Treinta y cuatro

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Tras mi conversación con Kim los días habían transcurrido, había comprado el vestido que usaría para la fiesta de graduación y también había recibido las notas de los últimos exámenes que había rendido para poder graduarme.

Y ahora simplemente me encontraba, sentada en la puerta de mi casa, observando cómo las cosas pasaban.

Desde pequeña había vivido en este lugar y luego de saber que al escoger la carrera que había decidido, una parte de mí había empezado a despedirse de este lugar, no negaré que mi niñez había sido buena, había tenido a mis padres conmigo, siempre tuve amigas, y no es que hubieran sido las mejores, pero cada una de estas habían dejado algo que recordar en mi.

Mire aquella calle donde miles de veces había jugado con algunos vecinos, amistades que al final crecieron como yo. No recuero exactamente si simplemente dejamos de hablar o la manera en la que cada uno de nosotros empezó a apartarse, habíamos crecido y nuestros caminos eran diferentes.

Era extraño y me recordaba lo hermoso que había sido ser niña, pues aunque cuando pasaba por aquella etapa moría de ganas por crecer y parecerme a las chicas que iban a la secundaria, había entendido que en realidad mis apresuradas ganas de crecer, habían influido de cierta manera mis decisiones futuras.

Y sabía que Taehyung tenía razón, aunque sus palabras me habían dolido y por ahora no estaba de acuerdo, pero supongo que como él mismo lo había dicho, luego lo llegaría a entender.

Mi mirada había sido extraviada en las formas que las nubes presentaban, y aunque mis pensamientos, eran dispersos y vagos, era inevitable, que al final no acabase por llevar mis ojos hasta la casa de mis vecinos, la cual durante casi toda mi existencia observé.

Y si, efectivamente ahí estaba ella, con él mismo hombre con quien la vi la primera vez, pero ahora ahora se podía ver la diferencia que los marcaba.

Él no poseía una ropa tan cara como la de Beth, ni su cabello tenía un orden tan preciso, no era perfecto por así decirlo, pero la sonrisa que sacaba de los labios de ella cada vez que dejaba un beso en su mejilla, era mejor que cada uno de esos detalles que los otros pudieran considerar importantes.

Él tal vez no era de la misma clase social que ella, pero por esos escasos segundos donde ellos se abrazaban y se miraban a los ojos no importaba.

Aquella escena había sido una de las cosas más hermosas que alguna vez pude ver, como si fuera una obra abstracta donde los personajes y el escenario no concordaban pero eso la hacía más hermosa, más profunda, más perfecta; tal vez muchos no la entendería, otros más la juzgaría pero nunca dejaría de transmitir ese sentimiento de parsimonia.

Me gusta verlos sin embargo desvíe mi mirada hacia otro lugar, pues ese era su momento, no el mío.

Después de unos segundos lo vi alejarse de ahí, con una sonrisa en sus labios, con una sonrisa que nadie podría pagar para conseguir, era genuina y real.

-Hola- escuche a mi lado, aquella voz que solía sonar chillona y presumida, a la que días atrás hubiera golpeado, ya no era tan mala -¿Tienes muchas cosas que hacer?- negué con mi cabeza -Voy hacer galletas veganas, te gustaría ayudarme- comunico mientras señalaba su casa -También me gustaría hablar contigo- completo al ver como una parte de mí dudaba.

-¿Esta el señor Kim, en casa?- cuestione pues a pesar de que siempre lo llevaba en mis pensamientos parte de mí sabía que verlo solo haría que mi corazón volviera a ilusionarse.

-No, está en el trabajo- concluyó Beth.

No estaba segura, sobre lo que podría llegar a pasar o cual sería la conversación que Beth quería tener conmigo pero supongo qué tal vez esta sería la única manera de conseguir respuestas. Y sino podía darme el crédito de al menos haberlo intentado.

LIBEROSIS |+18| KTH Donde viven las historias. Descúbrelo ahora