Braco y Sebastian son dos chicos que luchan por defender Isla Refugio de las temibles Fuerzas de la Oscuridad: enfrentándose contra robots asesinos, alienígenas temibles y entes demoníacos, haciendo tanto amigos como enemigos en el proceso.
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—Amm, ¿Braco? —me pregunta Henry, apartando su rostro del telescopio para bostezar; quizá no debí sacarlo de la cama a estas horas pero ya es demasiado tarde para arrepentirme—. ¿Qué se supone que debería estar viendo?
—¡Ya te lo dije! ¡Una nave espacial!
Hace una mueca por el elevado tono de mi voz.
—Yo no veo nada... —vuelve a echar un vistazo—. Por cierto... —dice, aún con la vista en la lente del aparato—. ¿Qué estabas haciendo afuera tan tarde?
Ni siquiera pude inventarme una excusa ingeniosa... y no me creería si le decía la verdad.
—Yo... este... Amm...
—Sabes lo peligroso que es andar por ahí a solas, Braco. Además...
—Pero, yo... Descubrí el nombre del tigre... —agregue, en un intento de interrumpir su sermón; no estaba con ánimos de escuchar las mismas palabras de siempre—. Se llama Orión... Como la constelación.
Entonces él me devolvió una mirada que nunca antes había visto en sus ojos: una mezcla de miedo con preocupación... y, también, un... cierto tipo de rechazo. Pero luego trato de ocultar todo aquello con una forzada sonrisa que casi parecía auténtica.
—Es... un bonito nombre, Braco —suspiró con cansancio y se alejó del telescopio—. Pero allá arriba no hay nada. Debiste haberlo soñado; seguro caminaste hasta acá mientras aún estabas dormido. No es la primera vez que haces cosas así.
Yo estaba casi seguro de lo que había visto pero aquello me había hecho dudar de pronto. Era una posibilidad... Tal vez, todo fue parte de un sueño. Uno muy real.
—Ahora... —volvió a bostezar y se rascó la nuca—. Será mejor que vuelvas a la cama. Quiero que estés bien descansado para tu entrenamiento.
Le eché un último vistazo al cielo estrellado y regresé a la casa junto con él y Orión.
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