Braco y Sebastian son dos chicos que luchan por defender Isla Refugio de las temibles Fuerzas de la Oscuridad: enfrentándose contra robots asesinos, alienígenas temibles y entes demoníacos, haciendo tanto amigos como enemigos en el proceso.
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—Supongo que ahora estoy pagando el precio por no haberlos entrenado antes... Cuando aún había tiempo —nos dice Henry mientras trabaja en la disolución, con un aparato que parece haber sido sacado de alguna película de ciencia ficción—. Soy un tonto —se escucha molesto. Molesto con él mismo.
Nosotros nos limitamos a ver, esperando el momento para serle útiles.
—Después de esto... tendrás tiempo para entrenarnos, ¿cierto?
Me miró por un breve segundo.
—Si todo sale bien, sí —se detuvo a pensarlo un momento y luego añadió—. Ahora yo... Yo necesito de su ayuda... P-pero tienen que hacer exactamente lo que les diga, ¿me entienden? El destino de todos nosotros depende de ello.
Me volví para mirar a Sebastian; ambos nos dimos un gesto de afirmación con la cabeza.
—Solo dinos que hacer y lo haremos.
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La única indicación que nos dió fue "Vayan a las colinas del norte, más allá de Monte Dragón. Entreguen mi mensaje al líder de los Deerian. Yo los alcanzaré más tarde" No mencionó el contenido del mensaje, y ninguno de los dos quiso indagar en eso. Supongo que queríamos respetar la misión.
Antes de partir en el lomo de Orión, Henry se acercó a mí para decirme:
—Ten siempre tu espada a la mano —le quise sonreír en ese momento pero no me pareció que fuera lo ideal; le asentí y él añadió—. Mantente alerta, Braco. Allá afuera habrá más sombras y no estaré ahí para salvarlos... Salvense ustedes.
No pude contenerme y lo abracé, esperando que no fuera nuestro último abrazo.
—Espero no decepcionarte...
Él pasó su mano por mi cabello.
—No... Yo espero no decepcionarte a ti.
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