El tiempo pasa,
Los jóvenes maduran,
La pasión crece,
Y el amor perdura.~~~^§§§^~~~
Las estaciones pasaron mucho antes de lo esperado y mientras más tiempo transcurría, más se adaptaba el príncipe a su nueva vida.
Poco a poco Erick había empezado a aprender, trabajaba en los sembríos, a veces en el hogar y después del arduo sacrificio para aprender, con la ayuda de Sebastián y las demás personas del pueblo, ahora había perfeccionado sus habilidades con mucho esfuerzo.
El rey no había parado de buscar a su hijo ofreciendo grandes recompensas a quien lo encontrara, pero Erick se había ganado tanto el cariño y respeto de la plebe que ninguno estaba dispuesto a entregarlo por un poco de oro.
Sebastián y Erick vivían felices en su pequeño hogar, sin embargo, el príncipe había decidido mejorarlo un poco, limpió y arregló las habitaciones, cambió las viejas ventanas y reemplazó algunas de las paredes desgastadas de la casa, también construyó una improvisada cama, mucho mejor que la anterior; la mayor parte de cosas eran construidas por él mismo, gracias a vivir cerca del bosque, disponía de la madera necesaria para hacerlo.
— Erick...deberías descansar un poco —Sonrió Sebastián quitándole al joven las rústicas herramientas y dejando un vaso de agua en sus ahora callosas y lastimadas manos— Sé que te esfuerzas por hacer nuestro hogar mejor, pero vas a enfermar si continúas así —Besó su frente acariciando su mejilla.
El príncipe sonrió bebiendo el agua y abrazando a su pequeño por la cintura. Para Erick nunca sería suficiente lo que le ofrecía a Sebastián, había días en los cuales dormía a penas un par de horas, pues se la pasaba construyendo y mejorando los muebles que luego vendía en el mercado o los intercambiaba por otros objetos.
— Mi amor, jamás me cansaré de trabajar para ofrecerte algo mejor —Besó la comisura de sus labios acariciando con suavidad su espalda baja, sonríendo al sentir como el contrario se estremecía con su contacto.
Hace ya un tiempo, ambos se morían de ganas por ir más allá de los besos y caricias, pero ninguno encontraba el momento indicado para comenzarlo, Sebastián no quería intervenir en las pocas horas que Erick descansaba, mientras este, por su parte, quería hacer algo especial para el menor, pues consideraba el acto como algo valioso e importante.
La mañana pasó como las demás, con el menor cocinando, limpiando y encargándose de algunos sembríos, y el mayor construyendo muebles y regando los campos.
El almuerzo pasó sin mayor novedad, comían y disfrutaban lo poco que tenían, pero su sabor se sentía mejor a lo que era, ya que lo disfrutaban entre risas y amor.Ya en la noche, por primera vez en un tiempo, se sentaron juntos en la colina, pero esto no duró mucho, una mujer solicitaba la ayuda de Sebastián para calmar a su pequeña hija; desde hace algunos meses, varias personas del pueblo habían escuchado al chico cantar y maravillados por su hermosa voz le pedían que lo hiciera cuando sus hijos no conciliaban el sueño, dado que estos dormían al instante de escucharlo.
Lo que el joven no sabía era que todo aquello era nada más y nada menos que un plan de su príncipe para preparar su hogar con el fin de hacer especial su primera vez.
En cuanto Sebastián se retiró, el chico caminó cerca del bosque donde hace ya un tiempo había sembrado algunas rosas, las cortó y llevó a su habitación.
Decoró el lugar con pequeños ramos de las flores que había llevado, colocó algunas velas en la habitación y limpió todo el lugar, preparando de antemano un poco de esencia líquida que había extraído de algunas flores, porque después de mucho investigar con sus limitados recursos y de preguntarle al médico del reino, que en ocasiones visitaba al príncipe a las afueras llevándole algún regalo de parte de su madre, había descubierto que necesitaría algo que actuara como lubricante.
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¿Una fugaz eternidad? [Yaoi/Gay]
RomanceEn aquella época tan remota, cuando la Tierra era joven y la población escasa, dos almas se encontraron, destinadas a amarse, ambas de mundos tan diferentes, porque aún en aquella era, la división social prevalecía, un latente recuerdo de que su amo...