Treinta y siete - Final parte uno

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Algunos años después...

-Si, acabo de llegar, luego te llamo... lo prometo- explique cuando el taxi se aparcó frente a mi casa.

Sin darme cuenta, mi cuerpo había tomado aire, como si necesitara de fuerzas o más bien energía extra, le sonreí al hombre luego de que me ayudara a bajar mi maleta, la cual a pesar de tener ruedas me costaba llevar.

La primera imagen que tuve fue que lo único qué tal vez seguía igual de afuera era el tamaño del césped y no por que no hubiera crecido sino más bien por que seguían cortándolo igual, la casa había sido pintada, cualquiera podría decir que tenía el mismo color sin embargo yo sabía que en realidad el color era un poco más oscuro que el anterior y conociendo lo temática que mi madre solía ser, supuse que era por qué no habían encontrado el mismo color, la silla en la que me solía columpiar cuando era niña había sido remplazada por una más nueva, pero mantenía el mismo color blanco.

Aquello hizo que un pellizco apretara mi corazón supongo que parte de mí se sintió un poco ofendida por no ser informada por estos cambios, pero aquello era un efecto colateral que tenía que sufrir en silencio pues yo mismo había marcado ese destino luego de haberme ido.

Y como si fuera una extraña, al notar que la chapa de la puerta había sido cambiada, tuve que tocar la puerta, solo tuve que esperas unos segundo para ver cómo mi madre salía, apresurada, llevaba un mandil atado a sus caderas y sonrió al verme.

-No te esperaba tan pronto- fue lo primero que comunico luego de abrazarme.

-El vuelo se adelantó- explique devolviendo el abrazo con otro apretón, la había extrañado y mucho, más que nada aquella suavidad en su cabello y el aroma que siempre la acompañaba tras haber descubierto aquel perfume de flores silvestres.

Y si, solía llamarme, al principio recibía cuatro mensajes y dos llamadas cada día, luego se transformaron en dos mensajes y una llamada, al menos puedo darle el crédito de que nos pasábamos horas hablando, pero el tiempo siguió y al final solo recibía un mensaje por semana y una llamada sorpresiva de vez en cuando y no la culpaba pues ella también tenía cosas que hacer y yo solía pasarme el tiempo frente a mi escritorio haciendo la tarea que me habían mandado en la facultad.

La casa seguía medianamente parecida, pues al igual que la parte de afuera está había sido pintada, los sillones había sido remplazados por unos nuevos, pero la mesa de cristal del centro era la misma, había otro televisor mucho más delgado y la alfombra era distinta pues ahora tenía que combinar con el nuevo color de la pared lo que era obvio.

-Estaba haciendo el almuerzo- continuo mientras caminaba hasta la cocina, está si había sido remodelada por completo o bueno, mejor dicho lo único que era igual eran las baldosas del suelo, que como mi madre siempre había dicho -Tenemos suerte de que tengan ese color ya que combinan con todo- y supongo que por eso mismo aún seguían ahí.

Por inercia la seguí, platicamos un poco y supongo que parte de eso fue mi culpa ya que a pesar de sentirme emocionada de verla, algo más rondaba por mi mente y supongo que lo noto.

-Deberías tomar una ducha y descansar un poco, te llamaré para la cena... a sí también llamaré a tu padre para avisarle que llegaste- en un principio estuve a punto de negarme, pero preferí solo obedecer, tal vez había crecido pero ante sus palabras seguía siendo una niña.

Los cuadros que estaban en las escaleras con fotografías en mayor parte familiares, ahora también se podía ver otras nuevas, de eventos más recientes como el día de mi graduación, el día en el que mis padres me acompañaron al aeropuerto y una foto que mi amiga de habitación me había tomado frente a la facultad de medicina, la cual era un tanto graciosa ya que me encontraba envuelta hasta los dientes ya que recuerdo que ese día había sido unos de los más fríos en invierno, así que no estaba segura como había logrado que mis pulgares no se congelaran.

LIBEROSIS |+18| KTH Donde viven las historias. Descúbrelo ahora