23. ¿Podemos hablar? |parte uno|

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Es un día precioso. Uno de esos días en nuestro pueblo, donde no hay un calor exuberante y el aire es menos húmedo que lo normal. Un día perfecto para relajarse, beber algo de limonada con menta y leer algo en el patio trasero de casa.

Que es exactamente lo que estoy haciendo.

Elijah se ha ido de paseo con mis padres por todo el fin de semana, permitiéndome tener un tiempo para mí sola. Lo agradezco, pero eso no evita que extrañe a mi niño. Hemos sido solo los dos por tanto tiempo, que es tan extraño cuando no está en la casa, correteando de aquí y allá, jugando, gritando o cantando.

Hay una brisa que alborota mi cabello suelto y el sol golpeando mi cuerpo es casi rejuvenecedor. La silla expandible ha sido mi mejor amiga estás últimas horas y el libro que he elegido para disfrutar, está más de la mitad. Ha sido una tarde muy relajante y productiva. Pienso que para la noche, cuando deba cenar, podría ir a coger algo del restaurante del señor Hugges y comer acostada viendo alguna película en mi habitación.

Sí, ese suena como un muy buen plan.

Pero aún es temprano para la cena, pero no para un snack. 

Me levanto, estirando mi cuerpo en el proceso y acariciando la cabecita de mate, quien duerme justamente al lado de la silla. Camino al interior de mi casa, tarareando la letra de una canción que ha venido a mi mente y busco un refrigerio. Decido comer algunas galletas con queso y miel. Así que busco un plato y las galletas, armo todo el proceso antes de coger una y darle un mordisco. El sabor agridulce golpea mis papilas gustativas y mi estómago resuena feliz.

Doy media vuelta, tomando mi plato y el snack que he cogido para mate y camino hacia el exterior. Pero son solo unos cuantos pasos los que doy, porque la puerta de entrada suena. Extrañada, ya que no espero a nadie, dejo todo sobre la mesada antes de que ir hacia allí. No puedo ni siquiera disimular la sorpresa gigante que me invade, cuando veo a Harry de pie en el porche de mi casa, sosteniendo un six pack de cervezas y una bolsa de patatas fritas, de las que me gustan.

No soy capaz de modular fonema alguno, me quedo de pie frente a él, con la puerta abierta y sujetando la perilla de metal como si mi vida dependiera de ello. Estoy quieta, respirando cortamente y dejando que mis ojos se queden viendo justamente los ojos de Harry. Todo mi cuerpo sintiendo el hormigueo que me produce la presencia del rizado, frente a mí. Siento que ha pasado una eternidad, tan solo viéndonos, antes de que sea él quien hable primero.

—Hola—murmura en voz baja, casi en un susurro. —Lamento molestarte —dice de inmediato, sonando casi en pánico. —¿Crees que podamos hablar un momento? Traigo una ofrenda.

Sin preverlo una risa se escapa de mis labios, al verlo levantar las cervezas y las papas. Eso parece relajarlo de alguna manera, porque su cuerpo entero se afloja, o al menos un poco. Muerdo mi labio inferior mientras le miro, indecisa de dejarlo pasar. Porque la verdad no estoy segura de estar en un mismo lugar con él, mis sentimientos siguen demasiado frágiles para tentar al destino. Pero termino accediendo, moviéndome para dejarlo entrar a mi hogar.

All For You » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora