Capítulo 33

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Dorianne

Cariño: ¿Dónde estás?

Cariño: Responde, por favor.

Tenía tres llamadas perdidas de Jordan, otras cuatro de Lineth y una de Elías, de seguro ya se habían enterado todos de mi expulsión. Me refugié en mis sábanas mientras apagaba mi celular, en ese momento no quería hablar con nadie, no quería hacer nada, sólo deseaba dormir y esperar que cuando despertara me diera cuenta de que esa mañana fue una simple pesadilla.

De suerte Noé estaba en su escuela y papá en el trabajo, eso me daba algunas horas más para pensar en cómo contarles lo que había pasado. Le tendría que contar sobre Jordan, sobre el reto, sobre mi grandiosa idea, sobre Will y lo que pasó en la cafetería... imaginé que al enterarse querría presentar cargos, pero que yo lo detendría al pensar en cuán caro eso saldría.

Pensé en Lineth... de haber sucedido todo el día anterior, ella estaría conmigo acariciando mi cabello y diciendo que todo estaría bien, que se arreglaría pronto; también culparía a Jordan, me diría que nada de esto hubiese pasado si la hubiese escuchado, si no me hubiese acercado a él en primer lugar, pero no era cierto, nada de eso era su culpa.

Escuché que llamaban en la puerta con cierta insistencia, me levanté, crucé la sala y abrí sin molestarme en preguntar quién era. Descubrí a Jordan de pie detrás del umbral, vestía aquella camisa blanca que se le ceñía al cuerpo y tanto me gustaba, respiraba de manera agitada.

-¿Nadie te ha dicho que es peligroso abrir la puerta sin antes identificar quién llama?- preguntó con una sonrisa de medio lado.

Me le quedé mirando sin decir nada, no había nada qué decir en realidad, sólo lo atraje hacia mí para abrazarlo. Al principio se sorprendió, pero luego me envolvió en sus brazos con fuerza.

-Pensé que ya no querías verme- susurró sin soltarme.

-¿Por qué?

-Por lo de hoy, lo de Will, la escuela... no contestabas mis llamadas, así que pensé que...

-Tonto, nada de esto ha sido tu culpa- respondí mientras recostaba mi cabeza aún más en su pecho. -Aun si no te hubiera buscado para que ayudases con esto del reto, seguiría siendo el objetivo, Will seguiría siendo un infeliz y nuestra universidad seguiría rigiéndose por parámetros clasistas y discriminatorios... bueno, tu universidad.

Sentí cierta tristeza cuando corregí mis palabras, el llanto amenazó con asomarse en mis ojos, pero traté de detenerlo, ¿de qué servía llorar? Jordan dejó de abrazarme para que le viera el rostro.

-Sobre eso... ya no tienes por qué preocuparte de nada- anunció sonriente.

-¿Qué dices?

-Ya me he encargado del profesor y Will no volverá a molestarte, te lo prometo.

Le miré boquiabierta, ¿que se había encargado de qué? Me imaginé las barbaridades que pudo haber hecho y me llené de angustia, ahora sí que estaba acabada.

-Jordan, ¿qué fue exactamente lo que hiciste?

Miró la sala con un gesto interrogativo, como preguntándome si lo invitaría a pasar. Me hice a un lado y cerré la puerta tras él, se sentó en el sofá y palmeó a su lado para que me sentara junto a él.

-Jordan, dime que no golpeaste al profesor- rogué con los ojos cerrados.

-¿Me crees un salvaje? Creo en el diálogo para la resolución de conflictos- se burló cínico. -No, Dorianne, no golpeé a tu profesor, pero ganas de hacerlo sí tuve.

-De acuerdo, ¿puedes explicarme paso por paso qué sucedió?

-Cuando supe que te querían expulsar por culpa de Will, fui a buscarlo... a él sí lo golpeé, lo siento... bueno, me contó qué había pasado y quién era el profesor, entonces fui al aula y aclaré el malentendido.

-¿Estás bromeando? ¿Aclaraste el malentendido y el profesor te creyó sin más?

-Yo... cómo lo digo... no te lo había dicho, pero mi madre es Suzanne Adams y eso tiene cierto peso sobre muchas personas, como dices, nuestra universidad se rige por parámetros clasistas, así que...

Casi se me cae el mentón al suelo, Jordan debía de estar bromeando, definitivamente me estaba tomando el pelo.

-¿Tu madre es Suzanne Adams? ¿Esa Suzanne Adams? ¿La cineasta?- Jordan rodó los ojos evidentemente molesto de que le mencionara a su madre.

No sabía si estaba más sorprendida porque ya no me expulsaran o porque estuviera ante el hijo de uno de los más grandes iconos artísticos del mundo. De pronto algo me desilusionó: idolatraba desde hacía años a Suzanne por su talento, pero ahora que sabía quién era una gran parte de su encanto se derrumbó... simplemente no me podía caer bien alguien que despreciara así a Jordan.

De pronto me percaté de algo, Jordan no podía siquiera ver a sus padres, por lo que seguramente jamás los nombraba frente a nadie... pero no dudó en hacerlo y fingir ser el hijo modelo a fin de ayudarme.

-Jordan.

-¿Sí?- respondió mirando hacia la cocina, seguía molesto.

-En verdad eres mi ángel guardián.

-¿No soy algo así como la raíz de tus problemas?- preguntó al volverse hacia mí con expresión decaída.

-Claro que no, en mi vida siempre han habido problemas, pero últimamente hay alguien que me salva hasta de que me echen de la universidad... muchas gracias.

Jordan me miró con ternura, se acercó lentamente a mí, me tomó el rostro entre las manos y comenzó a besarme; casi por instinto posé mis manos sobre su cuello y lo atraje a mí. Algo tenían sus labios que se sentían como si fuesen adictivos, una vez los probaba quería más y los quería todo el tiempo.

Me tomó por la cintura y me acercó aún más a él, al punto que a fin de mantener el equilibrio subí las rodillas al sofá de manera que estaba sentada en su regazo. En ese momento dejé de besarlo y miré el suelo con el corazón palpitándome a mil por hora.

-¿Qué pasa?- preguntó extrañado.

-No es nada, es sólo que... yo... nunca antes había...

-¿Nunca antes habías... besado a alguien?

Negué con la cabeza lentamente, me asustaba un poco qué pensaría de aquello, Jordan había estado con muchas mujeres, de seguro conocía a varias que besaban mejor que yo, tal vez le parecía muy... novata. Me colocó sobre el sofá de nuevo y me tomó el rostro entre las manos.

-¿Te cuento un secreto algo extraño?- murmuró. -Cuando te beso siento que tampoco yo he besado nunca.

Sentí un torrente de mariposas en mi estómago, le acaricié en el rostro con dulzura y le miré a ese par de ojos verdes que me cortaban el aliento.

-Eres tan perfecto que me haces desconfiar- susurré.

-Soy muchas cosas menos perfecto, Dorianne- respondió en voz muy baja.

Le coloqué un dedo en los labios para que callara y él me miró a través de sus largas pestañas.

-Eres mi perfecto ángel guardián.








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