El tiempo transcurre,
Sin mayor novedad,
Lo esperado ocurre,
Y el amor nacerá.~~~^§§§^~~~
Los días pasaron y estos se convirtieron en semanas, las semanas se volvieron meses y sin darse cuenta algunos años habían pasado, no hubo noche en la que el príncipe no escapara para disfrutar de la compañía del pueblo, cuando la reina no podía él lo hacía solo, había llegado a considerarlo un mejor hogar de lo que algún día sintió que lo era el castillo.
La plebe se encontraba feliz y maravillada con las visitas de Erick y no podían hacer más que estar agradecidos con él por sus acciones, ya que sin falta en cada visita llevaba algo de comida del castillo, envuelta en una de las sábanas de su habitación y en las noches alrededor de la fogata, leía historias para los niños y todo aquel que quisiera unirse e incluso les enseñaba vagamente la idea de leer y un poco a escribir.
Todo el pueblo esperaba ansioso a que el príncipe ascendiera al trono, puesto que estaban seguros de que sería el mejor monarca que pudieran desear.
Ahora Erick estaba entrando en la adolescencia y todas las horas de su día invertidas en lecciones de arquería, equitación, esgrima, literatura, historia, entre otras actividades más, empezaban a hacerse notar, haciendo del pequeño niño que alguna vez fue, un joven de buen porte, comenzando a ganar poco a poco musculatura, dotado de inteligencia, gracia, sutileza y por acción de su madre, de bondad, empatía y amor.
Otros reinos empezaban a fijarse en él buscando formar acuerdos matrimoniales desde ya con el príncipe, no sólo era un excelente partido por su físico y personalidad, si no también por pertenecer al reino principal, sin embargo, Erick descartaba y negaba toda propuesta, su padre, ocupado en el reinado y en disfrutar de sus placeres no lo cuestionaba en absoluto, apenas y sabía que su hijo estaba vivo y únicamente convivía con su familia cuando debían presentarse en alguna reunión.
Sebastián, por otro lado, también había crecido, según su padre, idéntico a como había sido su madre en vida, debido al estilo de vida y al hecho de que pertenecía a la humanidad débil, su musculatura era escasa, su altura era la promedio entre esta especie de ser humano siendo menor a la de la humanidad dominante, su rostro...su rostro era simplemente hermoso, una rareza a decir verdad, con su cabello claro, casi rubio al sol, sus ojos azules decorados con sus largas pestañas, su piel pálida que instantáneamente adquiría una tonalidad rojiza ante algún cumplido, especialmente de Erick, y esa preciosa sonrisa, pura y sincera, era la favorita del príncipe en todo el reino y podría afirmar que lo era en todo el mundo.
La noche había llegado y Erick se dirigió rápidamente al límite del castillo, pasó con ágil destreza sobre el muro y sonrió caminando un poco más saludando a todo habitante con quien se cruzaba; ese día era exclusivo para Sebastián y Erick, se había vuelto básicamente ley que cada cinco noches ambos la pasaban solos en la fogata charlando hasta que el sol comenzaba a aparecer, en el pueblo ya era un secreto a voces la supuesta relación del príncipe y su enamorado, que aunque ellos lo negaran, todos veían el hermoso amor que había nacido entre la pareja, claro está, todos eran cómplices de los dos y lo mantenían oculto del rey y sus sirvientes.
En su camino, el joven repartía a cada familia un poco de la comida que había llevado para su salida, para cuando llegó a la colina solo le quedaba lo suficiente para compartir con Sebastián.
Oh su amado Sebastián, se tomó unos segundos de su tiempo para admirarlo bajo la luz de la luna y para cuando salió del trance en el que se encontraba esos segundos se habían convertido en minutos.
Con sumo silencio y cuidado se acercó a él y dejó una manta sobre sus hombros.
— Vas a enfermar si no cuidas mejor tu cuerpo —Susurró Erick con esa voz que hace poco había empezado a cambiar y que volvía loco a Sebastián de lo varonil que podía llegar a ser.
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¿Una fugaz eternidad? [Yaoi/Gay]
RomanceEn aquella época tan remota, cuando la Tierra era joven y la población escasa, dos almas se encontraron, destinadas a amarse, ambas de mundos tan diferentes, porque aún en aquella era, la división social prevalecía, un latente recuerdo de que su amo...