A pulchra benedictionem?

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El pánico prima,
El amor lo calma,
Y sin que lo reprima,
Inunda el alma.

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Después de un largo momento de silencio Sebastián comenzó a reír como si ese fuera el mejor chiste del mundo.

— Olivia...eso es una total locura —Rió ligeramente mirando a todos— ¿Verdad que es imposible mi amor?

La voz del joven sonaba desesperada y...¿cómo no estarlo? Eso era algo extraño y sin duda alguna imposible, deseaba que no sea más que una falsa suposición, temía que llegara a ser realidad, pero muy, muy en el fondo, un ligero rayo de esperanza y alegría brotaba en su pecho.

Erick no encontraba las palabras, no sabía cómo reaccionar ante aquello, que aunque le parecía una broma, analizando los síntomas con atención, quizá su madre tenía razones para pensar eso. Solo pudo abrazar al menor con más fuerza tratando de armar una oración coherente en su cabeza.

— Sebastián...tranquilo —Habló Olivia sonríendo dulcemente mientras tomaba la mano de este— Entiendo que es una suposición muy poco creíble, así que no tienes que ponerte así, Bernardo llegará en unas semanas al castillo y en cuanto regrese lo enviaré aquí ¿está bien?

El joven asintió ligeramente escondiéndose en el pecho de Erick y soltando un suspiro tembloroso.

— Mi amor... —Pudo reaccionar al fin su pareja— Tranquilo, pase lo que pase todo estará bien, nos tienes contigo y en cuanto llegue Bernardo podemos confirmar lo que sea —Habló suavemente mirando como Sebastián se relajaba un poco.

La noche continuó, todos disfrutaron de la cena excepto Sebastián, quien prefirió comer un poco de la fruta que habían cosechado de sus sembríos.
Continuaron con la conversación, tratando de distraer a la pareja de la situación actual, para cuando todos terminaron la noche había llegado a su máximo punto, un recordatorio, para la reina y el guardia, de que ya era tiempo de regresar.

Antes de partir Olivia le pidió a Erick un minuto a solas, necesitaba hablar un poco con su hijo.

— Erick... —Tomó sus manos en cuanto salieron de la casa— Sea o no mi suposición correcta, cuídalo mucho, y si llego a acertar buena suerte mi pequeño —Sonrió divertida besando su frente— Estoy orgullosa de ti hijo, espero que siempre seas feliz con Sebastián a tu lado.

Ambos se abrazaron sonríendo mientras Erick se despedía de su madre, pidiéndole que los volvieran a visitar cuando gusten.

Llegada la hora, Olivia y Héctor partieron rumbo al castillo y una vez entraron la reina se despidió con un beso en la mejilla contraria susurrando un delicado gracias mientras regresaba a su habitación, dejando al guardia descolocado y con una sonrisa tonta en sus labios.

En el hogar de la joven pareja, los chicos habían terminado de ordenar y limpiar, en cuanto esta actividad concluyó, la casa se llenó de un silencio ensordecedor, incluso sus respiraciones podían escucharse con claridad en medio de la noche.

Como si de dos imanes de tratara, Erick y Sebastián se miraron y sin decir palabra alguna se fundieron en un abrazo, mediante el cual ambos buscaron transmitir su apoyo y amor.

— Mi amor...¿Crees que lo del...del embarazo pueda ser cierto? —El susurro salió en un hilo de voz del pequeño mientras temblaba en los brazos de su amado tratando de contener los nervios.

— No estoy seguro cariño, la verdad no estoy seguro de nada —Suspiró mirando al techo— Pero si ese fuera el caso, ¿tanto...te disgusta la idea de tener un hijo mío? —Susurró en un bajo tono, temeroso de la respuesta que pudiera recibir.

¿Una fugaz eternidad?  [Yaoi/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora