Capítulo 12

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Jordan

Después de comer ayudé a Dorianne a lavar los platos, ella lavaba y yo secaba. Parecía extrañada, como si no estuviera acostumbrada a que alguien le ayudara nunca.

Momentos después anunció que iría a cambiarse para su trabajo y me dejó en la sala con Noé, el niño miraba su libreta con tristeza.

-¿Qué pasa, amigo?

-Nada, es sólo que este problema está muy difícil- respondió con la mano puesta en su mejilla.

-Déjame verlo un momento- pedí acercándome a la libreta, era un sencillo problema de fracciones. -Ven, préstame un lápiz, te mostraré cómo hacerlo.

Le expliqué a Noé el procedimiento, era un niño muy inteligente, no tuve que repetir ningún paso. Al cabo de unos minutos ya habíamos resuelto ese y otro problema.

-¿Estás malinformando a mi hermano, Jordan?- inquirió Dorianne, quien había salido de la habitación vestida con unos vaqueros y una blusa negra sencilla, pensé que era una pena porque me parecía linda con la falda que llevaba en la mañana.

-Para tu información, las matemáticas son mi pasión- me defendí, ella pareció no creerse nada, así que tomé mi mochila y le extendí los exámenes que guardaba allí acumulados.

Los tomó dubitativa y les echó una mirada, casi se le cae la quijada al suelo, los giró y los puso a contraluz para comprobar que fueran genuinos.

-Nunca esperé que fueses un buen estudiante- exclamó al final.

-Hay muchas cosas que no sabes sobre mí, Dorianne.

Ella abrió de nuevo los ojos, ¿por qué le extrañaba tanto que dijera su nombre? ¿Y por qué sentía yo un hormigueo cuando lo hacía?

-Bueno, ha sido un placer recibirte, pero debo ir a trabajar y Noé a donde la señora Collins- repuso.

-Claro, te llevo al café.

-No voy al café, voy a mi primer trabajo- aclaró.

¿Tenía dos trabajos? Casi no me lo creía. Noé pareció desilusionarse, pero tomó su mochila y se puso de pie.

-¿Volverás?- me preguntó esperanzado.

-Claro que sí, si tú me invitas- respondí, lo que le provocó una sonrisa.

Esperé recargado en el auto a que Dorianne dejara a Noé al cuidado de su vecina, ella volvió al cabo de unos cuantos minutos.

-No tienes por qué llevarme, queda cerca de aquí- me dijo cuando regresó.

-Entonces no será ningún problema, sube- indiqué mientras entraba al auto.

Dorianne me siguió sin mediar palabra, me indicó cómo llegar y aparqué en una librería de segunda mano al cabo de casi quince minutos, ¿cerca? Habría hecho casi media hora andando.

Se bajó del auto y me dio las gracias esperando a que me fuera, pero yo apagué el motor y bajé también.

-¿Qué haces?- cuestionó alarmada.

-De repente me entraron ganas de comprar un libro- anuncié mientras entraba a librería.

Dorianne me siguió molesta, la librería era un local pequeño con tres grandes muebles de madera, en ellos se apilaban tantos libros que imaginé que sería difícil encontrar un título en específico. Al fondo había un mostrador de roble, detrás del cual un hombre de tercera edad nos miraba extrañado.

-Buenas tardes, señor Rivers- saludó Dorianne tratando de esconder su enojo.

-Buenas tardes, ¿has traído a un amigo?- preguntó sonriente, se veía que era un sujeto amigable.

-No, ignórelo por favor, ya se va- respondió tajante ella.

-En realidad, señor Rivers, hoy Dorianne me hizo percatarme de mi poca cultura literaria y he decidido adentrarme en el mundo de las letras- exclamé sonriente, el señor sonrió complacido, pero Dorianne me fulminó con la mirada.

-Eso es fantástico, jovencito, te ayudaría encantado, pero debo retirarme ya- se excusó el señor. -Aunque estoy seguro de que Dorianne te ayudará, de hecho, creo que no te puedo dejar en mejores manos que en las de ella, ¿puedes orientarlo, Dorianne?

-Por supuesto, señor Rivers, será un placer- respondió ella con la sonrisa más falsa que le había visto nunca.

El señor Rivers aplaudió de la emoción y se retiró diciendo que había sido un placer conocerme. Dorianne se sentó detrás del mostrador y comenzó a leer.

-Señorita, no encuentro el título que busco- comencé, lo que me valió que me mirara molesta.

-¿Qué título busca?

-Eh... ¿uno bueno?

Dorianne rodó los ojos y cerró su libro, se puso de pie para acercarse a donde estaba.

-Dime la verdad, ¿nunca has leído un libro?

-¿Acaso no viste mis notas? Por supuesto que he leído libros... de álgebra.

Dorianne suspiró y se puso de rodillas frente a un mueble de madera, pareció buscar un libro por unos instantes, luego alargó el brazo y sacó un ejemplar de encuadernado gastado, me lo extendió con una sonrisa falsa.

-¿Algo más en lo que pueda ayudarle, joven?

Me limité a observar el libro, se titulaba El retrato de Dorian Gray de un tal Oscar Wilde. Miré el título con asombro.

-Dorianne, se llama como tú- exclamé sorprendido.

Dorianne rió fuerte ante mi señalación y se sentó detrás del mostrador, me acerqué a ella para que me explicara esa coincidencia.

-Mi padre está obsesionado con Wilde, lo cual está completamente justificado, era ponerme así o Canterville y a mi madre no le pareció la idea- relató.

-Entonces volvieron el nombre a femenino- adiviné, ella me miró sorprendida.

-¿Cómo sabes que Dorian Gray no es una mujer?

-Porque no termina en "e" y si lo fuera, te habrían nombrado exactamente igual.

-¿Hablas francés?

Me reí ante su rostro de asombro, en verdad creía que era un idiota al que no le interesaban sus estudios.

-Puede que no lo parezca, pero mis padres gastaron mucho dinero en mi educación.

Abrí el libro en su primera página, me encontré con que habían escrito en él con letra cursiva; enunciaba "Feliz aniversario, te amo".

-Mira, me vendiste un libro rayado- señalé.

Dorianne se asomó a la página y se cubrió los labios con ambas manos, una expresión que oscilaba entre el horror y la tristeza le abordó.

-Jordan, ese libro estaba dedicado- explicó. -Esto es horrrible.

-¿Por qué?

-Cuando dedicas un libro, no estás regalando papel o algo por compromiso, significa que pensaste en esa persona y que haces de la obra algo entre ustedes dos, es regalarle un pedazo de ti.

-Estás siendo melodramática, es sólo un libro- señalé.

-No lo entiendes.

-Bueno, pues dedicado o no, ahora es mío y quiero leerlo en este sofá- anuncié mientras tomaba asiento cerca del mostrador.

El libro comenzó con un tal Lord Henry Wotton, el cual me agradó desde el principio, me imaginé en una de sus fiestas y supuse que nos habríamos divertido mucho juntos.

Sentimientos de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora