01 || Vestigios de la guerra fría

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La disolución del clan Osborne y del clan Brown fue inminente; su accionar se tomó como traición además de que sus decisiones afectaron a toda su raza, pero aquello no bastó para calmar la ira del nuevo alfa supremo, cuyo poder incontrolable amenazaba con destruirlos a todos con cada segundo que pasaba.

—Tienen veinticuatro horas para dejar mi continente. Vampiro que no aproveche estas horas, que no aproveche mi pequeño acto de benevolencia hacia ellos, será despojado de su vida.

—Usted... no puede hacer eso.

—Sí puedo —El pelinegro se levantó de su asiento, luciendo tan imponente como su difunto padre—. Mis clanes ya tomaron posesión de cada recóndito lugar de este maldito continente, y solo están esperando mi orden para terminar con lo que empezaron. Agradezcan que accedí a llegar a un acuerdo con ustedes por los suyos, porque a mí parecer, merecen algo mucho peor que la muerte por lo que hicieron.

—No puedes condenarnos a todos por culpas de otros —Bramó Vlad Collins, conde y líder de su clan—. Entiendo tu enojo, tu dolor, pero no puedes tomar decisiones como un tirano y pretender que los vamos a aceptar con tanta facilidad.

Su arrebato le costó caro, puesto que el pelinegro no dudó en acercarse a él y tomarlo por el cuello con posesión mientras sus ojos se tornaban de aquel peligroso color dorado.

—No tientes tu suerte solo porque eres uno de los antiguos y porque tu difunto padre ayudó en el pasado a nuestra raza —Rugió, apretando su agarre con más fuerza—. Los tuyos tienen veinticuatro horas para largarse de mi continente, ni más ni menos. Y, en cuanto a ti y tus dos lamebotas, estarán restringidos a quedarse por tiempo indefinido dentro de los límites del Reino Unido, y esto solo porque fueron elegidos para formar parte del consejo real supremo.

Lo soltó con brusquedad y, desde su altura, miró al hombre con desdén para luego dar media vuelta y salir de aquella sala.

Estando solos, los tres vampiros se miraron entre sí con pesar y cierto temor. Ahora que Leónidas ni Margareth estaban, controlar al nuevo alfa supremo sería más que un desafío y para ello... solo dependían de la llegada de su mate.

—Esto está mal, muy mal —Murmuró el conde—. ¿Qué haremos ahora?

—Resistir —Dijo Brocky.

—Y acatar —Dijo su gemelo, Braedan, con seriedad—. Lo queramos o no, Zaret III y Leonard nos jodieron y ahora estamos atados de manos. Tenemos suerte de seguir con vida gracias a que perteneceremos al consejo real supremo.

El conde bajó la mirada y asintió; se sentía derrotado, triste y débil, después de todo, apenas habían pasado unos pocos días que enterró el cuerpo de su hijo mayor, quien había perecido en la guerra fría.

Los tres vampiros salieron de la sala y, posteriormente, esparcieron la decisión que había tomado el alfa supremo. Si bien hubieron personas descontentas, nadie se atrevió a desobedecer.

El continente Europeo ya no era más su hogar, y con dolor lo abandonaron.

Meses después el sistema de gobierno se fue renovando, con la diferencia de que ahora el alfa supremo estaba a la cabeza. El tan afamado consejo real supremo ya no era como antes, ya que todo su poder se les fue arrebatado y, de ahora en más, solo servirían para evitar futuros conflictos con otras razas.

Y por ese principal motivo se hallaban todos reunidos en la sede principal del consejo real supremo.

—¿Qué haremos si el rumor es cierto? —Preguntó el conde Vlad.

Luna Roja [+18] [Sangre & Acero I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora