Felicitas crescit

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Las noches pasan,
Entre besos y caricias,
Las cosas cambian,
¿Es una buena noticia?

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Mientras más noches pasaban, las veces en que unían sus cuerpos aumentaba también, lo disfrutaban lentamente y envueltos en su nube de amor.

El resto del día su rutina era la misma, todo continuaba normal, en la mañana trabajar un poco, desayunar algo, trabajar más, almorzar y en las tardes, a petición de Sebastián, a veces descansaban un poco para luego cenar lo que sea que tuvieran y finalmente ir a la cama.

En el castillo, la reina había sido muy cuidadosa durante meses para no levantar sospechas del paradero de su hijo, pero cada día que pasaba su malestar se hacía presente mucho más que antes.
Los dolores de cabeza y mareos no paraban, trataba de mostrarse fuerte y saludable, más poco a poco perdía vitalidad, quizá era el estrés, de no solo vivir con la preocupación sobre el bienestar de su hijo, si no también por tener que lidiar con su esposo, quien a la menor oportunidad que se presentaba la arremetía con preguntas, pero la reina nunca soltaría una sola palabra que pudiera poner en peligro a su pequeño; el rey había intentado golpearla la última vez que la había interrogado, por suerte para ambos, un guardia intervino en la discusión, quien, aunque la reina no sabía, la admiraba y amaba desde la lejanía.
Mucho más que con sus damas de compañía, en los últimos meses, el guardia y la reina habían comenzado a charlar un poco fuera de la habitación de la soberana, el guardia encantado la escuchaba y en ocasiones también comentaba sobre ciertos aspectos.

Los meses pasaron y el rey había dejado de insistir, sin embargo, ahora más que nunca la reina y su caballero se encontraban íntimamente relacionados, se habían ganado tan profunda y verdaderamente su mutua confianza que habían planeado una pequeña salida secreta del castillo, en la cual ambos irían a visitar al príncipe.

Erick, por el contrario, solo sabía sobre su madre gracias a Bernardo, el médico y hechicero, un buen amigo suyo, muy inteligente y conocedor en su área.

Mientras Sebastián, en los últimos días, había sentido ciertos malestares, pensó que el cansancio influía, pero temía haber enfermado, pues sabía muy bien que al ser de la especie débil era demasiado propenso a aquello.

La noche en que su madre lo visitaría llegó, y según palabras de Bernardo traía una sorpresa consigo, cosa que provocaba curiosidad e intriga, pero al mismo tiempo algo de miedo y preocupación en la joven pareja.

Ambos se habían esforzado lo más que podían para hacer una cena algo decente con lo poco que poseían, el ambiente en su hogar era cálido y lleno de amor, cocinaban en medio de risas y algunas bromas de parte de Sebastián, quien no podía creer que Erick hubiera aprendido a utilizar más rápido las herramientas que a cocinar. Habían comenzado a preparar la comida ya entrada la noche, querían que todo se mantenga caliente para la llegada de Olivia, quien hace poco había logrado salir del castillo, con algo más de dificultad que antes, pero con ayuda de Héctor, el guardia, habían salido sin ser detectados.

La reina sonrió caminando junto a él, saludando encantada a los pocos pobladores con quienes se encontraba, todos la habían extrañado y se sorprendían de ver al hombre junto a ella, pero lo saludaban amablemente y él respondía de igual manera, mirando embobado a la reina actuar tan natural y amable con las personas, Olivia era sin duda alguna una mujer hermosa, sus ojos chocolate y su cabello oscuro, combinados con su pálida piel, le daban una apariencia dulce y delicada, aún no llegaba a la mediana edad, le faltaban algunos años para ello, pues se había casado joven y tuvo a Erick meses después de la boda.
En medio de una divertida charla llegaron a la pequeña casa de su hijo y su pareja. La reina emocionada tocó la puerta con una mano, mientras sostenía con fuerza la mano de su acompañante, algo que se había vuelto costumbre entre ambos.

¿Una fugaz eternidad?  [Yaoi/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora