a temblar y era por que la raíces comenzaron a salirse del suelo húmedo en donde estaban, y poco a poco, los cuatro árboles se comenzaron a parecerse a los golems de las mitología judía, , eran seres de tres metros de estatura, pero que Jaime les dio la orden de que sentaran, pero aún así eran inmensos.

EVANSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora