Capítulo 37

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Dorianne

El cielo estaba atardeciendo de manera muy lenta, podía observar el naranja fundirse con el rosa y los restos de nubes que se negaban a irse para dar paso a la noche.

Eran casi las ocho y la cafetería estaba casi desierta, mi padre había recogido a Noé cuando salí de la librería, así que me encontraba con mis compañeros y una pareja de clientes que bebían frapuccinos.

-Qué raro es verte sola- comentó mi compañera, Norma.

-¿Cómo dices?

-Que no me acostumbro a verte sin tu chico- repitió con una sonrisa mientras pasaba una franela sobre la barra.

-Bueno... tampoco yo- admití con una sonrisa reprimida.

Era verdad, desde que conocí a Jordan, había estaba revoloteando alrededor de mí todo el tiempo, tanto en el campus como en mis trabajos; de vez en cuando volvía la vista hacia la ventana esperando encontrarlo.

-Oh, no, ya están en esa fase- rió Norma.

-¿Cuál fase?

-Esa fase no-puedo-estar-lejos-de-ti, ya sabes, una dependencia compartida- explicó mientras se recargaba en la barra de manera despreocupada.

-No lo sé, Jordan es algo... No es esa clase de chico- admití.

-Dorianne, el chico está que se muere por ti.

-Claro que no- respondí por instinto.

-¿Qué hombre conoces que espere a alguien todos los días hasta que termine de trabajar en la madrugada? ¿O en serio crees que le gusta pasar las tardes bebiendo capuccinos en este lugar?- rió estridentemente. -En mi sincera opinión, es tan dependiente de ti como tú de él.

Sentí un revolotear de mariposas invadir mi vientre, no me había parado a imaginarme a Jordan enamorado porque era algo que no esperabas de un hombre como él, cuando lo conocí me pareció una idea imposible, pero poco a poco Jordan había reformado esa idea que tenía sobre él.

-Ah, qué afortunados son algunos- suspiró Norma.

-¿Por qué suspiras? También tú estás enamorada- le recordé, pero su mirada triste viajó hasta su novio, quien texteaba divertido con alguien en una esquina.

-Sí, lo estoy, ese es el problema.

Me recargué en la barra de la misma manera que ella a fin de estar más cerca al hablar. La miré con una sonrisa tímida antes de tomar una buena bocanada de aire y hablar.

-Bueno, yo soy una total novata en esto de los novios, del amor y todo eso... no sé lo que hay entre ustedes ni nada, pero tengo una amiga que podría darte unos buenos consejos, de verdad que no hay nadie mejor que ella.

-¿La pelirroja?- preguntó con una sonrisa divertida.

-Sí, Lineth, estoy segura de que te diría que no importa quién sea el chico, nadie merece hacerte sentir que no vales la pena y que sólo tú decides qué decisiones tomar en la vida- afirmé con orgullo de la hipotética sabiduría de Lineth.

-Es fácil pensar así si te ves como ella- bufó.

-¿Estás bromeando? Eres una belleza andante, Norma y tienes unas agallas como para hacerte una estatua. Te aseguro que hay muchísimos chicos que matarían por tener una oportunidad de acercarse a ti... y lo digo en serio. Hazme caso, eres valiosa.

Norma me miró confundida, pareciera que nadie nunca le había dicho que valía la pena, sus ojos me miraban como si se preguntaran si creerme o no. Al cabo de un momento resopló con una pequeña sonrisa, parecía querer decirme algo, pero sus ojos viajaron a la entrada.

-Vaya- murmuró con ojos divertidos.

Me giré para seguir su mirada y casi me caigo de espaldas: en la entrada se encontraba Jordan vestido de traje, se había quitado el saco, pero mantenía esa corbata verde que resaltaba sus ojos de manera soberbia, los puños en su camisa estaban recorridos hacia arriba, lo que enmarcaba aún más los músculos de sus brazos.

Me localizó con la vista en cuestión de un segundo y sonreí ampliamente al verlo, me había dicho que regresaría hasta el día siguiente. Se acercó a mí con una sonrisa leve también, pero algo había en sus ojos que no me sentó bien, era como una llamada de alerta que me puso en espera de una señal sobre malas noticias.

-Volviste pronto- dije en cuanto lo tuve enfrente.

-Sí... es que... la reunión terminó pronto- respondió mientras se pasaba una mano por sus cabellos castaños. Su voz sonaba diferente, como contenida... algo definitivamente no estaba bien.

-¿Qué pasa?- susurré sonteniéndole la mirada, él la esquivó, pero se recargó en la barra junto a mí.

-Mis padres- murmuró.

Jordan miraba hacia abajo, nunca lo había visto tan abatido, siempre iba de un lado a otro armado con sus aires de grandeza, una sonrisa de medio lado y un comentario sarcástico. No me gustaba ver a mi Jordan así.

-Norma, ¿me puedes cubrir hoy? Prometo cerrar el siguiente fin- murmuré.

Mi compañera me sonrió comprensiva a la vez que asentía, me quité el delantal y la gorra para dejarlos en el almacén.

-¿Qué haces?- inquirió Jordan alarmado.

-Te voy a llevar a un lugar- respondí sin más. -Bueno, tú me llevarás en realidad.

Puse dos vasos debajo de la cafetera al tiempo que tomaba una rebanada de pastel del mostrador. Norma me descubrió in fraganti, pero sólo ahogó una risita mientras se dirigía a atender a unos nuevos comensales.

-Dorianne, ¿le estás robando a tu jefe?- me preguntó Jordan con los ojos muy abiertos, parecía sorprendido, pero una sonrisa maliciosa asomaba en sus labios.

-Claro que no, lo pagaré... algún día de estos- me defendí a mi vez con una sonrisa reprimida.

Hice que Jordan sujetara el pastel mientras salíamos del local, iba cargada con los dos vasos llenos de cappucino con leche de coco, así que tuve extremo cuidado en no vaciarme el café encima al subir al auto.

-Sé que es por mi culpa, ¿pero en verdad tienes permitido salir del trabajo así como así?- preguntó sin mirarme desde el asiento conductor, aún no encendía el motor.

-¿Jordan Adams me está dando un sermón sobre la responsabilidad laboral? Esto sí que es inédito- me mofé. -Además no es por ti, la cafetería ya me tiene harta.

Jordan me miró con el rabillo del ojo, sonrió de medio lado y encendió el motor; noté que sus hombros se relajaban y que por su cabeza pasaban varios comentarios sarcásticos que estaba reprimiendo. Ese era mi Jordan, esa era su semblante irritantemente arrogante que quería contemplar siempre.

Sentimientos de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora