Braco y Sebastian son dos chicos que luchan por defender Isla Refugio de las temibles Fuerzas de la Oscuridad: enfrentándose contra robots asesinos, alienígenas temibles y entes demoníacos, haciendo tanto amigos como enemigos en el proceso.
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Aquella noche desperté aterrado por mis pesadillas. No recordaba gran cosa, solo partes; breves imágenes que sabía que olvidaría para la mañana. Así que tomé mi libreta de aventuras y comencé a realizar trazos rápidos: fuego, luz, oscuridad... Una tormenta y, en medio de todo, la luna.
—Seb... —le susurré mientras lo sacudía levemente; no tardó tanto en despertarse—. Tuve un mal sueño... De esos que se sienten como el fin del mundo...
Se frotó los ojos antes de incorporarse.
—¿Qué fue lo que soñaste?
—N-no estoy seguro...
Sonrió.
—No te preocupes —me dijo—. Vuelve a dormir y yo me quedaré despierto hasta que estés dormido.
A veces suena como mi hermano mayor.
—Ni que fuera a atacarme algo mientras duermo —le respondí yo, subiendo las escaleras hasta la parte superior de la litera—. Eso no es posible... ¿cierto?
Escuché su tranquila voz desde abajo:
—Descansa, Braco.
Sonreí en silencio; escucharlo me alivió.
—Buenas noches, Seb.
Lo escuché reírse; volví a sonreír.
—Son las cuatro de la mañana.
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Esa mañana despertamos un poco más temprano de lo habitual.
Henry se encontraba en la sala, leyendo en silencio con la mirada perdida (más dormido que despierto)... y era todo un desastre: columnas de libros apiladas a cada tres pasos, páginas regadas y echas bola por el suelo, símbolos rayados en las paredes e incienso atiborrado en cada esquina.
Al acercarnos despertó de un brinco, se acomodó los anteojos y continuó hojeando libros.
—¿Qué hacen despiertos tan temprano? —preguntó sin siquiera mirarnos—. Vuelvan a la cama.
