25. ¿Puedo besarte?

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Elevo mi mano tocando la puerta frente a mí, dos toques cortos y fuertes

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Elevo mi mano tocando la puerta frente a mí, dos toques cortos y fuertes. A mi lado, tomando mi mano libre, está Elijah, quien me observa con ojos brillantes y una sonrisa en su rostro, mostrándome esos hoyuelos preciosos. Le sonrío de vuelta, llevando mi vista nuevamente frente a mí, cuando la puerta es abierta.

—¡Abuelita! —Chilla mi niño, soltando mi mano y yendo hacia los brazos abiertos de su abuela.

Mamá sonríe tan grande al vernos, sus ojos llenándose de brillo y su cuerpo casi vibrando, cuando mi niño se refugia entre sus brazos. Llenándole de besos las mejillas y acariciándole las manos con ternura.

—Hola mamá—murmuro moviéndome, entrando a la casa de mi infancia.

Cierro la puerta tras nosotros cuando Elijah y mi madre se han movido un poco de la entrada. Me quito el bolso y lo dejo justamente al lado de la puerta, donde sé que no estorbará, ni hará caer a nadie.

Sigo a mamá y a Elijah hacia la cocina y me siento en uno de las sillas del pequeño comedor que mamá tiene empotrado en la pared. Les observo conversar, reírse y preguntarse cosas. Mamá prepara unos tazones con helado y los sirve en la mesa, sonriéndome y besando la parte superior de mi cabeza cuando deja el mío frente a mí. Elijah, quien es el más emocionado, me pide que le ayude a sentarse y luego de que he posicionado una servilleta en sus piernecitas y un paño en su pecho para evitar que se manche la ropa, comienza a comer.

Mamá toma asiento frente a mí y me observa.

—Hace días que no venías—me dice, sin juzgar, solo haciendo un comentario.

—Lo sé—contesto. Llevo una cucharada de helado a mí boca y dejo que el frío y lo dulce de este, empalme mis papilas gustativas. —Tenía demasiadas cosas en la cabeza.

Ella me da una mirada, bueno, más bien esa mirada.

—Te contaré luego—Digo, haciendo una referencia a Elijah, quien ajeno a todo sigue disfrutando de su tazón de helado.

Ella asiente y come también de su helado, conversando con Elijah sobre la escuela y como ha aprendido tanto, mi pequeño monito le cuenta a su abuela que ya sabe contar hasta diez y que se sabe muchos colores. Estamos en medio de una conversación sobre lo genial que es la caricatura de Masha y el oso, cuando mis hermanos llegan a casa.

—¡Tío Chris, Tía Rachel! —Grita Elijah, saltando de su asiento antes de correr hacia mis hermanos.

—Hola monito—le saluda mi pelirroja hermana, agachándose y abrazando a su sobrino—estás muy guapo

—Mamá dice que soy tierno—murmura orgulloso, moviendo sus piececitos.

—Bueno, tu mamá tiene mucha razón enano—Chris le desordena el cabello con diversión.

Se acercan a la cocina y me encargo de abrazarlos y apretujarlos a ambos. Ellos que quejan, diciendo que ya están lo suficientemente mayores para esos tratos. Pero se ve que les encanta que los siga regaloneando como antes.

All For You » h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora