In die magno

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El tiempo corre,
El día llega,
El dios presiente,
Que la profecía se crea.

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Mientras el embarazo de Hades transcurría, le era cada vez más difícil al dios desempeñar su labor.
Llegó un momento en el cual no pudo más con aquello, así que Sebastián, al ser su mano derecha, se hizo cargo del mando del Infierno temporalmente.
Muerte hacía lo posible por esconder la situación de Hades a Zeus, pues el menor de ambos le había pedido que oculte lo que sucedía mientras decidía que hacer.

Hades descansaba en demasía, la gestación era complicada hasta para un dios. Lo que más disfrutaba el hombre era visitar el mundo mortal, le encantaba hacerlo, paseaba por los hermosos parques y se sentaba bajo algún árbol a pensar y descansar, mientras veía los autos pasar.
Presenciar como la civilización había evolucionado era lo más maravilloso para el dios, siempre admiró las costumbres y demás cosas de los mortales. En ocasiones iba a algún restaurante a comer algo que se le antoje, cosa muy frecuente ya que siempre tenía uno que otro antojo.

Aquel día caminaba por las calles vistiendo ropa holgada, apenas se podía distinguir un pequeño bulto en su vientre gracias al tamaño del buso que usaba, pero la realidad era que ya se encontraba en el último mes de su embarazo.

Sonreía mientras entraba a un centro comercial, paseaba por las tiendas, hasta que se encontró con una de muebles, atisbó una cuna del lado contrario del almacén, caminó hacia ella y la miró encantado, era muy hermosa, tenía algunos detalles que, el dios apostaba, eran tallados a mano, era tan delicada, digna de un príncipe como lo sería su hijo.

Se estremeció sintiendo algunas contracciones en su vientre bajo, pero respiró tratando de calmarse, Asclepio le había dicho que no se preocupara, era algo sumamente normal.
Las contracciones continuaron, aumentando de a poco y Hades comenzó a asustarse, corrió al baño más cercano abriendo un portal directo a su oficina.

Sebastián se encontraba revisando algunos documentos antes de enviarlos al Olimpo, cuando vió como Hades llegaba a la oficina por un portal.

— ¿Hades? ¿Estás bien? —Se acercó preocupado, ayudándolo a sentarse— ¿Qué pasó? Llamaré a Muerte ahora mismo —Maldijo por lo bajo al recordar que el hombre había ido a una reunión con los dioses en nombre de Hades— Tranquilo, respira, si pasa a mayores iremos con Asclepio.

El dios intentó hacer lo que el demonio decía, pero el dolor solo aumentaba cada vez más. Se removió incómodo en el sofá, sintiéndose mojado y sudoroso, así que se puso de pie pensando en tomar una ducha que quizá lo ayudaría a relajarse.
Sebastián soltó un grito ahogado al ver el sofá, el médico les había hablado de ello, Hades acababa de romper aguas.

— Hades...nos vamos con Asclepio ahora mismo —Susurró Sebastián abriendo un portal al templo del dios— Ven aquí, apóyate en mi hombro.

Con dificultad ayudó a Hades a caminar hasta la especie de consultorio de Asclepio y lo recostó en la camilla, saliendo apresurado a buscar al doctor.
Una vez lo hubo encontrado ambos regresaron rápidamente. Asclepio revisó al bebé con ayuda de un ultrasonido, suspirando aliviado.

— El bebé está muy bien, voy a preparar todo para la cirugía, será lo que los humanos llaman cesárea —Enunció el doctor, había aprendido mucho sobre la medicina mortal para tratar a Hades— Tranquilo, respira profundo.

Asclepio salió del lugar, preparando otra habitación para el procedimiento, mientras tanto, Sebastián había contactado con Muerte pidiéndole que los acompañe lo antes posible, ahora el demonio se encontraba con Hades, sosteniendo su mano.

¿Una fugaz eternidad?  [Yaoi/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora